Déjate de ordenes.

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Estaba en los brazos de una mujer, ella me cantaba una bonita melodía para que me durmiera en sus brazos. En mi sueño, todo era maravilloso hasta que un estruendo me despierta de golpe. Abro los ojos y veo a mi madrastra, Gloria, entrando por la puerta con rapidez.

Ni siquiera parece haberle importado tocar mi puerta o despertarme dulcemente, me siento en mi cama sin evitar que mi mirada se dirija a el bulto de ropa que trae en uno de sus brazos.

—¿Qué quieres ahora, Gloria?—Le pregunto mientras me paso mis manos por la cara.

—Vengo a decirte que esta noche va a venir alguien muy importante y tendrás que vestir bien para la ocasión y dar una buena impresión. Este será el vestido que usarás, y quiero que te arregles. —Dice despectivamente mientras acomoda el vestido en mi cama, sin ni siquiera mirarme a la cara.

—Está bien, pero no pienses que usare nada que tú me des. Me pondré un vestido de mi madre. —Afirmo con seguridad.

Por primera vez en toda la mañana me mira, y esboza una sonrisa falsa.

—Ah, es verdad, tu madre, la muerta, olvide por un momento que gracias a ella eres tan maleducada. —Dice refunfuñando. —Está bien, de todas maneras tendrás que verte bien, ponte el vestido de tu madre. — Dice mirándome con desprecio pero a la vez como si tuviera lástima de mí. Fruncí el ceño, parece como si fuera a pasar algo importante, o malo.

La mire otra vez, molesta por la forma en la que habla de mi madre, como si fuera algo que carece de importancia.

—Lávate la boca antes de hablar de mi madre. —Reaccionó, por fin.

—Esa mujer no sabía hacer nada, ni siquiera supo como manejar un auto en una carretera, era inútil al igual que tú. — Dice mientras se va de mi habitación.

No se como se atreve a hablar así sobre mi madre. Eso fue un accidente, todos lo sabemos, y siento como si el corazón de mi madrastra fuera de piedra, e incapaz de empatizar.

Y además tengo que aguantar el muermo de cena. Siempre hablan de negocios. Son un verdadero asco. Parece que lo único que saben hablar es de mi padre o de su dinero, siempre hablan de sitios para construir edificaciones, o sobre sus aspiraciones y que le parecen los futuros planes de los amigos de mi padre... y por supuesto, hablan de mi. Muchas personas tienen la suerte de haber nacido en una familia normal y sin restricciones, pero yo no tuve tanta suerte, literalmente le ponen precio a mi cabeza, no en el sentido de matarme, aunque preferiría eso a aguantar a los imbéciles que siempre le dicen a mi padre: "¿Y tu hija, cuándo va a madurar?", "¿Cuando le vas a presentar un chico a tu hija?", "¡Mi hijo sería perfecto para tu hija!" y mil comentarios así, ya ni siquiera me importa lo que digan sobre mi o de mi futuras relaciones, estoy condenada a vivir así.

Son comentarios que ya estoy cansada de escuchar. Mi padre sabe muy bien que me quiero casar con alguien a quien ame y que esa persona me ame de verdad, no al dinero que algún día heredará ni a la fama de mi familia. Ni mucho menos con el hijo de ninguno de los amigos de mi padre, y menos aún con alguno que no conozca.

Todo esto es por el trabajo y la fama de mi padre, lo conoce toda Italia y parte del mundo entero. Solo por ser un jefe de empresa.

Llegó la hora de la cena. Mientras bajo las escaleras lentamente veo a un chico pelirrojo con los que creo que son sus padres. Supongo que será el chico del que me hablaba Gloria.

Él parecía seguro de sí mismo, pero de alguna forma, también sé que opina lo mismo que yo sobre esta insoportable cena.

Yo sigo tensa, más que nunca, y nerviosa, ya que no sé lo que está tramando Gloria, me da muchísimo más miedo lo que sea capaz de hacer ella, que cualquier cena.

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