Capítulo 1: Primera Cita

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Marzo sostenía una pequeña pinza rosada entre sus dedos. La acomodó a la última polaroid que había sacado y la dejó colgante en la fina cuerda que adornaba su pared. En ella, salían ella y Welt. Ambos con gorros de fiesta que simbolizaban el cumpleaños del segundo.


Dejó solo una rodilla sobre la cama y se echó hacia atrás para pasear su mirada por las fotos, nostálgica. Si no aparecía con sus amigos, aparecía con su padre. O con los cuatro. Todas ellas iluminadas por los anaranjados colores del atardecer.


Desde que Marzo tenía uso de razón, Welt siempre había sido un padre soltero. Ella lo amaba. Había agradecido que cuidara de ella desde que la adoptó el día que le dio sentido a su nombre. Cuando creciera, juró que algún día se lo agradecería. ¿Y qué mejor que llevando a cabo una de sus ideas disparatadas a sus espaldas? ¡No podía enterarse! Tenía que jugar sus cartas con discreción. Ese día ya había llegado, sí señor.


Se tumbó sobre las sábanas rosadas y azules, entre los peluches y cojines. Y alzó los brazos para poder centrarse en su móvil, mentalizándose para lo que vendría a continuación.


Siempre le estaban diciendo que se metía donde no la llamaban. Pero cuando se trataba de las personas que más le importaban, no podía evitarlo. Estaba ya en cuarto de carrera, ya era hora de que su padre se echara un novio. Sí, un novio.


Welt siempre le había puesto la excusa de que Marzo ya era, platónicamente, todo lo que podía necesitar. Hablar de la última relación que tuvo era doloroso para él, así que nunca logró sacar de él más información de la que le gustaría. ¡Pero, según él, ya lo había superado! Creía...


Solo habló de él como el amor de su vida, pero que había sido una relación complicada con el paso del tiempo. Tóxica, incluso. No cortaron, pues la muerte se encargó de separarlos.


Marzo no sabía su nombre, ni su rostro. Sin embargo, sacó en claro que tenía el pelo rubio y los ojos verdes por algunas descripciones casuales. Dos datos a los que estaba muy atenta mientras deslizaba su dedo por la pantalla del teléfono.


Podía, y solo podía ser que le hubiera creado a su padre un perfil de Tinder a traición. Bueno, no podía. Era lo que había hecho y dejado cocer durante algunas horas, para que fueran viendo el perfil.


Su plan maestro era encontrar un hombre con esos atributos físicos. Un "bandera verde" que no fuera a hacerle daño a su padre como lo hizo ese otro hombre. Una buena persona que compartiera gustos con Welt, ¡y futuramente su vida! Sería perfecto, se lo merecía.


Marzo solo quería hacerle feliz. Que su padre volviera a encontrar el amor... ¡En una cita a ciegas! Sin que supiera que era una cita en sí, claro. Al menos, hasta que no llegaran allí y le dijera: "Oye papá, te he buscado un chorbo. ¡Buena suerte con él!" Y se marchara traicioneramente.


¡Y oye, había numerosos candidatos! Para su desgracia, pocos de ellos cumplían con el criterio esencial. Pero oye, su padre era todo un pastelito... Para los hombres de su edad. Bueno, hasta diez años menor y cinco por encima. ¡De ese dato también se acordaba! Nada de menores de cuarenta. Tampoco de sesentones.

¡Es un Marzo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora