Pólvora

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La discoteca se llamaba Paris en llamas, era una de las discotecas más populares de toda la ciudad, todos los jóvenes querían bailar en sus salas extensas y llamativas, pintadas de miles de colores brillantes que se propagaban por ellas como si un niño con una rabieta pintase sin parar y sin orden. Todas las plantas de aquella acumulación de gente pinchada estaban alborotadas, nada tenía razón de ser, había menores drogándose sin ningún control ni orden, otros follaban en los baños, había personas con vidas destrozadas que se peleaban para calmar su agonía, otros preferían quedarse sentados en los lujuriosos sofás con un buen pinchazo de heroína viendo su vida pasar, sin saber que en poco tiempo acabarían como los deambulantes de las calles que meaban en la puerta de aquella misma discoteca. La gente iba a desinhibirse a París en llamas y no dejaban paz en ningún rincón.

En aquella fiesta se ubicaba un grupo de chicas jóvenes, menores de edad algunas, aunque su edad era lo que menos les importaba, al contrario que a todos aquellos chicos que veían tentadora la corta edad de las presentes que sucumbían al impulso de mirar sus cuerpos con ropa corta y ajustada; eran provocativas, bailaban y bebían al igual que todos y todas ellas eran seguidoras de un alma perdida, la más alejada de la cohibición.

Esa chica se llamaba Perla, tenía un cuerpo esbelto en el que se fijaban todos los hombres específicamente en el evidente tamaño de sus senos y en su peculiar pero bonita carita, la llamaban puta en la calle y lasciva en su casa y tenía fama donde la vieran de despertar el instinto de lujuria en los hombres. Ese día se había vestido con una minifalda de cuadros blanca y gris y un crop-top fucsia, con la intención de provocar lo máximo posible a todos los hombres. "No soy tonta por tener una cara bonita" decía ella entre risas después de decir algo estúpido, lo repetía sin parar desde que escuchó a aquel chico decirle mientras follaban que ella era la prueba que demostraba la veracidad del dicho. No dejaba de decirlo porque odiaba a aquel chico desde el día en el que le dijo que prefería a las chicas con más culo. No le importaba su condición de chica poco inteligente, así era más feliz, odiaba estudiar y le deprimía pensar que hay gente en el mundo que dedica su vida a aprender y entender, pero le encantaba follar con chicos que eran más inteligentes que ella y que le impusieran normas o le dijeran lo que debe hacer o no, probablemente consecuencia de la necesidad que le había causado la ausencia de un padre lógico que no dictara sus sentencias sin piedad.

Esa misma noche Perla distinguió a un chico entre la multitud, bastante atractivo, había preguntado por él a una de sus ex y después de la descripción sincera debido a la borrachera que llevaba encima se dio cuenta de que era exactamente lo que ella quería, un hombre inteligente, atlético, poco emotivo y posesivo; el cuerpo le pedía follárselo esa misma noche. Sabía que no sería la única chica que le buscaba, probablemente habría decenas en esa fiesta deseándolo, pero a Perla no le desanimaba pensarlo, de hecho, le parecía un motivo más para seducirle, era competitiva, su atractividad conquistaba sin perdón.

Perla se encontraba mirándole de reojo mientras bailaba, se mordió el labio y sonrió de forma seductora, dio media vuelta de golpe y sentenció:

—Tías, me lo voy a tirar

—¡Dilo, zorra! —exclamaron todas.

Perla bebió el último trago de su copa, se puso por última vez el lipgloss, se bajó el top y giró su cuerpo con tanta rapidez como para hacer volar su cabello. La prepotencia con la que actuaba según pasaba por la discoteca junto con el estruendo que causaban sus tacones y su manera de seducir intencionada provocaba miradas indiscretas entre los jóvenes.

él estaba de espaldas a ella, hablando con otro chico aparentemente de edad similar, este se percató de que ella venía directa a hablar con uno de ellos y le avisó disimuladamente antes de que le sorprendiera, él tornó su cabeza hacia un lado y de reojo vio cómo se acercaba. Perla los miró de forma infantil nada más aparecer

Filosofía de un suceso sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora