Capítulo 7: Homecoming

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El primer mes de clases fue un caos. Todos querían que el inicio fuera perfecto, pues era nuestro último año y, a la vez, por eso mismo debíamos ya pensar en qué universidad íbamos a ir el próximo año, lo que a muchos nos estresaba más de la cuenta, por lo que, no era capaz de asimilar todo lo que pasaba y sentía que todos nos sonreían diciendo «de aquí se van al mundo a hacer grandes cosas», pero ¿y si alguien no hacía algo grande? ¿Por qué siempre tenía que importar quien tuviera más éxito? ¿Por qué no bastaba con solo vivir?

Tenía que llevar solo mis pensamientos y miedos, pues cada vez que estaba con Elizabeth, sentía que era como un adorno para ella, uno que no le interesaba cómo estaba, sino que solo le importaba que estuviera ahí. Siempre presumía de nuestra relación en redes sociales o con el equipo de porristas y cada chica que se le acercara, pero no se sentía como una relación real. No me sentía cómodo con ella y todo el tiempo trataba de ser un buen novio, pero ella estaba más preocupada del baile de bienvenida.

A un par de semanas del baile, me pidió que fuéramos al centro comercial y acepté, en lugar de ir a la práctica de basquetbol. Recorrimos varias tiendas de ropa, buscando el vestido que más le gustara para el baile de bienvenida, pero no encontró uno que le terminara de gustarle, por lo que tuvimos que ir varias veces a distintas tiendas de la ciudad, hasta que encontró uno con el que parecía una verdadera princesa de Disney. Era de color celeste pastel, con una delgada tela brillante por encima, siendo semejante al de Cenicienta.

Por supuesto, ahora teníamos el drama de los zapatos. Debido a la obvia semejanza, ella quería ir con zapatos que se parecieran lo más posible a los de Cenicienta.

—¿Qué tal difícil sería hacer zapatos de cristal? —preguntó.

—No creo que sea físicamente posible que lo uses.

—¿Por qué? —Ella se molestó.

—Porque... —Tenía que dar una respuesta simple—. Bueno, si se rompen, te enterrarías los trozos de cristal, ¿no crees?

—¿Por qué se romperían?

—Igual, nunca he visto que hagan zapatos así, por lo que, deberías pensar en otra cosa.

—Ugh, cierto.

Luego de un par de días, encontró un par de zapatos que le gustaron. En toda esa semana, vi lo menos posible a mis amigos, tampoco fui a las prácticas del equipo, pues estaba pendiente de Elizabeth. Como si fuera poco, quería que me comprara un traje que combinara con su vestido, pero no estaba dispuesto a comprar un traje celeste pastel solo para usarlo esa noche. Era mucho dinero por algo tan insignificante y me molestaba que ella no era capaz de pensar en eso, de pensar en lo que opinaba yo, pues cada vez que intentaba decirle algo, ella me hacía callar para mostrarme opciones, o decía que el dinero era para disfrutarlo y que solo íbamos a vivir ese año juntos una vez.

Y sí, tenía razón en eso, pero a la vez, yo nunca le di importancia a ese tipo de cosas, solo la acompañaba porque era mi novia, aunque cada cosa se sentía fastidiosa.

Al lunes siguiente, Adrián se me acercó en el pasillo, mientras iba a mi casillero. Yo estaba solo, pues Elizabeth estaba coordinando algunas cosas para el baile de bienvenida, que sería ese sábado.

—Ya casi no nos vemos —dijo y se cargó sobre un casillero.

—Elizabeth está estresada con todo lo del baile y me pidió que la acompañara a comprar —respondí, mientras abría mi casillero.

—¿Todos los días?

—Aunque no lo parezca, así es. Ni siquiera he ido a entrenar.

—Ah... Igual, yo tampoco tengo tiempo, si te soy honesto.

Donde termina el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora