𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓼𝓮𝓰𝓾𝓷𝓭𝓸

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Vestido con el uniforme de la policía miliatar. Su cabello castaño claro con el mismo peinado y flequillo de la última vez que nos vimos. Ojos marrones igual de claros que en el sol llegan a verse amarillos. Y su posición recta que lo hace ver realmente alto. Jean Kirschtein se queda de pie en la puerta mirándome.

Incapaz de concluir con la frase dirigida al capitán, sus ojos se detienen en mi rostro. Idéntico a si un fantasma se posara frente a él, me observa. No comprendo por qué tanta sorpresa al verme, como si Marco no le hubiera advertido de mi presencia antes de venir. Tampoco logro identificar qué sentimiento hay dentro de sus ojos. ¿Odio? ¿Nostalgia?

Son segundos, pero la incomodidad los hace parecer minutos. No hay palabras, solo miradas, igual a si esperaramos que nuestros ojos hablaran en lugar de la boca.

Supongo que Honto sintió la misma tensión y se vio obligado a romperla con cuatro simples palabras que me hicieron desviar la vista de nuevo hacia él por la sorpresa.

—Él será tu compañero. —El color de su rostro ya volvía a la normalidad.

—Pensé que trabajaría sola —respondo veloz—. ¿Si ya tenía un investigador para qué llamar otro?

—El soldado Kirschtein no es un investigador, creí que ya lo sabías.

La puerta se cerró tras de Jean dándonos privacidad en el estudio.

—Digamos que Blaz me contó sobre la cercanía entre ustedes dos y creí que un buen compañero no te vendría mal en la investigación. Pienso que ambos pueden trabajar en conjunto para encontrar más rápido al asesino. Dos mentes son mejor que una.

—Veo que tiene mucha prisa en encontrar a su prófugo.

—Si no quieres encargarte de eso entonces divadense el trabajo. Me dan igual los medios, yo solo quiero resultados y tener al maldito en este cuarto —vuelve a tomar los documentos para acercarlos hacia mí—. Ahora sal de aquí antes que te mande de regreso con Blaz.

Ambos salimos volviendo a cerrar la puerta tras de nosotros. Noto a Jean más callado de lo normal. Desde que entró no ha dicho ni una sola palabra y simplemente se limita a caminar en dirección a la salida, haciendo en cuenta que yo no estoy ahí y que Honto no nos acaba de seleccionar como compañeros.

—¿Es que te quedaste sin lengua cuando llegaste aquí o qué pasó? —pregunto cuando vamos a la mitad de la gris habitación—. Si ahora somos compañeros de caso tienes que dirigirme la palabra aunque no quieras, en lugar de actuar como un niño enojado.

—Hablaremos cosas del caso —responde seco.

—Oh ¡Jean! Vamos no seas así, no nos vemos desde hace meses y eso es lo primero que me dices.

Jean guarda silencio hasta llegar a la puerta principal para salir de la casa.

—Bien, me tienes —suspiro sintiendo la incomodidad—. ¿Cuál será nuestro estudio? O en dónde llevaremos a cabo la investigación. Necesito ponerme a revisar estos documentos cuanto antes.

—Voy a fingir que no preguntaste eso —suelta una risita mientras se da la vuelta para mirarme—. Ve este cochinero, ¿realmente crees que tenemos estudios o algo que se le parezca? Apenas tenemos camas dónde dormir.

—¿Y donde voy a dormir? Tendré que usar ese lugar para la investigación —recalco alzando la vista hasta alcanzar la suya.

—No tengo idea, busca una habitación con una cama disponible y úsala.

—Usemosla —digo con una ligera sonrisa intentando provocarlo a pesar de ya saber cuál es la respuesta.

—Ni lo pienses, yo comparto la mía con Marco. —Ya no recordaba esa expresión en su rostro cuando se molesta. Aquella por la que tanto me gusta provocarlo.

Crimen Bajo La Piel | Jean KirschteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora