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El aire caliente se propagaba por mi cuello, mis clavículas y mis mejillas —un gemido —. Dios ese cabello, esa piel dorada, el mar en sus piernas, en sus senos, en su entrepierna.

Dos dedos adentro, un nuevo grito ahogado.

Oh querida, esto solo es un interludio.

Necesito quitarte esa maldita falda, en estos momentos la odio más que nunca, más que a todo lo que puedo odiar., la jale de un maldito tirón, pero al final glorioso.

Detuve mis entradas y salidas, sentí mis dedos empapados y te sentí. Todo era tan sexual, el olor lo era, tu mirada lo era, mi entrepierna lo era. Maldito el momento en el que todo me molestaba, en especial la ropa y al parecer me leíste los pensamientos pues en cuestión de segundos los botones de mi camisa estaban dispersos sobre la mesa en donde te encontrabas, mis senos erectos se encontraban viéndote a los ojos.

Ahora si agradeces que seamos feministas sin sostén.

Tus piernas se enroscaron sobre mis muslos, juro que podía sentir la humedad sobre mis pantalones, nos unimos más como si nuestros cuerpos lo necesitaran, así como los imanes, esos imposibles de separar. Mis dedos de un momento a otro aprisionados por las paredes, cada vez más espeso el flujo que los rodeaba.

Aahg—un gemido precioso salió de lo más profundo de tu garganta—. Necesitaba probarte de todas las maneras posibles. Uní nuestros labios en un beso delicado pero exigente, tu aliento caliente me hizo mojarme un poco más., lamí tu labio inferior con tanta delicadeza que decidí dejar un hilo de saliva sobre el. Y sin dejar de penetrar tu exigente entrepierna me separe.

Abriste esos hermosos ojos azules y con la furia misma con la que primero me alejaste, volviste a unir nuestros labios, en un beso tan profundo y demandante que nuestras lenguas terminaron jugando. Explórame todo lo que necesites, prometo nunca olvidarte.

Que rica era tu lengua jugando con la mía. Nunca deje de penetrarte, nunca deje de sentirte en todos estos, solo, segundos.

Por favor—salió de un hilo de tu voz. Yo sabia lo que querías y tu igual.

Mi pulgar estaba sobre tu clítoris, ese tan mitológico botoncito. El paraíso logre escuchar en un grito ahogado. Pero no lo quería así, de rodillas.

Mi lengua necesitaba tu humedad y tu sabor. Como lo imaginaba sabias a ese postre lleno de múltiples sabores que solo podías probar una vez en la vida.

Divino pecado.

Tome tus piernas con la poca fuerza de voluntad que me quedaba y las enrosque sobre mis hombros. Dejaste ir con fuerza tu cuello y tu cabeza hacia atrás cuando por primera vez en la vida probaste lo que el amor entre mujeres puede lograr.

Tu espalda se estaba encorvando entre los espasmos que iban y venían en cuestión de segundos. Con fuerza clavaste una de tus manos y uñas sobre mis hombros casi desnudos y yo a la par mis uñas sobre tus muslos, esos que nunca se me iban a olvidar. Maldita seas, sabes a cielo.

Seguramente llevaban años sin tocarte. Que placer ser yo.

Un espasmo más duradero llego y en ese momento tres de mis dedos ya estaban dentro de ti, haciéndole compañía a mi lengua.

Lamí, absorbí y saboree cada rastro de ese orgasmo que necesitaba que recordaras que yo fui la que te lo regale, nadie más, yo. Con prisa subí a tus labios, pues si algo más podía hacer era el recordarte que sabes a cielo a ese que esta en los atardeceres junto al océano, a ese cielo que siempre quieres recordar en una fotografía mental.

Y así, viniendo de la nada bajaste a mis senos chupándolos y dejándome ahí un recuerdo de tu sabor., ese que solo estaba en mis sueños.

— Gloria— una voz se escuchaba lejana, de esas voces que no están en se plano.

Estúpida. Desperté con mis bragas empapadas.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2023 ⏰

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Mrs. Roses (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora