Capítulo III

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La rubia se encontraba en el suelo, desnuda y le faltaba el aliento. Había sido mancillada de una forma poco gentil y muy desconsiderada.

Aunque el pelirrojo le había prometido no hacerle daño, las marcas de sus manos se habían quedado en su cuello. Al recordar todo lo que el chico le había hecho, se sintió asqueada y con ganas de llorar otra vez. Entre los desagradables recuerdos, recordó lo último que le dijo antes de vestirse y salir del cuarto: “No esperes comida en estos días” expresó cortantemente antes de salir. También se llevó los pedazos de la mesita rota, dejando a la morena solamente con la cama blanca de su habitación.

Mandy se quedó nuevamente desesperanzada. Ya no tenía con qué defenderse y, lo que es peor, la puerta volvió a estar cerrada. Volvió a llorar hasta que se cansó, y el agotamiento volvió a hacerla caer dormida.

Al despertar, tuvo el alivio de no encontrarse con su captor. Sin embargo, todo seguía como antes. Incluso extrañaba la mesita, pues ahora lo único que quedaba en la habitación era la cama. Volvió a intentar abrir la puerta a la fuerza, dando patadas y utilizando todo su cuerpo, pero nada surtió efecto.

Volvió a repetir este proceso varias veces. El cansancio le ganaba y se dormía, y cuando despertaba volvía a intentar forzar la puerta con fuerza bruta. Sus intentos eran en vano y dormía cediendo al cansancio. En algún punto, comenzó a recibir agua y comida, apareciendo cuando despertaba. Al principio se negó, pero la necesidad pudo más con ella y terminó comiendo y bebiendo todo lo que su captor le hacía llegar.

No supo cuánto tiempo pasó después, pero comenzó a sentirse ansiosa de estar en ese cuarto blanco. Por alguna razón, no podía ver su propia sombra. El blanco comenzaba a calarle más y más la vista. Varias veces creyó escuchar cómo la puerta se abría, pero al dirigir la mirada la puerta seguía inmóvil. También pareció ver a su captor entrar al cuarto o estar al lado de ella, y tardaba segundos en darse cuenta de que no era así.

Para ese punto no distinguía bien la realidad de sus alucinaciones y estaba todo el tiempo ansiosa y con los nervios a flor de piel. Sin embargo, finalmente el chico apareció otra vez luego de un largo periodo.

Mandy lo observaba sin decir nada, aunque seguía reflejando un profundo temor en su rostro. El chico se acercó y la tomó gentilmente del mentón.

—¿Ya ves que es fácil recibirme como se debe? —dijo en un fingido tono dulce, sin embargo, la rubia seguía sin responder. De todos modos, el chico siguió con su monólogo— Oww, pobre bebé. Ven conmigo, te llevaré a una habitación mucho más bonita —el pelirrojo sacó una venda negra y, aunque Mandy pensó en rechazar que le vendara los ojos, supuso que probablemente se molestaría y la volvería a dejar encerrada, así que lo dejó hacerlo, temerosa de a dónde iba a llevarla ahora. El muchacho simplemente tomó su mano y la guio afuera del cuarto. Subieron unas escaleras, por lo que Mandy supuso que estaban en un sótano.

Comenzó a pensar en que tal vez solo la estaba llevando a algún lugar para asesinarla, como un animal de ganado yendo al matadero. Este pensamiento le heló la sangre y comenzó a temblar y a sollozar. Se detuvieron y escuchó cómo abría una puerta. Después pasaron, el pelirrojo volvió a cerrar y finalmente le quitó la venda. Ahora se encontraba en un cuarto amplio y elegante, con una gran cama, almohadas y edredones de terciopelo. Aunque, claro, cuidadosamente decorado para que nada le sirviera para intentar escapar. También esta habitación carecía de ventanas.

—Espero que disfrutes más tu estancia aquí —le deseó el pelirrojo y salió del cuarto, volviendo a cerrar con llave tras de sí.

Inmediatamente, la primera acción de Mandy fue buscar algo que le pudiera servir para escapar. No encontró nada, ni otra salida ni alguna herramienta u objeto que pudiera serle de ayuda para forzar la cerradura en la puerta. Podría estar mejor decorado y sin ese tortuoso color blanco que la estaba volviendo loca, pero aquella habitación estaba igual de vacía que la otra.

Aun así, intentó desesperadamente tumbar la puerta. Sus esfuerzos fueron inútiles, como anteriormente en el otro cuarto. De todas formas, la rubia estaba bastante desconcertada por el comportamiento de su captor. Al principio estaba en un cuarto oscuro, a punto de volverse loca encerrada en cuatro paredes blancas, y ahora estaba en una habitación más “cómoda”. También la forma en que hablaba, pues a veces parecía más espeluznante y otras se mostraba más piadoso.

Tuvo mucho tiempo para pensar en esto, pues nuevamente volvió a quedarse sola durante horas, y por lo que Mandy dedujo de su poca percepción del tiempo, también días, probablemente. En algún punto, se tuvo que ver escoltada hasta el baño, que era para lo único que la dejaba salir, y siempre con los ojos vendados, lo cual era bastante incómodo.

Aunque no sirvió de nada tratar de contar las horas y los días, pues en poco tiempo volvió a perder la noción del tiempo. En algún punto se sintió encerrada durante meses, pero no estaba segura de ello.

Fue un día en particular que, de la nada, su captor le hizo una visita diferente a otras.

—¡Creo que es hora! Ya esperé durante mucho tiempo. Vamos a jugar a mi juego favorito.

Run Away (Mandy&Chester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora