DOS VELAS

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Let's pack our stuff now and run away

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Let's pack our stuff now and run away

We can't be all we want in this small town
I'm a small-town miserable man.
That does what he can.

Miserable Man - David Kushner

Su estancia en la gran catedral no era buena ni mala, simplemente era existir. Pues, Dante sabía lo que lo había orillado a tomar aquella decisión. Lo raro era que a pesar de estar rodeado de personas de su mismo sexo jamás se sintió tentado, solo los observaba... y pensaba en qué fue lo que los habría dirigido a terminar en aquel lugar, se preguntaba ¿qué hacían o qué era de su vida antes de llegar a la catedral? ¿extrañarían su anterior vida?... solo pensaba, y se preguntaba todo y nada. Había muchas preguntas rondando por su cabeza cada día.

Había preguntas por aquí y por allá que de vez en cuando intentaba ignorar. Cada amanecer se levantaba sin ganas de seguir adelante, era más bien como si estuviese programado para hacer la misma rutina de siempre. Como si viviese en modo automático. Por las mañanas se despertaba, se aseaba y asistía a la misa con el resto de sus compañeros, después, se dirigía a sus clases normales; y justo a las seis con treinta minutos la campana volvía a sonar para la misa de la tarde y cada día era igual. Pero había algo que lo hacía sentir un poco vivo, lo descubrió un domingo que se dirigía a la misa de las seis.

Fue un momento de revelación al que él llamó "la hora dorada". El sol estaba en su punto y el cielo se había teñido de colores azulados y rosados, era un atardecer verdaderamente precioso. Justo en ese momento el viento sopló. Sintió por primera vez desde el núcleo de su alma a su propia soledad, su tristeza, sus ganas vacías, sintió su alma vacía. Observó como el ocaso comenzaba a ponerse, ese día decidió no ir a misa, prefirió quedarse sentado en una de las bancas alejados de todos, donde solo había abundantes árboles, algunos sauces, cedros, robles y una que otra jacaranda.

En ese momento se preguntó una vez más, ¿qué es lo que estoy buscando? ¿qué hago aquí? ¿esto es realmente lo que quiero? Y la pregunta que le hizo temblar el corazón, ¿acaso estoy viviendo una vida que no me pertenece? A esas alturas de su existir podría creer en cualquier cosa, se estaba perdiendo a sí mismo, se volvía loco. ¡Pero cómo iba a saberlo si sus emociones estaban tan revueltas como un remolino, como un tornado! Había veces en que sentía que ese era el lugar al que pertenecía o al menos se sentía en paz. Amaba su soledad, su paz, amaba estar a solas; sentir caer la tarde y esperara la llegada del anochecer. Pero también extrañaba a su familia, extrañaba la risa y reprimendas de su hermana cuando hacía algo gracioso o cuando le hacía alguna broma. Extrañaba la fragancia de su madre, la voz de su padre; su casa; su cuarto; su propia alma. Su espíritu.

Con el paso del tiempo había comenzado a olvidar algunas cosas que le daban sentido a su verdadero ser, la persona que era antes de llegar a la gran catedral. Sentado allí con los distintos sentimientos desbordándose sobre él, sacó su pequeño diario y su pluma. Era una libreta de cuero que un día su hermana le había obsequiado, nunca antes había tenido la necesidad de usarlo, jamás había escrito nada en sus hojas color café. La abrió y pasó la primera hoja, y en la segunda escribió el nombre de su momento favorito de ciertos días que venían a visitarlo en momentos donde sus emociones estaban a flor de piel: "la hora dorada". Después se pasó a la página siguiente y comenzó a redactar basándose a través de las emociones que estaba sintiendo.

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