Chapter thirty four

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     「Your Majesty

📍 KING'S LANDING

Hace cinco años la princesa había abandonado la corte, siendo una joven de diez y siete onomásticos, su belleza era inigualable al igual que su hermana mayor. Los bardos cantaban sobre su belleza y su intrepidez, hombre escribían poemas y luchaban por su favor, incluso las mujeres entregaban pañuelos.

La princesa Saerys ya no era una niña berrinchuda y caprichosa. No, ya no lo era en absoluto. Era una mujer, una mujer hermosa y embarazada.

Su atuendo sin duda alguna era el reflejo del oro en sus barcas y su buen gusto. Un vestido negro marcado justo por debajo de sus pechos, una hermosa falda, sus accesorios dorados con diamantes amatistas, cabello recogido en trenzas intrincadas cortesía de su esposa. Tan hermosa como su hermana y como su esposa.

A su lado marchaba la maravillosa Laena Velaryon. Con un vestido igualmente negro y hermoso que resaltaba sus curvas a pesar de llevar tres embarazos completos. Brillante como una perla y atrevida como un jinete de dragón. Sus accesorios eran aquellos que Saerys le había regalado un día antes de su boda Valyria. Collar, pendientes, brillante anillo de acero valyrio.

Pero lo que más llamaba la atención, era esa tiara sobre su bella cascada de rizos platinados. Algo tan atrevido como proclamarse en contra del rey usando una corona. Pero a Saerys poco le importo, su esposa se veía tan hermoso con ella y a la mierda la corte.

Caminando con la frente en alto, escuchando el rugido de Vhagar mientras llegaban finalmente a l pie del trono.

Los gemelos poseían el cabello castaño como sus primos, igual que sus ojos violetas, solo que contrario a ellos tenían un mechón platinado en el mar oscuro. Esto le daba más fuerza a la legitimidad de los hijos de Rhaenyra.

Quienes también contaban con ojos violeta.

Saerys se regocijó de las miradas sin soltar a su hermosa esposa, quería presumirla a todos en la sala. Ella se había casado con una de las mujeres más hermosa de todo Westeros.

—Esta embarazada— pudo escuchar los susurros lejanos nada discretos.

Todos aquellos que eran tan viejos para recordarlo, la niña que sostenía Saerys era una réplica a ella cuando era joven un poco más mansa.

Alicent apretó su mandíbula, tenía tantas esperanzas en cuanto escuchó el regreso de Saerys sin Vhagar. Y muy en el fondo ansiaba ver la miseria en el rostro de Saerys por el fracaso de una relación con Laena, como un consuelo a su corazón roto aquel día hace cinco años.

𝐒𝐎𝐔𝐋𝐌𝐀𝐓𝐄𝐒-𝐋𝐚𝐞𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐥𝐚𝐫𝐲𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora