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Fui tortuosa a los ojos de Phyllis, con su ceño levemente tembloroso (buscando ocultarlo) me pedía a gritos que me alejara, su mirada me lo imploraba pero mi cuerpo no era capaz de responder a mi cerebro, — por Dios—. En aquellos microsegundos me di cuenta de que realmente me había jodido, en ese efímero momento me di cuenta de que a pesar de que yo le pidiera a mi cerebro a gritos correr, huir, escapar de los perfectos rasgos de Phyllis, eso no iba a pasar. No lo podía detener. 

Estaba jodidísima. 

No fue hasta que un corro de voces me saco de mi estado de shock (nuestro), un barullo en la cercanía de la puerta en una especie de riña hizo sobresaltar a la mujer de cabellos dorados., Y en seguida note lo que había pasado. 

Mi rostro se tiño de un color levemente carmesí. 

Toma un respiro.

— ¿Ya me dirás realmente lo que estas buscando?

A pesar de todo seguía siendo una mujer implacable.

— A ti. Te estaba buscando a ti—mi respuesta la hizo sobresaltar levemente—.

Y te encontré. 

— ¿Qué desea señorita Steinem?

— Solo Gloria por favor—deseo saber muchas cosas de ti, pensé.

— Esta bien—al parecer la pequeña multitud le incomodaba lo suficiente pues el pequeño tic de acomodar su cabello chequeando que ninguna hebra estuviera de fuera era cada vez más constante. 

— ¿Me acompañas?

Había duda en sus ojos pero ella sabia que ni para ella, ni para mi era muy favorable vernos tan calmas en un lugar tan publico. 


♡ ♡ ♡


— ¿Dónde estamos?—inquirió la mujer de cabellos dorados.

— Es un lugar en el cual por ahora nadie pensara en pasarse. La sala de alegatos feministas—sentencie.

Es una noche de fiesta.

En ese momento recordé a Alice pensando en la posibilidad de haberme dado razón y que ahora se encuentre en medio de una fiesta feminista. Una sonrisa se escapo de mi rostro logrando que la mujer que frente a mi se encontraba frunciera el seño en respuesta a mi expresión corporal. 

— Tranquila, si quisiera hacerte algo más te hubiera llevado a mi habitación—así como mis palabras huyeron de mi boca me recrimine al instante. Ella es Phyllis Schlafly. 

— Yo te hubiera llevado a la iglesia—quise reír pero su expresión parsimoniosa me dio la respuesta de que lo decía con autenticidad. 

Esto era un caos. Yo lo era. 

— ¿Y bien?—inquirió la implacable mujer sacándome de mis pensamientos.  

— Dime algo—tome asiento en un escalón buscando relajar un poco las emociones de mi cuerpo— ¿Tú eres la mujer que hace analogías entre fetos y rosas? 

— No son fetos, son bebés— busque algo dubitativo en lo que acababa de escuchar., Pero no, su dogma era inquebrantable, como ella. 

Mrs. Roses (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora