𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓹𝓻𝓲𝓶𝓮𝓻𝓸

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Sujeto nuevamente la correa del rifle que cuelga en mi espalda. Uno de los pocos movimientos que puedo hacer de vez en cuando mientras sigo haciendo guardia en el lugar más aburrido que puede existir. No puedo mover mis piernas, si a caso puedo pararme en un pie discretamente para descansar el otro, pero debo quedarme aquí, parada hasta que termine mi guardia mientras el sol pega directo en mi cara.

El sol no me molesta en realidad, desde que salí de la ciudad subterránea dejo que me pegue en la piel todo lo que pueda. Además de las cosas negativas que la gente ve como el calor y que te deja ciego por unos momentos si lo ves fijamente, yo prefiero mirar hacia arriba y verlo junto al hermoso cielo azul en lugar del asqueroso techo rocoso del subterráneo.

Miro a Vince quien está haciendo guardia conmigo en el otro extremo de la puerta del cuartel. La única persona con la que podría hablar en el día está a cuatro metros de mí y por el ruido de las calles, la única manera de comunicarnos sería mediante gritos, lo cual está totalmente descartado. Si algún superior nos descubriera seríamos reprendidos y yo tenía suficiente de regaños y castigos por el momento.

Es regular que me toque hacer guardias en la puerta los días más aburridos. No hay disturbios, nadie necesita entrar para hablar con algún superior o reportar un crimen.

La gente rica del distrito Stohess es mi único medio de entretenimiento durante estas guardias. Observar sus ropajes hechos de la tela más cara que se puede encontrar, las joyas que no cualquiera puede vestir y que incluso algunos parecían llevarlas para presumir y no porque realmente se vieran bien en ellos, era todo lo que me podía permitir.

De vez en cuando sucedían situaciones que me daban gracia, como ahora que un niño entretenido con su juguete no miraba los lugares por los que corría y tuvo el infortunio de tropezar hasta que su cara se encontró con el suelo, haciendo volar también al tren de madera que antes estaba en su mano. El pobre tren cayó sin soportar el golpe tan fuerte contra el concreto y rompiéndose al mismo tiempo.

Más triste por la pérdida del juguete que por la caída, comenzó a llorar señalando al pobre tren destrozado. Sus padres se agacharon para darle consuelo, que muy seguramente se trataba de las palabras "te compraremos otro". Este tipo de familias podían darse ese lujo.

La impotencia de verlos marchar y dejar el juguete atrás sin siquiera molestarse en llevarlo hasta algún contenedor de basura me hace recordar lo obvio. No les importan los problemas que puedan causarle a los demás, mientras ellos estén bien, su mundo estará bien. Claro, dejen tirado en la calle todo lo que quieran que al cabo los que limpian se harán cargo de sus porquerías, pienso aunque me gustaría decirlo en voz alta, pero no tenía sentido porque a una larga distancia no podrían escucharme.

Contar los segundos que faltan para que esto acabe se vuelve mi nuevo método de entretenimiento. Si me hubiera tocado patrullar por las calles del distrito al menos habría podido fumar en algún callejón de la nueva hierba que está empezando a darse a conocer en esta muralla. Pues solo las personas de Sina pueden costearla y aquellos policías corruptos que los dejan hacer negocios a cambio de dinero o de dicha hierba.

Para darme un poco más de ánimos, pienso en que esto no será duradero. Hacer guardias no será mi trabajo para siempre, solo hasta que mi jefe decida quitarme el castigo. Pronto volveré a mi trabajo como investigadora. Antes no habría creído que lo extrañaría tanto, pero por algo crearon los castigos. De igual forma me fue mejor que a los demás. A Jean y Marco los mandaron a la ciudad subterránea a trabajar en el nuevo proyecto que tiene en mente el gobierno. Si a mí me hubieran mandado junto con ellos creo que habría solicitado mi cambio de regimiento en ese momento. Prefiero unirme a los suicidas de la legión de reconocimiento antes de volver a ese lugar.

Crimen Bajo La Piel | Jean KirschteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora