Roma

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Sonaba una melodía extraña, confusa probablemente una mezcla de diferentes piezas musicales, alguna parte era identificable, resonó como un eco la voz de Billie Holiday, de repente empezaron a sonar todas las teclas de un piano en escala y al unísono gemidos, más gemidos y poco a poco fueron desapareciendo las diferentes estelas de sonido hasta dejar un profundo silencio inquebrantable.

Apareció una obra de Tom Finland que cambió el ambiente, el dibujo estaba trazado en carboncillo y presentaba a un policía con un cuerpo muy masculino, vestido con unos vaqueros ajustados, unas gafas de sol por las que miraba fijamente y una chaqueta de cuero abierta que mostraba su torso.

La imagen se quedó paralizada durante un largo rato.

De repente, se mordió el labio inferior, sonrió, miró fijamente hacia delante y empezó a caminar ladeando levemente sus hombros, provocando que pareciera que el propio dibujo se hiciera más grande, hasta llegar a un punto en el que su brazo atravesaba el marco, después su pierna y finalmente todo su portentoso cuerpo.

Mientras se acercaba, se peinaba y volvía a morderse el labio inferior una vez más hasta llegar a estar tan cerca de Roma que parecía que sus cuerpos se frotaban.

—¿Cómo te llamas? —preguntó el hombre con una voz grave que resonaba.

—Roma —respondió asustado apartándose un paso hacia atrás respecto a él.

—Encantado Roma, yo me llamo William, ¿Has estado alguna ver allí? —preguntó con una sonrisa seductora.

—¿Que? ¿Donde?

—En tu nombre.

—Ah, no, quiero ir, pero... Oye ¿tú quién eres?

—Ya sabes porque me llamo así, no hace falta dar explicaciones.

—No entiendo, ¿te conozco?

—Sin lugar a ninguna duda, bueno, ya que me has preguntado quien soy, debo preguntártelo yo a ti. ¿Cómo te llamas jovencito?

—Joder, ¿qué cojones está pasando?¿Dónde estoy?

—Te acabo de preguntar quién eres —replicó con una cara de desaprobación debido a la respuesta obtenida.

—No quiero tus caramelos, gilipollas.

El insulto provocó que el ambiente cambiara deteniendo la música y volviendo el aire que se respiraba un poco más agresivo.

—¿Tienes miedo?

Roma no respondió, se quedó estupefacto, sin saber que responder. De repente, recordó un momento que le hizo darse cuenta de que sabía que no podía negarlo, un momento desastroso en la historia de su vida que le perduraba en la mente, tenía que ver con el hombre de enfrente, le temía.

—No mientas —dijo el policía mordiéndose otra vez el labio—. Te dejaré en paz cuando me cuentes qué te da miedo.

Otro recuerdo apareció en su mente recordándole lo que temía, era el cuerpo de un hombre forzándole a hacer algo.

—Me estás asustando, vete de aquí.

—No quiero hacerte daño, como mucho hacerte gemir —sonrió de manera depravada.

No sabía dónde estaba, miró hacia los todos los lados desconcertado intentando buscar una salida, pero las salidas no existían, todo estaba blanco y solo podía ver a un hombre, el mismo que temía.

—¿Dónde estamos?

—Ya lo sabes

Roma fue retrocediendo pasos hacia atrás, pero el policía se acercaba cada vez más.

—Apártate de mí.

—Roma, no te voy a hacer nada, me conoces perfectamente.

Otro recuerdo apareció, provocando que se diera cuenta de que esto no había sido la primera vez que le pasaba. 

—Todo es un sueño —pensó al instante.

—Joder —Roma se quedó pensativo por unos segundos y respondió—: todo está en mi mente —se encontraba preso de un sueño, o más bien una pesadilla—. ¡Fuera!

—No puedo irme, porque efectivamente, estoy en tu mente.

—Cállate.

El policía agarró al muchacho sin esfuerzo, venciendo el forcejeo instintivo del chico por intentar escapar, la resistencia de Roma no tuvo éxito, provocando que él le apretara su cadera contra la suya, inclinó su cabeza hacia arriba y todo el pecho hacia delante provocando que su cuerpo se frotara contra el de Roma.

—Me encantan tus ojos, ese tono castaño con un toque verdoso, es precioso y ciertamente provocador.

—¡Suéltame!

—Y ese pelo larguito, tu blanca y suave piel pulida como el mármol. y esos tímidos músculos, delgado pero fuerte, como a mí me gusta.

—¡Que me sueltes!

—Solo lo haré si te dejas llevar, tócame, toca todo lo que quieras, soy todo tuyo —dijo dejando entrever el tono de obligación de sus palabras.

—¡Ayuda, por favor, quiero salir de aquí!

—Nadie te va a ayudar, yo soy tú ayuda y tú problema —sonrió con una sonrisa de oreja a oreja.

Sin previo aviso, la visión que estaba ocurriendo en la mente de Roma empezó a teñirse de un tono rojizo que enturbiaba el ambiente. Al mismo tiempo el policía se bajó sus pantalones, abriendo paso a lo que tenía escondido debajo de ellos, no había nada tangible, solo imágenes que proyectaban mucha carne, cuerpos desnudos apelotonados que aparecían cubriendo la mente de Roma, los cuerpos gemían de placer, se revolcaban y Roma repetía una y otra vez la misma frase—: ¡quiero salir de aquí, déjame en paz!

—Esto lo haces por voluntad propia, no llores —le replicó una voz.

Las visiones de los cuerpos continuaron y al verse sin fuerzas para vencer a su propia mente del martirio interno, se dejó llevar y sintió como todo el placer inundaba su cuerpo.

De repente Roma se percató de que todo se desmoronaba, las visiones desaparecían lentamente y todos esos cuerpos dejaban de existir para dar paso a la calma.

Entonces escucho el vago sonido de un coche pasar y entendió el lugar en el que se ubicaba, estaba en su habitación y se acababa de despertar de una pesadilla.

—Mierda —suspiró al notar que tenía mojados todos los calzoncillos.

Filosofía de un suceso sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora