prologue: grey

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Los días no eran ni malos ni buenos a estas alturas de su vida.

Irreparablemente tampoco podían ser definidos con un color porque estos ni siquiera estaban permitidos a la vista de su omega.

Sí, Kim Sunoo, un chico omega de diecisiete años con acromatopsia, conocida como la completa incapacidad de distiguir tonos distintos a los típicos grises que lo habían acompañado toda su vida, desde que nació.

Sin embargo, incluso antes de que vea por primera vez la luz de este mundo, los padres de Sunoo ya eran conscientes de la discapacidad con la que nacería su pequeño, así que no escatimaron en esfuerzos y preparación para cuidarlo debidamente desde ese esperado momento en que lo tengan en sus brazos.

Y así fue que no hubo un sólo día que haya derramado alguna lágrima, ni siquiera cuando abrió los ojos por primera vez, porque lo había hecho en calma, colmado de amor y cuidados por todos lados, y eso solo se extendió a lo largo de su infancia, la que fue sin dudas, su etapa más feliz, guardando en su memoria nada más que días fugaces y tardes eternas de juegos con su hermana mayor, la alfita que siguió el ejemplo de sus padres para tratarlo con el mismo cariño.

Sunoo, a sus seis añitos, era un niño dulce, servicial y demasiado sociable para alguien que estaba en primer grado, teniendo amigos hasta en clases tres años mayores a la suya sólo porque no podían evitar morir de ternura cuando lo veían. La verdad si había llegado a estar un poco harto de eso, pero disfrutaba hacer sonreír a las personas de su alrededor, porque hacian que él sonriera más.

Saludos, abrazos cortos, caricias en su cabeza y rostro, eran cosas que comúnmente Sunoo solía recibir de sus compañeros de curso sin importar la casta de estos, ya que los mismos no podían resistirse a sus lindos rasgos y brillante personalidad.

Pero, desgraciadamente, su infancia fue eso, solo su infancia, y fue cerrada de una forma un tanto cruel para un niño que hasta ese momento había vivido tan felizmente como él.

No hubo un aviso previo y era otro día que podía catalogarse como cualquiera en su año escolar, pero una pregunta, que parecía tan inocente como las mismas intenciones del niño que la hizo, terminaron por marcarlo para siempre.

— ¿Y el tuyo, Hyung? ¿Cuál es tu color favorito?

Todos los niños le prestaron suma atención al omega pelinegro, pendientes de cual sería la respuesta de su adorado compañerito con el propósito de luego modificar sus propios gustos para compartirlos con él, como lo hicieron antes cuando se trató de comida, canción, animal y hasta materia favorita.

Pero a pesar de cualquiera pronóstico, todo resultó en que esa fuera la primera vez que Sunoo odió haber sido tan sincero, en que detestó ser tan popular e interesante para los demás, en que odió haber creído en las palabras de sus padres y sobre todo; odió dar por hecho que lo que tenía era algo normal.

Porque cuando se limitó a responder un simple "Yo no puedo ver colores, Jihoon", su mundo inesperadamente se le vino abajo.

Desde ese día en el segundo grado, nada volvió a ser lo mismo para Sunoo. Nunca más recibió una sonrisa de algún otro estudiante, no volvieron a decir sus clásicos 'awww' cuando lo veían, pararon los abrazos, las caricias y cualquier interés genuinamente positivo que podían llegar a tener en su persona, tampoco volvió a tener la mísera oportunidad de sentirse un poquito harto de los halagos que recibía.

Es más, con el paso del tiempo y tener que resignarse a que era "algo de la edad", de lo único que estaba harto a esas alturas, es de que él mismo no podía dejar de sonreír y tratar bien a los demás, porque aún si sus compañeros en cuarto le decían a todos que tenía un virus y que corrieran para no ser contagiados y quedarse medio ciegos como él, Sunoo se reía al ver sus reacciones y tras bajar la cabeza apenado, se volvía a enfrascar en su libro.

dazzling ; sunwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora