Capítulo I

1K 54 11
                                    

La rutina diaria de la rubia no variaba mucho. Todos los días días se despertaba para ir al trabajo, atendía a los clientes, hacía el cierre de la fábrica a las 8:00 p. m. y se iba a casa. Aquello era algo bastante monótono y que ya la tenía harta, lo cual era bastante triste, porque ser jefa de CandyLand era algo que siempre había querido.

No había días demasiado diferentes. A veces alguno que otro cliente prepotente intentaba pasarse de listo y meterse con ella, pero Mandy era una persona muy paciente y lidiaba con estos de forma eficaz. Al menos, tenía como alivio que sus trabajadores eran personas tranquilas y realmente no tenía problemas con ninguno de sus subordinados; de hecho, sus dos mejores amigas eran dos chicas que trabajaban en la fábrica, Buzzete y Nita. A veces platicaba con ellas, y eso hacia su día más ameno.

Así pues, sus única queja respecto al trabajo eran el trato de algunos clientes. De todas formas, también estaba el problema de que su rutina comenzaba a ser demasiado aburrida y la monotonía estaba comenzando a consumir su vida. Por alguna razón, sentía que algo le faltaba.

No fue hasta un día miércoles que Mandy notó algo diferente. Estaba haciendo el cierre de la fábrica como de costumbre, hasta que se sintió extrañamente observada. Instintivamente volteó su mirada hacia la entrada de la tienda, pero no notó nada fuera de lo usual.

Un par de días después, volvió a ocurrir algo similar. Esta vez, Mandy se encontraba recogiendo algunas cosas de su casillero, hasta que escuchó el sonido de la puerta de la entrada, como si alguien intentara abrirla. Siempre, cuando todos sus trabajadores se iban, Mandy cerraba la puerta mientras hacía el cierre, precisamente para que nadie pudiera entrar. “Qué extraño” pensó, pero tampoco le tomó demasiada importancia, razonando que pudo haber sido un cliente que intentó entrar y se fue viendo que ya estaba la tienda cerrada.

Después de una semana, donde todo iba relativamente igual, volvió a pasar algo fuera de lo común. Mientras cerraba la fábrica, notó una sombra por el rabillo del ojo, pero cuando volteó a ver, no había nada más que el oscuro callejón al lado de la fábrica. Sin embargo, esta vez se sintió algo incómoda, por alguna razón.

Luego de dos semanas, cuando ya se había olvidado de aquello, estaba teniendo la sensación de que alguien la seguía. Esto perduró durante los días siguientes, y fue cuando comenzó a sentirse realmente preocupada. En lo que hacía el cierre, volteaba constantemente a la puerta de la entrada, pero no veía ni escuchaba nada. También en lo que terminaba de cerrar la puerta de la fábrica antes de irse, pero de igual forma, las calles permanecían tranquilas.

Mandy trató de tranquilizarse y pensar en que quizás su mente le estaba jugando una mala pasada. Después de todo, últimamente se encontraba más estresada de lo usual, producto de lo pesado que era ir a repetir la misma rutina todos los días. “Debe ser eso. Quizás solo necesito descansar” razonó, sintiéndose más calmada.

En un par de semanas todo volvió a como era antes. Dejaron de sucederle cosas raras y ya no tenía la sensación de que alguien la seguía a casa después del trabajo, así que se alivió de que solamente estaba siendo paranoica por el estrés.

Sin embargo, aquella sensación de paz rápidamente se vendría abajo. Mientras se encontraba cerrando la fábrica, nuevamente volvió a sentirse observada. Volteó hacia atrás y vio al otro lado de la calle a un chico pelirrojo vestido de bufón. Había algo en él que la inquietó bastante, y no sabía si era por su forma de vestir, por su sonrisa, o por la forma en que la estaba observando.

Rápidamente todas sus alarmas internas se encendieron y se apresuró a cerrar para irse a paso acelerado. De vez en cuando volteaba hacia atrás para vigilar que no la siguiera, pero el chico se quedó en el mismo lugar de la calle, simplemente observándola irse.

Los días siguientes tuvo miedo de ir a trabajar, y con razón. Aquello había sido una experiencia aterradora. Sin embargo, tuvo que ir, pues no había nadie que supliera su puesto. Era la jefa, después de todo. Luego de eso consideró seriamente añadir un puesto de subjefe para que pudiera suplirla en casos como ese.

Para su suerte, en esos días no volvió a ocurrir nada parecido. No dejó de estar alerta, mirando hacia todas partes a ver si aquel muchacho vestido de bufón volvía a aparecer, en cuyo caso llamaría a la policía. Sin embargo, no fue así. El chico no volvió a hacer presencia y tampoco volvió a sucederle ninguno de los extraños sucesos que le habían pasado en los últimos dos meses.

Luego de un mes todo aquello lo recordaba como un sueño febril, porque de repente su vida volvió a estar como antes. Sin embargo, no podía dejar de estar de los nervios, le era imposible relajarse. Mientras ponía el candado en la puerta de la fábrica, recordó las cosas que le habían pasado: el sentirse observada, los ruidos en la puerta, el sentimiento de sentir que la seguían y el extraño chico vestido de bufón.

Todo aquello pintaba mal, y una sensación desagradable le recorrió toda la espalda. Se sintió de repente en peligro, no solo porque todo en su mente pareció conectar, sino porque sintió que alguien estaba justo detrás de ella.

Su reacción inmediata fue correr, pero la persona detrás de ella la tomó y por la fuerza la acercó a él, rápidamente poniendo un paño húmedo tapando su boca y nariz. Mandy no alcanzó a gritar por ayuda. Forcejeó durante un rato con su captor mientras inhalaba el paño húmedo por el pánico, pero fue inútil, no pudo soltarse y comenzó a sentirse cada vez más y más débil. En algún punto todo el mundo se oscureció y perdió el conocimiento.

Run Away (Mandy&Chester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora