Capítulo 12

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(Con Percy)

El sol salía lentamente mientras luchaban, calentando ambos ligeramente con su resplandor, el suelo helado y estéril que les rodeaba, incluso cuando se reflejaba en la nieve y casi les deslumbraba con su brillo.

El viento era frío y feroz, enfriando sus ropas empapadas de sudor mientras se arremolinaba a su alrededor, azotándoles con su fuerza y ferocidad.

No hacía tanto frío ni era tan invernal como en Maine y Washington DC, pero el invierno seguía atenazando la tierra con sus dedos helados.

El suelo bajo ellos estaban helado y cubierto tanto de nieve granulada recién caída como de nieve compacta.

Levantando su espada, el brazo de Percy temblaba con cada golpe que bloqueaba o desviaba, sus pies resbalaban y se deslizaban bajo él mientras intentaba estabilizarse y retrocedía contra sus atacantes.

Se había visto obligado a ponerse a la defensiva.

Odiaba luchar a la defensiva.

Era una persona ofensiva por naturaleza, tanto en términos de lucha como de personalidad.

No se desenvolvía bien a la defensiva.

Mientras continuaba luchando, pudo ver que Thalia, Zoe y Phoebe también luchaban a la defensiva.

Los dos cazadores lo estaban haciendo bien, a pesar de las condiciones adversas, y de la resbaladiza nieve compactada y el hielo bajo los pies.

Tenían sus cuchillos de caza en la mano, y bailaban alrededor de los Sparti más grandes y desgarbados; a menudo utilizando su superior agilidad, habilidad y, en el caso de Zoe, su superior fuerza, para mantener a raya a dos de los Sparti.

Su juego de pies era molestamente ligero mientras luchaban, cada acción y movimiento grácil en su elegancia, y brutal en su ejecución mientras zigzagueaban alrededor de sus esqueléticos atacantes, castigándoles por cada paso en falso o golpe fallido.

Los Cazadores estaban ahora en su elemento, luchando en la naturaleza contra presas más grandes, más fuertes y más lentas. Estaban entrenadas para esto, y tenían siglos, o en el caso de Zoe, milenios de experiencia, haciendo precisamente esto.

Thalia, mientras tanto, se encontraba en una posición similar a la suya.

Luchaba a una media docena de metros y, a diferencia de los Cazadores, que tenían un estilo de lucha más controlado y cuidadoso, ella confiaba en la fuerza bruta y en el alcance que le daba su lanza mientras bailaba alrededor de uno de los guerreros esqueléticos.

Por el rabillo del ojo, pudo ver que de vez en cuando toda su figura se envolvía en relámpagos, mientras utilizaba la velocidad mejorada que le daba su capa de relámpagos, para evitar algunos de los ataques de los Spartus, incluyendo una o dos veces una bala perdida cuando éste encontraba el espacio para disparar una con su arma de mano, incluso mientras ella asestaba regularmente sus propias réplicas atronadoras con la punta de su lanza.

Entre los cuatro, de momento, les iba bien.

Pero sabía que no duraría.

De momento era una batalla de desgaste, que si continuaba, seguro que perderían. Después de todo, no estaban luchando contra monstruos normales que irían a menos tras unos cuantos golpes bien asestados. En su lugar, se enfrentaban a guerreros esqueletos inmortales, incansables y bien armados, que además podían regenerarse de cualquier daño que infligieran.

Una luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora