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La primera vez que Félix había sido acosado por un cliente, había sido apenas dos días después de empezar a trabajar en el burdel.

«Está totalmente prohibido la integración de trabajador-cliente fuera de Benvenuto, quien sea sorprendido dando un servicio fuera de la casa con el contrato en curso será sancionado con un castigo de segundo nivel.»

—No sabes cuánto me encantas, Félix. — gruñía el hombre sobre el cuello del muchacho. Félix estaba a punto de soltarse en llanto, sentía sus asquerosas manos tomando su camisa con fuerza al punto de poder rasgarla mientras su lengua se pasaba por su clavícula.

Félix iba a vomitar, su estómago estaba revuelto y el nudo en su garganta cada vez era más fuerte hasta el punto de dejarlo sin habla.

Félix estaba a tan solo una cuadra del burdel, acababa de salir luego de terminar sus horas de trabajo. Llevaba una chaqueta de mezcilla y una camiseta negra, en busca de no llamar mucho la atención ya que tenía que irse caminando hasta su casa la cual se encontraba a diez minutos del burdel. Eran las dos de la mañana y ya nadie se encontraba, y no confiaba en los taxis, prefería irse solo, que con probablemente un loco de por allí.

Nunca le había ocurrido nada malo o extraño en esos dos días de trabajo, o eso era hasta que el mismo hombre con el que se había acostado por primera vez en su trabajo, lo había seguido hasta llevarlo a un costado de la calle en un callejón oscuro.

Entonces allí se encontraba, en el suelo forcejeando con el hombre y gritando por ayuda.

Nadie te ayudará, es muy tarde. Le decía su subconsciente, mientras él lloraba. Ni siquiera había notado cuando ya había quitado su chaqueta, o cuando ya tenía sus manos bajo su camiseta mientras lo tomaba con fuerza, posiblemente dejando marcas a su paso.

Y cuando había pensado que todo había terminado para él. Un hombre había tomado al desgraciado de su cuerpo, golpeando su mandíbula y empujándolo lejos de Félix.

—Si no alejas tu asqueroso trasero de aquí te juro que voy a llamar a todos mis amigos y te buscaremos para jodidamente matarte. — el hombre tirado en el suelo lo miró con rabia y tocó su mandíbula sangrante. Entonces salió corriendo de allí, lejos y dejando a Félix con su salvador.

El menor no se movía, el frío empezó a consumirlo, y la agitación por el forcejeo aún lo invadía. Estaba asustado.

—¿Oye, me recuerdas?— Félix alzó la mirada, y vio a los ojos al hombre, asintió. Era uno de los guardias de seguridad del burdel. — Soy Taeyong, soy tu guardaespaldas asignado. — se agachó y se quitó su saco negro para ponérselo a Félix sobre sus hombros. — Vamos, tienes que ir a casa, hace mucho frío y mira como te dejó ese imbécil.

—Gracias. — murmuró en voz baja mientras Taeyong lo ayudaba a levantarse. — Yo puedo irme solo, gracias. — dijo a penas pudiendo caminar, sus piernas temblaban tanto que con el trabajo se podía levantar.

—No, Taeyong, vamos, te acompañaré a casa, a penas y puedes sostenerte a ti mismo. No me importa si vives hasta el otro lado de la ciudad pero yo voy a acompañarte. No pienso dejarte solo. — Taeyong asintió, sintiendo como los brazos de Taeyong lo sostenían cuidadosamente, apoyándolo contra su hombro y ayudándolo a caminar mientras se recuperaba de la situación.

Félix había pensado que esa noche iba a ser la peor de todas, o eso era hasta que gracias a la situación, Félix y Taeyong se hicieron grandes amigos. Siempre lo acompañaba a casa cuando Félix se sentía inseguro o cuando Taeyong se ofrecía, entonces luego tomaba un taxi y se iba a casa.

Según Taeyong le había contado, estaba comprometido con un chico llamado Jaehyun, siempre le decía lo hermoso que era y cuán enamorado estaba. Félix siempre escuchaba sus anécdotas de Taeyong con su pareja, y sus inmensos planes de viajar por todo el mundo una vez se casaran.

Benvenuto | HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora