EL REGRESO A JAYUS

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Borrowed a love that never came

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Borrowed a love that never came

Followed in every other shade.

Let it lead your love away
I never strayed
Let it bury you away
In all your blame, in all your pain
I will carry you always

Novo amor – Carry You

La mañana del diez de octubre fue una de las más frías en la gran catedral, a primera hora del día todos los chicos que residían ahí se encontraban listos con sus maletas hechas para abordar los autobuses que los llevarían al poblado al que cada uno pertenecía. El viaje tardaría al menos cinco horas, fueron alrededor de dos autobuses que se dirigían al poblado de Jayus, Dante se encontraba en el segundo, ya había guardo su maleta y se había sentado en una de las sillas que se encontraban al final del autobús, minutos después llegó su fiel amigo Luna y se sentó a su lado. Frente a ellos se sentaron Arthur y Villegas quienes llegaron juntos riéndose de alguna cosa que Dante desconocía. A su costado se posicionaron David y Lucas, cada uno ignorando lo que había a su alrededor. Durante el trayecto todo era silencio y paz, Dante quién era uno de los más interesados en volver a Jayus, no podía con la incertidumbre y espera para poder ver a su familia.

Arthur por su lado, sacó un libro de su mochila y se puso a leer. Transcurrieron las horas y la mayoría decidió dormir una siesta durante el traslado. Solo unos cuantos se quedaron con los ojos abiertos mientras observaban los majestuosos paisajes que la naturaleza les ofrecía, lleno de vegetación y más cosas. Pasaron por algunos pueblos cercanos a su destino, como por ejemplo: Lantana, Migdenolia, Azafrán y Seneca. De repente un hermoso manto lleno de nubes blancas y brillantes hicieron aparición en el bello cielo.

Habían llegado a Jayus.

El tan esperado destino los recibió con un hermoso y majestuoso clima, más cálido que el que había en la gran catedral. Arthur Durand fue el primero en quitarse el abrigo y la bufanda, abriendo los brazos y acercándose a la ventana para disfrutar del viento cálido que lo abrazaba intensamente, luego el resto fue copiándole la acción.

—¡Hemos llegado, al fin hemos llegado! —exclamó con gran entusiasmo y el resto aplaudió como muestra de aprobación. Todos se miraron entre sí e intercambiaron sonrisas, pues no era mentira que la gran mayoría extrañaba aquel lugar. A cambio de esto, recibió una mirada de rechazo por parte de uno de los sacerdotes que los acompañaban.

Dante se emocionó al ver el letrero que daba la bienvenida a Jayus, pero se asombró más al ver que éste había sido renovado. Lo recordaba como un gran pedazo de aluminio deteriorado con únicamente cinco letras, aunque algunos ya estaban borrándose. Y sonrió y sintió un vuelco en su corazón cuando leyó la frase que se lograba apreciar debajo de estas cinco letras.

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