INEXORABLE

5|AMANTE LÍDER

Aradia Greco D.

El dolor de cabeza me hace cubrir mi cuerpo con la sábana, aunque mis ojos sigan cerrados, la luz solar ocasiona que me duelan por la alta potencia del rayo. Me estremezco en mi cómodo colchón y las imágenes de anoche me avasallan como un flashback intenso.

Mi personalidad bajo los síntomas del alcohol no es la mejor reputación que podría defender, la impulsividad de mis actos me ha costado muchos problemas, los cuales he enfrentado con la frente en alto. No temo las consecuencias, pero sí desearía evitar estar en un constante debate con todos los perjudicados debido a mis acciones.

El cuerpo me pesa como nunca y las ganas de vomitar me hacen salir de la cama y dirigirme al baño. Me inclino frente el escusado y un conjunto de todo lo que ingerí anoche llega por sí solo. Considero dejar de consumir tanta mierda, pero en un futuro muy lejano.

Los ascos no paran y prefiero quedarme unos minutos más en la humillante posición, hago mi cabello a un lado para que no interfiera con mí no saludable forma de perder líquido. No sé qué tantas sustancias me lleve al estómago, pero parece que fueran todas las del maldito club. Me coloco de pie y me meto a la ducha para borrar los restos de lo que sea que haya pasado.

El agua tibia me envuelve la piel y masajeo mi cabeza buscando calmar la jaqueca del siglo. Paseo el jabón por mi cuerpo y al parecer no sufrí lesiones graves durante la aventura no legal. Dejo que la espuma desaparezca por completo e inclino mi cabeza hacia la derecha dejando que el agua haga contacto con el hueco entre mi cuello y el hombro.

Me espera un día demasiado agotador, además de solucionar el pequeño conflicto, debo acudir a la reunión con uno de los líderes de la mafia, no es divertido ser la suprema a cargo porque debo encargarme de cosas sumamente estúpidas, como de cosas importantes, en este caso, esa visita no es tan estúpida.

Cierro la llave de la regadera colocándome la bata que se encarga de succionar el agua de mi figura y salgo del baño abordando mi vestidor. Elijo un conjunto opaco elegante, zapatillas, bolso, maquillaje, perfume y accesorios Saint Laurent para mantener un patrón y opto por unas ondas que resalten el contorno de mi rostro. No me esmero en qué las prendas luzcan, ya que soy yo la que las hace lucir.

Mi dormitorio está raramente ordenado y salgo de la habitación encaminándome hacia mi despacho. Bajo las escaleras y como antes de levantarme de la cama, la despampanante luz mañanera me debilita mentalmente. Llego al final del extenuante camino y la presencia del lacayo más fiel se posiciona delante de mí.

— Buenos días, BosVer — Nelson yace sumamente pulcro como de costumbre y rompe distancia acariciando mi rostro — ayer me preocupé por ti — sus ojos no dudan en detenerse sobre mis labios observándolos con necesidad.

— Deberías dejar de preocuparte tanto — detengo sus caricias y me ignora, vuelve a tomar mi mentón dejando un casto beso.

— Me haces falta... — susurra y divago mi mirada hacia nuestro alrededor buscando que nadie nos vea.

— Y también deja de hacer esto, sabes que no puedes besarme cuando quieras — propongo más distancia y paso por su lado dirigiéndome hacia mi despacho, deja salir un gruñido y se gira siguiéndome.

Las puertas del sitio en donde han sucedido miles de ideas, actos, planes y sucesos poco desagradables, permanecían abiertas. El tacón de mis plataformas resuena formando un eco y rodeo el escritorio tomando asiento en mi silla. Nelson se encarga de encerrarnos dentro el lugar y se posa delante de mí, molesto.

— ¿Qué hacía el ruso contigo en brazos anoche? — me enferman las escenas de celos y mucho más si provienen de personas que no me interesan.

— Lo que hacíamos no es de tu incumbencia, no me armes numeritos cuando sabes perfectamente que no doy explicaciones de mis actos y mucho menos si no somos nada, lo cual te he dejado claro millones de veces — no me interesa si el agrio sabor de mis palabras lo hieren de algún modo, no estoy para complacer sentimientos ajenos.