Reuniones, Reuniones

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Resumen del capítulo

Tenemos reuniones en la sala de profesores, en la sala común y en la biblioteca.

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Como jefa de la casa Hufflepuff, Pomona Sprout solía mantener la cabeza gacha y cuidar de sus tejones. Sin embargo, era muy dada a las tradiciones y a estar preparada. Así que pasó la reunión de personal al final de la primera semana de clases como siempre lo había hecho, considerando cuidadosamente a cada miembro del personal y qué planta en particular usaría para someterlos, si surgiera la necesidad.

Estaba intentando decidir con qué planta carnívora alimentaría a Severus -hipotéticamente, por supuesto- cuando Albus preguntó: "¿Y cómo se está adaptando Harry Potter?". "Tan arrogante como su padre", se mofó Severus.

Tal vez una planta carnívora sería demasiado gentil.

Severus parecía estar planteándose quitarle puntos a su propia casa. "Al parecer, el cabeza hueca ha decidido resucitar aquella ridícula broma del voto de silencio de quinto curso".

"Ah." Albus parecía complacido. "El joven Harry está adoptando el sentido de la alegría de su padre".

"Ciertamente no tiene el talento de su padre en Transfiguración". Minerva sonaba particularmente molesta.

"Ni el de su madre en Encantamientos". Se lamentó Filius. "No me gusta hablar mal de un niño, pero...-"

"¿Estamos seguros de que no es un squib?" interrumpió Septima en tono burlón. "Estoy harta de habladurías y chismorreos. El libro no enumera squibs, ergo, no es un squib". Luego dirigió su mirada hacia Albus. "Sigo diciéndote que necesitamos una clase de lógica".

Antes de que Albus pudiera lamentarse una vez más por el presupuesto, Pomona renovó su insulsa sonrisa y dijo: "Hadrian ciertamente es un gran trabajador en Herbología. Parece acostumbrado a la jardinería, pero desconcertado por las plantas reales. Si no lo conociera, diría que no está acostumbrado a la magia en absoluto".

Minerva fulminó a Albus con la mirada. Había aprendido pronto a no sentarse cerca de ella.

Pomona esperaba con ansias su tradicional té de fin de semana con Aurora y Bathsheda. También era tradición que abrieran una botella nueva de flowerwhisky para rociar el té. Y luego hacer apuestas sobre cuánto duraría la botella. El récord actual era Pascua. Esta cosecha en particular prometía matices de piedra caliza y violetas. Empezó a contar los segundos que faltaban para que se levantara la sesión infernal.

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El sábado, después de desayunar, los Slytherins de primer año se acomodaron en los sofás de cuero negro y verde oscuro de respaldo bajo, tapizados con botones, más cercanos a la ventana más grande de su sala común. Los prefectos de quinto año, Gemma Farley y Aldous Amberton, estaban repasando la información que no se había tratado la primera noche, respondiendo preguntas y explicando en general los pormenores de la Casa Slytherin.

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Theo pensó que parecía que estaban esperando a algo o a alguien. ¿Quizá al profesor Snape?

"Ah, nuestro invitado ha llegado", dijo Farley.

Draco y el resto miraron alrededor de la sala común y hacia la puerta, pero Theo estaba mirando a Hadrian que se acercaba a la ventana, embelesado.

Amberton dijo: "Como Potter ha notado, ha llegado nuestro emisario de los Merpeople".

Muy alto, con pelo verde, ojos amarillos, piel gris, y sí, ahí está, una cola plateada. Sí, un Merperson.

"Si lo desean, hay libros de BSL, que significa Lengua de Signos Británica, para comunicarse con ellos. Lo que no es opcional es el folleto sobre su cultura y etiqueta básica. Cada uno de ustedes deberá aprenderlo y cumplirlo -dijo Farley repartiendo los folletos.

Pansy arrugó la cara de asco. "¡Qué asco! ¿Y si no queremos molestarnos en aprender sobre criaturas tan espantosas?".

"El profesor Snape les dará personalmente de comer al Calamar Gigante", dijo Amberton. Sonrió, pero no era una sonrisa muy agradable. Theo lo aprobó.

Mientras tanto, Farley saludaba a la Merperson y Hadrian la imitaba. Hablaba por señas y luego transmitía las respuestas del Merperson.

Theo suspiró. Hadrian probablemente ya había hecho una nueva amiga. Iba a tener que buscar un hechizo para mantenerlo alejado del lago. Al menos hasta que aprendiera a nadar.

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