¿Sería posible encontrar a tu alma gemela en un hombre de negocios, dispuesto a arriesgarlo todo por ti?
Quizá esa pregunta no se la hiciera nadie más que él mismo y posiblemente nunca tendría una respuesta concreta.
Podía verlo a través del espejo roto y salpicado de aquellos apestosos baños. Tecleaba como loco en el teléfono con una mano y con la otra se abanicaba el rostro con ayuda de su camisa tres tallas más grande. Hacía calor ahí dentro y el olor que los cubículos desprendían no ayudaba al hombre que estaba más habituado al ambiente fresco y disperso de las ciudades.
Estaba terminando de ajustarse las vendas mientras el otro preparaba su coartada. San rodó los ojos por enésima vez. No entendía cómo, si es que era su representante y contador, tenía que darle explicaciones a su entrenador. El hombre estaba de vacaciones en alguna isla y lo que menos le importaba en esos días era dónde metía San los puños. No veía el caso a darle explicaciones.
Sin embargo, Wooyoung siempre le respondía con lo mismo. Por precaución. En medio de la nada podía pasarles cualquier cosa y si al menos alguien de su equipo no estaba al tanto, los nervios del contador no se apaciguaban hasta que volvía a poner pie en el asfalto.
Contrario a él, que disfrutaba sentir el polvo y la paja bajo sus pies. El espeso aroma almizcleño del sudor y el alcohol que impregnaba el aire. Los gritos de hombres que escapaban de sus ciudades, del estrés del trabajo y las expectativas sobre sus hombros para entregarse a sus primitivos instintos, que los hacían descargar su energía acumulada en las vociferaciones y empujones, con el afán de ver a dos hombres golpearse, sangrar, escuchar el crujido de los huesos al romperse.
También le gustaba escuchar de esas voces su nombre.
–Choi San– llamó un hombre, hace cuatro años.
–¿Qué?
Cuando alzó la mirada, se encontró con un hombre, que no aparentaba más edad que él, enfundado en ese traje de un café apagado y soso, con el rostro ojeroso y demacrado, lucía mayor. Perdido. Sin embargo, cuando alzó la mirada y se encontró con sus ojos, vio la chispa de la vida pugnando por salir de su escondite.
–Soy Jung Wooyoung– dijo, extendiendo hacia su rostro una mano fina y sin heridas. –Te vi pelear.
–Como todos los demás– le restó importancia. Si seguía mirando a aquellos orbes amieladas sólo encontraría su reflejo.
–¿No tienes equipo?
–No.
–¿Representante?
–¿Tengo pinta de tener representante?
–Ciertamente que no.
–¿Me das permiso?
–Oye, muestra algo de respeto– le riñó. San alzó una ceja. Estaba cansado y dolorido, no tenía ganas de ponerse a balbucear con un turista que no parecía tener nada que ver con las apuestas. –Te hice un favor antes ¿recuerdas?
–¿Qué? –el chico señaló hacia sus manos. San recordó entonces.
Durante su pelea, una de sus vendas se había aflojado, lo cual no era raro que pasara porque aún no tenía la experiencia ni la habilidad necesaria para ponérselas sólo y la izquierda siempre le causaba distracciones. Sin pensarlo, se dirigió hasta el primer sujeto que se curó. Casualmente, resultó ser el chico que tenía de pie frente a él.
Ahora, cuatro años después, el mismo chico, cuyo estilo de hombre oficinista de mediana edad se transformó como una mariposa, caminaba a sus espaldas.
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AMANTIS AD ARAS • WOOSAN
Fanfiction¿Será posible encontrar tu alma gemela en medio de la nada? ¿Será tu alma gemela un hombre que lucha para vivir? ¿Será tu alma gemela un hombre que apuesta por ti? Donde Jung Wooyoung es un contador sin expectativas de la vida y Choi San un novato e...