4|DIVINA TENTACIÓN

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Axen Romanova M.

El aroma metálico de la sangre impregna mis fosas nasales, mis ojos escanean a la 5.ª víctima de la inmensa lista de la BosVer y dejo salir un suspiro por lo agotador que es hacer su trabajo. Me inclino de cuclillas y poso las manos en el cadáver girándolo hacia la derecha sobre un largo tapete colorido, sigo rodando el cuerpo hasta que la enrome tela lo cubre por completo.

Sumerjo mis brazos por la parte baja del tapete y cargo al muerto sobre mi hombro izquierdo, el gran peso del hombre cuya única causa de muerte, fue robarle unos millones de dólares a la maldita tramposa, pesa un poco menos de lo que debería. Esa mujer no perdona ni una simple mentira, su retoricada forma de llevar las cosas debería ser un problema para mí, pero eme aquí, fungiendo el papel de matón.

Giro la manija de la puerta de madera y la oscura noche me ayuda a disimular mi atroz actividad, sigo mi camino hasta mi vehículo. Entierro por el cerrojo la llave abriendo la cajuela de una carcacha, el auto en el cual transporto a los seres no gratos para la BosVer, es un viejo carro demasiado descolorido y poco conducible, pero una de sus mil reglas fue no utilizar un método tan llamativo. Lo que me obliga a manejar un Nissan Sentra 1995.

Arrojo al sujeto en el corto espacio trasero del auto, cierro el maletero e inspecciono que nadie haya presenciado mi encomienda. Rodeo el automóvil y abro la puerta del piloto, me dejo caer en el incómodo asiento empolvado y enciendo el motor, un sonido chillante acompañado de un jaloneo me da la bienvenida y poso mi mano sobre la palanca haciendo el cambio que me ayuda a salir del sitio.

Aferro mi brazo derecho en el volante, mientras que con el izquierdo reviso la superficial herida que el imbécil me ocasiono durante la divertida pelea. Unas gotas de sangre resbalaban por una rajada de mi brazo y opto por cubrirla con la manga de la camiseta.

El aparato de mi bolsillo vibra y deslizo la mano por la prenda para responder, la pantalla se ilumina con el seudónimo de Pequeña Tramposa, y dejo que timbre un poco más para tentar la paciencia de la BosVer, cuando presiento que está a punto de colgar, presiono al color verde correspondiendo su llamada.

— ¿Qué quiere? — dejo que la agria manera de responder le proyecte mi desagrado por ella, no estoy de humor para ser cortes.

— ¿Ya asesinaste al, Sr. Smith? — la falta de culpa o remordimiento de su pregunta me confirma que esa mujer no tiene corazón.

— En eso estoy, pero sus continuas llamadas interrumpen mi labor — coloco el teléfono sobre el tablero del vehículo.

— Debo verificar que por lo menos puedas hacer algo bien — un lejano sonido musical interfiere en la comunicación.

— No se preocupe, Srta. Aradia Greco, que le enviaré foto del cuerpo ya enterrado en el lugar acordado — el volumen de la canción acapara mi atención, y esa hija de perra está de fiesta mientras yo cumplo con sus deberes.

— Sin errores, Sr. Romanova, o podría acabar junto a ellos — presiono mis dientes, molesto, por el descaro que tiene de amenazarme.

— No se crea inmortal, Srta. Aradia Greco, que en esta vida todo lo que se hace, se termina pagando — no disfrazo mis palabras, las dejo salir sin que me importe ofenderla.

— Sabias palabras provenientes de alguien que asesina en nombre de otro... — suelta una áspera sonrisa y el que arrastre las palabras me indica que está ebria.

— No es por elección, si no, que soy un hombre de palabra — el sonoro sonido de su sonrisa me hace fruncir el ceño, no sé si me está poniendo atención a mí o a lo que sea que está haciendo.

— Sí, sí, lo que diga, lo espero mañana en mi despacho — comenta demasiado apresurada, como si le urgiera colgar. En lo que mis pensamientos se sincronizaban la llamada ya había sido finalizada.

INEXORABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora