CAPITULO 4

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-estoy de vuelta-anunció su llegada con un ligero desánimo, sabía que no estaría a solas con Suletta. Prospera había salido, si, aunque no recordaba a dónde, pero Eri estaba en casa, y con ella presente no podría disfrutar de tiempo de calidad con su esposa.

Aceptando la presencia de su cuñada como algo inevitable, cruzó el pasillo de la entrada. No había obtenido respuesta y eso la desanimó un poco más. Usualmente Suletta salía corriendo para recibirla con un cariñoso abraso y muchos besos. Quizás estaba en el jardín.

Se dirigió directamente a su espacioso campo de frutas y flores, lamentablemente no encontró a su esposa. Durante el viaje echó un rápido vistazo al salón y a la cocina, entonces ella probablemente estaría en el segundo piso.

Era extraño que Suletta no estuviera en la planta baja, su esposa no podía quedarse quieta ni siquiera en sus días libres. Así que le pareció extraña la idea de ella en el dormitorio descansando, un poco preocupada, un poco preocupada apresuró el paso por las escaleras.

Cuando abrió la puerta descubrió la escena que temía, Suletta descansando en la cama. Estaba profundamente dormida y su respiración dificultosa sólo aumentaba la preocupación en su interior.

Con paso firme pero cuidadoso se acercó a la cama matrimonial, Eri estaba descansando en la mesa de noche, pero no le dijo nada, no porque no hubiera notado su presencia, parecía absorta en la pequeña cabeza de peluche.

-¿Qué paso?-preguntó en voz baja, pero con un ligero tono de exigencia, ni siquiera se molestó en ocultar su preocupación y tal vez enfado. Cuando se fue esa mañana, Suletta estaba animada y enérgica... incluso le costó convencerla para sacarla de la cama e ir a desayunar.

Sacudió la cara tratando de evitar el sonrojo en sus mejillas. Se sentó en la cama, mientras su mirada pasaba del rostro cansado y dormido de Suletta a Eri, quien aún estaba en silencio.

-se ejercitó un poco...-murmuró Eri, como una niña que está apunto de admitir que fue cómplice de una travesura.

Suletta solía excederse un poco con los ejercicios de rehabilitación, como si eso pudiera apresurar el proceso de recuperación.

-¿Qué hizo esta vez?- Preguntó en un tono más tranquilo. Con la mirada fija ahora en el rostro tranquilo de Suletta, con amor llevó una mano para acariciar sus tibias mejillas. Deinmediato frunció el ceño, sus mejillas se sentían mas calientes de lo normal.

Una vez más centró su atención en Eri, quien parecía querer huir.

-... le dije que no se bañara en agua fría-intentó excusarse, pero sus suplicas no serian suficientes para calmar a Miorine, ganas no le faltaban para arrojarla por la ventana ¡¿Cómo pudo permitirlo?!

-¿Mio?

-salvada por la campana-escucho murmurar a Eri. Miorine ya tendría oportunidad para regañarla.

-acabo de llegar-dijo mientras su expresión furiosa cambiaba drásticamente a una más gentil y comprensiva.

Su mirada se unió a los cansados azules de Suletta, ella emitió una sonrisa genuina, con la mirada sintió que se disculpaba por el inconveniente.

Miorine solo pudo suspirar en derrota, incluso si quisiera regañar a Suletta, no tenía coraje, no si la miraba con tanta ternura, ya se desquitaría después con Eri.

-tienes un poco de fiebre-murmuró calmada, y aún con la situación le resultó imposible resistirse al tacto de su esposa.

Con movimientos todavía cuidadosos y suaves, envolvió a Suletta en un abrazo, sus labios tocaron la frente de Suletta con todo el amor que podía transmitir.

-estaré bien-aseguró Suletta, mientras le devolvía el abrazo y soltaba una pequeña risita. Escucharla feliz fue suficiente para calmar su corazón.

Guardaron silencio unos instantes, manteniendo todavía el abraso La sensación se volvió tan familiar para Miorine, junto con la familiar punzada de dolor y culpa, esta situación le recordó los primeros meses de la recuperación de Suletta, en aquel entonces este solo contacto le causaba un gran dolor a Suletta.

Hubo noches que ninguna de las dos podía dormir, Suletta por sus terribles dolores, y ella por la angustia, sintiéndose inútil por no poder quitarle el dolor a su prometida.

Un par de lágrimas corrieron por sus mejillas al tener esas imágenes tan presentes en su mente. Suletta se dio cuenta y buscó espacio entre ellos para encontrarse con su mirada. Su rostro era un gran signo de interrogación, parecía como si estuviera a punto de disculparse por algo que no había hecho.

Miorine fue más rápida y prefirió silenciar a Suletta capturando sus suaves labios. Suletta soltó un breve gemido de sorpresa, pero ella también le correspondió, sin embargo, fue más corto de lo que esperaba. Suletta volvió a distanciarse de ella, todavía mirándola preocupada.

-Mio...hmm-y una vez más ella la silenció capturando sus labios, estaba vez ejerciendo ligera fuerza en el abrazo para evitar que se alejara.

Suletta intentó ser gentil, corresponder paro luego apartarse, pero Miorine lo evitó. No quería pensar en esos recuerdos. No pretendía ignorarlos, pero era algo del pasado. Suletta por fin estaba bien y sana, quería asegurarse de que esto fuera real.

-hmm...- ella en ningún momento tuvo la intención de encender las cosas entre ambas, solo quería calmarse intimando un poco con Suletta, para su gran sorpresa y deleite su situación fue revertida.

Suletta ya no intentó alejarla de ella, ni mucho menos, profundizó su beso, siendo ella quien ahora dirigía el contacto. Miorine se vio obligada a tomar distancia para buscar aire, no tuvo mucho tiempo para descansar, y no tenia humor ni ganas para quejarse, podía priorizar esa energía en algo más productivo.

-Sul... hmm-su esposa invirtió sus posiciones, ahora era ella quien descansaba sobre la cama, con una emocionada y ansiosa Suletta encima.

Una mano ajena se perdió debajo de su blusa, su toque era gentil y precioso, una vez más se vio obligada a separarse solo para jadear en busca de aire. Suletta lo aprovechó para ahora descender por su cuello, sintió sus dientes presionando en su yugular, otro jadeo sonoro escapó de sus labios mientras Suletta seguía descendiendo y marcando su piel.

Una de las manos de Suletta empezó a desabotonar su blusa, con algo de torpeza pero en definitiva con mucha convicción, la otra mano subía con firmeza por su delgado abdomen logrando llegar hasta la tela de su sujetador.

Su mente intentaba ponerse al día con lo que pasaba, pero era difícil concentrarse con los labios de Suletta ahora marcando su clavícula, y los ruidos vergonzosos que se le escapaban solo motivaban a Suletta.

-¿debo irme o traer palomitas?

Eri, pensó Miorine con dificultad, había olvidado que todavía estaba allí. Suletta tardó un poco en reaccionar, pero cuando lo hizo dio el salto más grande hasta el momento, tal vez había batido algún récord porque alcanzó hasta un metro de distancia lejos de la cama.

Movía los brazos de forma tan extraña y casi antinatural mientras emitía pequeños sonidos de vergüenza.

Ella todavía intentaba recuperar el aliento, con un terrible pesar y dolor se sentó sobre la cama, jamás había maldecido tanto a Eri como ahora, quizás y si debería tirarla por la venta y continuar con lo que Suletta empezó, ¿o ella lo empezó?... cierto.

-tu fiebre, no deberíamos estar haciendo esto-dijo mas consciente, intentando tomar el control de la situación.

-y tú eres la que más sufre-Eri volvió a burlarse.

Suletta dio un pequeño grito ahogado, ocultando su rostro con ambas manos, como si eso evitara que vieran su vergüenza.

-es-esto... yo... estoy mejor...-decía Suletta alejándose poco a poco, en algún momento corrió al baño para esconderse, mientras Eri reía ahora a carcajadas.

Fue inútil intentar callar a Eri, fue una misión imposible sacar a Suletta del baño, y cuando Prospera llegó se unió a las burlas de su hija mayor. Otro día normal en el hogar Rembran Samaya. 

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⏰ Última actualización: Mar 06 ⏰

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