CAPITULO 2

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-bienvenida de nuevo, Miorine-saludó cierta pelirroja, forzando una enorme sonrisa.

Miorine estaba un poco sorprendida, era gratificante llegar a casa y ver a su esposa en la entrada, era su segunda parte preferida del día, la primera era despertar en los brazos de Suletta. Pero conocía muy bien a su esposa, ver la mirada de culpa y los rastros de tierra húmeda en su ropa era todo lo que necesitaba para adivinar lo que estuvo haciendo Suletta.

-estoy de vuelta-respondió, examinando un poco demás el rostro de Suletta. Parecía agitada, su rostro estaba húmedo como si acabara de lavarse, pero aún había un pequeño rastro de tierra en su mejilla, su camisa tenia manchas oscuras, y no importó cuanto haya sacudido su pantalón, claramente había rastros de tierra también allí-Suletta.

Se cruzó de brazos y lo intentó, realmente intentó verse molesta, pero de nada servía si Suletta la miraba culpable y temerosa.

-ya lo hablamos-dijo más suave, llevó una mano a la mejilla de su esposa, limpiando con cariño el rastro de tierra-nada de trabajo después del ocaso-luego de limpiarle la mejilla, acercó su rostro, depositando un casto beso allí.

-lo siento- la mirada de Suletta volvía a ser amable y confiada, una sonrisa verdadera se formó en sus labios-son nuevas semillas y perdí la noción del tiempo-fue su turno de acariciar su mejilla, lo hizo con sumo cuidado, como todos sus toques y caricias-te gustaran cuando broten, son girasoles.

Miorine no respondió, acababa de perderse en el turquesa infinito de Suletta, su mirada tan hermosa y brillante, tan amable y sincera como todo en Suletta. Sin nada que se lo impidiera acercó su cuerpo al de Suletta, pidiendo con este gesto un cálido abrazo.

Sintió los brazos de Suletta rodearla, pero tan pronto como rozó su cuerpo se hizo para atrás e intentó tomar distancia.

-ensuciare tu traje-dijo Suletta nerviosa, tratando en vano de tomar espacio. Como si a Miorine le importara ensuciar su traje, tenía prioridades, y una de ellas era estar en los brazos protectores de Suletta.

Eventualmente Suletta desistió y correspondió al abrazo, sus manos viajaron a las caderas de Miorine, quedándose allí a reposar. Miorine dejó escapar un suspiro de satisfacción, se sentía tan bien y renovador hacer esto después de un largo día.

A diferencia de las manos de Suletta, las de Miorine no podían estar quietas. Al principio solo masajeaba suavemente la espalda de su esposa, eventualmente sus caricias subieron a la melena de fuego de Suletta, nunca se lo había admitido a Suletta, pero envidiaba el color de su cabello, tan vivo e intenso.

Una sonrisa infantil se formó en su rostro, en el pasado se habría avergonzado por esto, pero ahora disfrutaba expresar lo feliz que la hacia la mera presencia de Suletta. Apartó el rostro del pecho de su esposa, era cómodo y suave, pero tenía una enorme necesidad de ver de nuevo su mirada cerúlea.

Suletta también buscó su mirada, no necesitó pedirlo ni insistir esta vez. Suletta unió sus labios, manteniendo un contacto suave y gentil.

Al comienzo solo mantuvo unidos sus labios, después de insistir un poco Suletta presionó su labio inferior, haciendo del beso más placentero y prolongado. Sus brazos se aferraron al cuello de Suletta, para evitar que intentara alejarse. Las manos de Suletta también empezaron a moverse, dándole cariñosos y suaves masajes a su espalda baja, pero sin atreverse todavía a bajar.

Un suspiro vergonzoso escapó de sus labios cuando Suletta se animó a bajar un poco. Se separó solo un breve momento para recuperar el aliento, a diferencia de ella, Suletta estaba normal.

-monstruo de la resistencia-dijo a modo de broma, Suletta le devolvió la sonrisa burlona, y aunque amaba verla sonreír, adoraba más tener sus labios presionando esa amable sonrisa. Volvió a reclamar los labios de Suletta en un beso más posesivo y exigente.

-¡hey tortolitas, estoy aquí!-Suletta emitió un nervioso chillido que le recordó a sus primeros días en Asticasia, abruptamente se separó de ella- honestamente, ¿tienen que hacer esto todos los días?-Miorine recién se percataba de la pequeña presencia de Eri, su cuñada iba colgada en el cuello de la camisa de Suletta.

¿Cómo no la vio antes?, quizás porque hasta ahora recién hablaba, o porque sencillamente estaba más distraída viendo la tierra húmeda en la ropa de Suletta, y en secreto admirando lo bien que esa camisa acentuaba la figura de su esposa. A diferencia de ella, Suletta tenía un generoso pecho, y nuevamente se distrajo mirando ahí.

-¡hey, deja de comerte a mi hermana con la mirada y discúlpate!-exigió la molesta voz Eri, si no fuera porque estaba Suletta, ya estarían discutiendo.

-¿Por qué tendría que disculparme?, Suletta es mi esposa y podemos besarnos tanto como queramos-dijo con orgullo y un poco de arrogancia, adoraba declarar a viva voz que Suletta era su esposa, no desaprovechaba ninguna oportunidad del día para declararlo.

-pueden hacerlo en su habitación, como todas las noches cuando intenta crear a mis futuros sobrinos.

Suletta se atragantó con su saliva, repentinamente tosió y emitió su característico grito nervioso, incluso empezó a jugar con las manos de forma torpe y nerviosa, había pasado un tiempo desde que vio esa reacción, y no pudo evitar pensar lo linda y tierna que era.

-espera... ¿Qué dijiste pequeña descarada?-dijo ahora enojada, agarrando a Eri en un agarre amenazante.

-descarada tú-dijo con altanería, sabiendo que no podría hacerle nada, no si Suletta estaba presente-llegas y lo primero que haces es toquetear a mi hermana.

-¿Cómo te atreves...?-su agarre se hizo más fuerte y amenazante si era posible.

-aunque me entristece interrumpir su agradable conversación, debo informarles que la cena está lista-Prospera hizo acto de presencia, Miorine todavía intentaba descubrir cómo se movía su suegra sin que la silla de ruedas delatara de su presencia, le había dado varios sobresaltos en estos ultimo años.

-mamá, Miorine quiere cometer un homicidio-se quejó Eri, aun en su agarre.

-qué bueno que se diviertan ustedes dos-dijo Prospera riendo, incluso si llevaban conviviendo todo este tiempo, Prospera seguía pareciéndole un enigma, muchas veces no sabía si bromeaba o era seria, pero si la presencia de madre e hija hacia feliz a Suletta, entonces ella estaba bien con eso-el baño ya está listo-Prospera pasó su mirada azul de Suletta a Miorine repetidas veces-pueden bañarse juntas si desean.

Si pudo aguantar la burla de Eri solo minutos atrás, no pudo con Prospera. Se mejillas enrojecieron en un intenso escarlata, tan rojo y brillante como el pelo de su esposa.

Y así terminaba otro día normal en su vida marital.

OTRA MAÑANA NORMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora