II

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La tormenta parecía no terminar nunca. Yo sentía mis extremidades entumecidas, por lo que no podía moverme.
¿Era eso o que el hombre frente a mí había roto todas mis barreras?
Me sentía pequeña y vulnerable. Completamente expuesta a la persona que más he amado.

Veo que aparta su mirada de mí. Desde el momento en que lo vi, mi corazón parecía desesperado por salir de mi caja torácica y mis pulmones se oprimían contra las paredes interiores de mis costillas, buscando expandirse para tomar aire desesperadamente.

Poco a poco, sin noción alguna del tiempo, vuelvo a sentir la lluvia sobre mi piel, a pesar de que nunca había dejado de caer. Y no sé si fue un arranque de valentía, que finalmente mis neuronas lograron hacer sinapsis o la neblina de mi mente, pero comencé a dar un paso tras otro, sin dudar, hasta llegar frente a él.

Sólo un paso de distancia era lo que nos separaba. Podía sentir el calor emanando de su piel, a pesar de la fría lluvia y el espacio que había entre nosotros. Cuando decidí levantar mi mirada, pude sentir como si los rayos del cielo provinieran directamente de sus ojos. Su mirada electrizaba cada rincón de mi ser y no fui capaz de leer sus pensamientos. Derribó cualquier acto de valentía que yo hubiera intentado concretar, y me paralizó de nuevo.

Instintivamente busqué refugio de aquellos rayos que amenazaban con quemarme viva y retrocedí tres pasos. Le di una última mirada, antes de darme la vuelta y huir. Ni siquiera sabía a dónde podía ir. Sólo corrí. Al final esa siempre era la última vista que tenía de mí, y me di cuenta que pese a todos los años que habían pasado, las cosas seguían siendo lo mismo: Yo nunca había dejado de huir de él.

Mis brazos rodearon mi torso con la esperanza de encontrar entrar en calor desesperadamente, intento que fue en vano, pues la lluvia seguía cayendo y el frío viento de temporada amenazaba con volar los tejados de algunas casas aledañas. Mi cabello caía sobre mi rostro y se pegaba a mi cuello y mejillas, pero no me detuve en ningún momento hasta que encontré la parada de autobús frente a un complejo de pequeños apartamentos de renta. Realmente había sido una distancia corta, pero el clima me hacía sentir que había cruzado el Océano Pacífico entero.

Mis zapatos escurrían agua como si de una esponja se tratase, pues el camino había estado lleno de enormes charcos, dando señales de que la ciudad comenzaba poco a poco a inundarse debido a la eterna lluvia que no tenía intención de cesar pronto.

Cuando tomé asiento en aquella descuidada parada de autobús, fue cuando mis pensamientos por fin comenzaron a fluir, y maldije en voz alta al percatarme que únicamente traje mi móvil conmigo y que gracias a la conmoción de mi encuentro con Jeon, me había olvidado el bolso bajo el pequeño techo de aquella farmacia.

Saqué el móvil y ni siquiera tenía intención de encenderse gracias a toda el agua que había absorbido, tal como lo predije. Quise nuevamente llorar de frustración y hacerme ovillo en aquel desvencijado asiento, pero decidí tragarme mi sentir y buscar la forma de salir de ahí lo antes posible, además de, con todo el dolor de mi corazón, dar por perdida mi computadora portátil y libros.

No tenía dinero, ni móvil, y estaba atrapada en el medio de una de las peores tormentas que había presenciado. Además, después de 4 años, me había reencontrado finalmente con mi primer gran amor. La vida a veces tiene formas muy divertidas de humillarnos.

Como si la vida quisiera cobrarme lo mucho que me equivocado, escucho a lo lejos el conocido rugido de una motocicleta. La lluvia hizo casi imposible ver algo más allá de tres metros frente a ti, pero pude identificar el lugar de donde venía el sonido. Pasaron varios segundos y el sonido del motor se fue intensificando hasta que logré ver al hombre que tanto tiempo anhelé volver a encontrar. Voltea a verme y frena por unos segundos, antes de volver a desaparecer entre la lluvia.
No puedo culparlo, lo dejé botado de nuevo. Pero no podía evitar sentirme decepcionada y enojada.

The way I loved youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora