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El sonido de las manecillas del reloj al compas de las gotas de sudor que se derramaban de mi quijada hasta mi cuello, mientras relamía mis labios pues la deshidratación en mi cuerpo se estaba haciendo presente recordándome que cada gota derramada era mi derrotero. Este sitio era un horno y el sabor salado en mis labios me lo recordaba cada que mi lengua pasaba entre mis labios para amenguar mis sentidos que estaban por llegar al desespero.

Todo lo que estaba dispuesta a hacer por llegar a ella.

— Gracias— dijo casi en un susurro Alice.

— Recuérdame, ¿Cuál es el objetivo de regalar 100 hogazas de pan?

Ni si quiera supe en que momento mi boca le fue traicionera a mi mente al aceptar ayudar a Alice. Tal vez fue su miedo disfrazado de culpa al llamarse tonta a si misma tantas veces que tuve que hacer contacto tomando sus brazos para que regresara en sí. 

— Queremos que recuerden lo tradicional por medio de una hogaza de pan que puede recordarte los días en familia. Un domingo familiar en el que la mujer hornea, sus hijos juegan y su esposo se encuentra leyendo el periódico—casi lo creí viniendo de ella, sino fuera por el efímero movimiento de su mirada dudosa al igual que el cambio de su gesto casi imperceptible.

— Creo que lo tradicional solo debería de mantenerse en lo que es bien recibido por tu cuerpo y tu alma. 

La sonrisa de Pamela me dio la razón. Yo sabia que aunque no hablara, ella gritaba con sus expresiones, con su mirada. Pues si se disponía a hablar lo único que saldría de su verbo sería el desatino que percibía de todo su al rededor., ¿Y por qué no? Sus gritos de ahogo. 

— No me puedes negar que cada quien se rige por sus principios. 

— De aquello no tengo duda, pero—relamí mis labios una vez más—. Sí creo que todos deberían de abrir su panorama al ¿por qué?

>> Quiero decir, mírame estoy aquí ayudando a una idea de la que no soy participe y créeme que mi propósito no es colarme., Pero tu no detuviste a preguntarme ¿por qué?, ¿por qué Gloria Steinem ha decidido ayudarte? 

Seguro se lo había preguntado varias veces de manera mental, pero ahí estaba el error.

Solo alzan la voz para continuar siendo susurradoras en los domingos familiares. 

— Podría hacerlo pero no me gustaría perder a mi tercera en pie. 

Una sonora carcajada se escapo de mi cuerpo. La cual fue cortada por la falta de hidratación en mi garganta de manera casi inmediata. 

— Hace calor—por fin hablo Pamela, con su timidez ya conocida—. Toma.

Deseaba tanto sentir este liquido pasar mi garganta, las gotas derramadas por la comisura de mis labios me hicieron recordar que no estaba sola, tal vez en el sentido en el que me encontraba con dos completas desconocidas que me juzgarían por la infantil escena. Y como fue que termine la botella de agua tal cual un niño de 6 años, llena de gotas que se derramaron hasta la entrada de mi escote. 

Pero todo continuaba igual que hace un minuto, dos desconocidas que destilaban ser un manojo de nervios por 20 hogazas de pan que su líder contemplaba y ellas no podían ser el fracaso de su líder, al menos no este día. 

— Gloria te he estado buscando por cada rincón mujer—me saco de mi estado de confusión la voz de Flo, el cual ya era constante al menos este fin de semana.

— ¿Si?—por medio de una señal en sus ojos me pidió acercarme. 

— Realice algunas encomiendas para ayudarte en tu cometido. Si logras poner algunas pequeñas cosas a tu favor puedes tener camino libre para acercarte a Schaffly sin tantas miradas encima—comento en un susurro Flo. 

Mrs. Roses (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora