Estaba acostado en la cama de mi cuarto mirando al techo, pensando, tratando de idear un plan para poder acercarme. Tan solo poder saludarla y que sepa de mi existencia.
-¿Que puedo hacer?—Le pregunté.
—Hace más de dos años me haces esa pregunta y siempre te doy la misma respuesta—Me contestó desde la silla de mi escritorio mientras se arreglaba su maquillaje.
—No voy a darle mis poesías Tabitha—Me senté en la cama dándole las mismas palabras de siempre.
—¿Por qué no?—Pregunto frustrada dejando su pinta labios a un lado para mirarme.
—¿Cómo pretendes que se las de?—Cuestione igual de frustrado que ella.
—Dandoselas—Contesto cómo si fuera obvio.
—Claro—Me levanté de la cama fingiendo una sonrisa—Me acerco a ella y le digo: "Hola, se que no me conoces y que no sabías que existo pero, estoy enamorado de ti hace más de dos años y te vivo observando porque me inspiras mucho para escribir"—Termine de decir con evidente sarcasmo y cambie mi semblante a uno serio—No se va a enamorar de mí, me va a poner una orden de restricción—Me tiré de nuevo en mis almohadas gruñendo al mismo tiempo que escuchaba a Tabitha reír.
—Cualquiera se enamoraría de tus poesías si las leen, debes mostrarselas—Se lavanto de la silla para sentarse al lado de mí.
—No creo ser su tipo—Me saqué las manos de la cara sintiendome mal por ese hecho—Tal vez deba cambiar un poco para ser más de su tipo—Ese plan no sonaba tan mal.
—No—La determinación de esa palabra salida de sus labios me hizo mirarla. Me tomó de las manos haciéndome sentar para que la escuchará—Nunca, nunca cambies por nadie—Apretó mis manos entre las suyas para que entienda la seriedad de lo que decía—Eres perfecto, con tus sonrojos y tus tiernos anteojos, no cambies por nadie Alex—Pareció más una súplica que un consejo. Ella sonrió logrando que yo también lo haga, dando una promesa silenciosa entre nosotros, de que no cambiaría por amor.
—Oh, lo siento—Los dos miramos a la dirección de la voz—¿Interrumpo algo?—Preguntó mi madre desde la puerta, observando la situación.
—No—Negó Tabitha soltando mis manos—Solo charlas motivacionales—Se levantó de la cama restándole importancia. Mi madre sonrió al escucharla.
—Bien, sigan después, ahora bajen a comer que si no llegarán tarde al colegio—Informó saliendo de la habitación. Siguiendo su orden nosotros también lo hicimos.
Tabitha caminaba en frente de mí, sintiendo la confianza de años para sentirse en casa. Su piel tigreña brillaba por la luz que entraba desde las ventanas, al igual que su enrulado cabello negro.
Tabitha Lenoox. Mi mejor amiga desde que entré a la secundaria. Desde que ella se me acercó preguntando porque no hablaba. Desde ese día, fuimos inseparables.
Cuando bajamos a la cocina la comida ya nos estaba esperando, comimos rápido para subirnos al auto y que el chófer nos llevará al colegio. Sintiendo las cosquillas en mi estómago al saber que la vería de nuevo.
Nuestro colegio era tradicional, con la excepción de que tenía un año más de colegiatura que los colegios normales, es decir, que terminabamos con 18 años. Pero el título lo ameritaba, al menos eso decía mi madre.
—¿Preparado pequeño enamorado?—Sonreí al escucharla. Siempre me hacía la misma pregunta antes de entrar, asentí sin romper la rutina.
Caminamos por los pasillos dirigiendonos a nuestro salón. Mirando disimuladamente alrededor para ver si Barbara estaba. Ella era mayor que yo, por lo cuál, iba al último año y yo al ante último. Suspiré, seguía con la idea de que un chico como yo nunca sería su tipo.
ESTÁS LEYENDO
La Musa De Un Poeta
RomanceLa musa de un poeta es su inspiración para escribir. Barbara es mi musa, desde hace ya tiempo. HISTORIA 100% DE MI PROPIEDAD. PROHIBIDA SU COPIA U ADAPTACIÓN.