El sentimiento de conformidad llenaba mi pecho mientras me miraba en el espejo de mi vestidor.
Era alto, muy alto. Por lo cual era bastante delgado, pesar de eso, los cuadrados en mi abdomen estaban bien marcados. Mi espalda era ancha y mis brazos eran fuertes.
Comencé a ejercitarme desde pequeño. Exactamente después de que un grupo de chicos me golpeará, recuerdo haber llegado llorando del enojo jurando nunca más permitir que alguien me faltará el respeto. Desde ese día siempre fuí al gimnasio.
Pasé la camisa negra de mangas largas sobre mis brazos, ocultando mis años con las pesas, excepto mi espalda. Se notaba su anchura.
Mis ojos cayeron en mi cabello castaño claro. No era largo, pero tenía demasiado. Intenté peinarlo de una forma que me gustará, cuando lo hice, acomodé mis anteojos y salí del vestidor, el cuál estaba adentro de mi cuarto.
Una lluvia de alagos cayó sobre mí cuando salí.
-¿Ustedes creen que me mirará?—Pregunte. Necesitaba que me respondieran, tener esa seguridad, aunque no estuviera confirmada.
—Así es—Afirmo Tabitha acercándose hacía mí para arremangarme la camisa hasta los codos—Tiene cara de corromper menores—Leyla estalló en carcajadas al escucharla, asintiendo con la cabeza, concordando con su novia.
—¿Seguras que estoy bien?—Volví a preguntar para cerciorarme.
—Tranquilo Alex, los que esperamos siempre ganamos—La rubia miró a mi amiga después de decirlo. Compartiendo las dos, una mirada significativa. Una mirada llena de amor.
Leyla espero un buen tiempo a Tabitha. Recuerdo cuando casi todos los días le traía cosas hechas a mano, mi amiga al principio no estaba segura de lo que sentía. Aunque con el paso del tiempo se permitió conocerla y quedó perdidamente enamorada de ella.
Eso me daba esperanza, solo que yo no soy tan valiente como Leyla para demostrar lo que siento.
Cuando Tabitha terminó de doblar la camisa, acomodó el cuello y me sonrió dando unos golpecitos a mis hombros.
—Es hora—Asentí. Ella y Ly también estaban vestidas para la fiesta. Muy guapas las dos.
Bajamos las escaleras llegando a la sala de estar. Mi madre juntó sus manos cuando me vió, mirándome con sus ojos celestes brillando. Dándome un gran abrazo, siempre se ponía nostálgica cuando veía que ya no era un niño.
—Suerte mi niño—Me deseo. Le agradecí, saludandola con un beso en la frente. Y con un golpe a mi hermano pequeño Ciro, el cual me saco el dedo del medio.
Subí al auto sintiendo nervios. El chófer nos llevaría y nos traería. La noche estaba hermosa, y la luna totalmente llena. Tenía un buen presentimiento.
Luego de varias cuadras llegamos a una casa de dos pisos aparentemente grande. Los tres bajamos llendo directo a la puerta.
Leyla parecía energética, lo cuál era raro.
Ella tocó la puerta e inmediatamente una mujer de mediana edad abrió, parecía ser la ayudante de la casa. Le agradecí mientras entraba, observando el lugar ni bien lo hice.
No parecía una fiesta, parecía más una reunión. Las únicas personas que se encontraban estaban en la sala frente a nosotros, sentados en los sillones. Pero le reste importancia a todo cuando mis ojos cayeron en su cabellera negra.
—Creo que me va a agarrar un paro cardíaco—Solté cuando la ví. Leyla río y Tabitha rodo los ojos—Está hermosa.
—Que cursi eres—Se burló Tabitha—Aunque hay que aceptar que si está hermosa—Y si que lo estaba.
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La Musa De Un Poeta
RomanceLa musa de un poeta es su inspiración para escribir. Barbara es mi musa, desde hace ya tiempo. HISTORIA 100% DE MI PROPIEDAD. PROHIBIDA SU COPIA U ADAPTACIÓN.