El olor a rosas y a perfume masculino inundando sus fosas nasales mientras aquel hombre tomaba su mano y depositaba un mórbido beso sobre ella, al mismo tiempo que alzaba su mirada hacia sus propios ojos, Félix fingiendo una sonrisa coqueta hacia el hombre.
Los ojos de Félix se posaron sobre la pistola que era sostenida por el cinturón del hombre junto a un fajo de billetes, dólares para ser concretos, ya sabía lo que quería.
—Eres una belleza, muchacho. — le dijo el hombre con sus ojos ardiendo en llamas, sus manos quemando por acariciar la suave piel que lo llamaba.
Félix se removió en su asiento e hizo una suave inclinación con su cabeza.
—Mi nombre es Félix señor.
—Perfecto. Seré claro, me gustas, eres el mejor de todos aquí. — acarició su mejilla, bajando sus dedos por su cuello hasta sus clavículas, para acariciarlas y hundir un dedo suavemente en ellas.
Félix se mantuvo en su lugar, sin borrar aquella falsa sonrisa dibujada en su rostro, ni siquiera una arcada, estaba tan acostumbrado a aquella situación que ni siquiera se inmutaba, al contrario, instintivamente Félix llevaba una de sus manos hacia uno de sus muslos, apretándolo apoyándose en él.
¿Cuántos hombres habían pasado por él? ¿Veinte, treinta? Posiblemente el doble, ni siquiera lo recordaba, sólo quería que fuera al grano e hiciera su trabajo. Solo quería que acabara.
—¿Ves todo esto que está aquí? Es posiblemente el quíntuple de lo que te pagan por una hora, sino es que más. Te daré todo esto si vienes a mi departamento a pasar esa hora y haces lo que yo desee, cobrarás lo que harías en cinco horas de trabajo chico, no puedes dejar pasar esta oportunidad. — Félix no apartó su mano cuando la sintió acariciando de más sus muslos y su rostro. — Y te daré aún más de propina si me gusta lo que haces.
No era raro que un hombre le hiciera propuestas así, era muy común. Benvenuto era el burdel más costoso de todo Seúl, posiblemente de todo el país, sólo iban hombres con mucho dinero y grandes contactos, eso sin quitar el hecho de que la privacidad era magnífica, ninguna persona sabría que estuviese allí, nunca, ni siquiera sus nombres eran mencionado si el cliente así lo deseaba.
El burdel con más calidad en chica y chicos. Sonaba gracioso, pero era verdad.
Solo trabajaban jóvenes apuestos, hermosos y tirando a lo exótico, todos ellos firmaban un contrato como cualquier otro trabajo, a pesar de que era ilegal la prostitución, al ser de alta gama, la política era involucrada, colocándose vendas en los ojos y siendo parte del negocio. Nadie era tonto, y mucho menos cuando de dinero se trataba.
—No puedo ir a su habitación señor, podemos ir a una habitación acondicionada a sus órdenes si desea. — intentó convencerlo, hablando en tono bajo y coqueto, cariñosamente haciendo un suave gesto en busca de comprensión.
—Creo que no has entendido muchacho. — dice el hombre subiendo la fuerza de su tono, pero al mismo tiempo siendo cuidadoso de que nadie escuchara. — Cuando termines aquí, quiero que vayas a mi departamento, como horas extra, algo así como un trabajo exclusivo, todo este dinero será tuyo, la casa no se enterará. — llevó una de sus manos a su arma y Félix sintió como su corazón dejaba de latir por un momento. Lo estaba amenazando, necesitaba ayuda.
Miró de reojo a taeyong, uno de los guardaespaldas del lugar, el guardaespaldas de los jóvenes que trabajaban en el lugar. Taeyong notó su mirada al instante y entendió lo que pasaba al ver su lenguaje corporal implorando ayuda.
