Las explosiones surgen de todos lados, avisando que la nave tiene apenas algunos minutos más antes de enviar a toda su tripulación a la muerte en el medio de la nada. Las alarmas gritan con anticipación, y la gente corre de un lado al otro, intentando salvar las partes más esenciales de la información que llevaban a bordo.
Intento hacerme a un lado para no obstruir el paso más de lo estrictamente necesario, mientras ruego con todas mis fuerzas que el traje que me entregaron unos días antes, al abordar la misión interestelar, efectivamente me salve de morir asfixiada en el enorme vacío del espacio exterior. Llevo ya conmigo las ultimas actualizaciones de lenguajes interespecie, y si el casco logra cerrar herméticamente y yo consigo meterme en alguna cápsula de escape que salga disparada a algún planeta sustentable, tal vez logre sobrevivir hasta que una misión de rescate – espero – decida buscar a los supervivientes a esta tragedia.
A unos metros míos hay una ventana reforzada, si logro desplazarme un poco tal vez pueda evaluar los daños causados a la nave y decidir si mi ineptitud efectivamente va a costarme la vida. Comienzo a caminar despacio, afirmándome al suelo lo más que puedo a través de las pesadas botas, pero en ese instante el núcleo falla y los centros gravitatorios se apagan por completo. Sé que lo próximo que se apagará será la electricidad, y después de eso, las bombas de oxígeno. Tengo cada vez menos tiempo, y mi inhabilidad de calzarme un casco correctamente se está empezando a volver cada vez más peligrosa.
Finalmente la maldita cosa hace click, y los sonidos del exterior se vuelven aislados, superados en volumen por una voz automática que me indica calmada pero insistentemente que me dirija a la salida 7, que es la más cercana a donde yo me encuentro, y que está unos dos niveles por debajo del mío. Sé que el trayecto será difícil y necesito hacerlo lo más rápido posible, así que me aferro con todas mis fuerzas a la baranda metálica que se encuentra al borde de la galería y me preparo para saltar el espacio disponible. El tiempo es limitado, y la fuerza con la que me impulse determinará si sobrevivo o no. Me impulso, y finalmente, salto, con la errónea impresión de que en gravedad cero las cosas son mucho más lentas. Por pura suerte logro aferrarme a la baranda indicada, y veo como la cápsula 7 está a punto de cerrarse sin mí dentro de ella. En un puro y nada calculado acto de desesperación, afirmo mis botas en la baranda metálica y me impulso hacia adelante con la convicción de que, si no lo hago, en menos de una hora no tendré nada para lamentar. Salto, pero un imbécil se cruza en mi camino y choco contra él, y la cápsula se cierra frente a mis narices y se va, junto con mis esperanzas de sobrevivir, hacia el espacio exterior. A través del casco puedo vislumbrar a Lane Steele, con la misma expresión preocupada en su rostro. Lane Steele, a quien detesto desde que me crucé con el por primera vez con una furia casi visceral. Lane Steele, el mismo que con un salto mal calculado se cargó todas mis posibilidades de sobrevivir. Sólo soy capaz de intentar proyectar en mi mirada todo el odio que siento por él en éstos momentos, y que aparentemente él también siente por mí, ya que ambos intentamos ingresar en la misma cápsula, pero lamentablemente no tenemos tiempo para agresiones físicas, y cada uno decide seguir por su lado.
Desesperadamente comienzo a buscar una cápsula de escape aunque todas parecen haber partido, y la voz automatizada del casco parece haberse quedado momentáneamente muda. Repentinamente, la luz empieza a temblar y desaparece, y sé que si no salgo de ésta maldita cosa en los próximos veinte minutos, tendré que tratar de reencarnarme en algo que sí sea capaz de hallar una salida de emergencia. La luz vuelve repentinamente, pero no sé por cuánto tiempo será esta vez.
Me deslizo lo más rápido posible, con una mano enguantada apoyada en la pared, tratando de tantear alguna minicápsula unipersonal cuando de repente, me gano la lotería. Disimulada entre la amplia construcción de la nave, hay una minucápsula para dos personas, y si bien sé que todos los que quedamos en la nave tenemos las horas contadas, decido meterme dentro antes de comenzar a gritar si alguien quiere compartir el viaje. Mis posibilidades de tripular esta cosa son prácticamente nulas, pero aún así, estoy desesperada por sobrevivir.
A punto de cerrar la compuerta, una mano me detiene, y Lane Steele mete medio cuerpo dentro de la cápsula.
–Por favor –suplica, el ruego escrito en sus ojos–. No quiero morir.
Respiro profundo y decido dejarlo entrar. No podemos soportarnos mutuamente, y las posibilidades de aterrizar en un sistema hostil o no aterrizar en absoluto y pasarnos el resto de nuestras (en tal caso probablemente cortas) vidas encerrados juntos son igualmente atractivas, pero inclusive eso es mejor que nada.
Lane cierra la puerta tras de sí, y comienza a manipular los comandos para sacarnos de allí.
–Créeme –dice, con su atención totalmente centrada en la tarea–, esto tampoco es un sueño para mí. Si deseas luchar y discutir acerca de quién debería estar conduciendo esto, no es el momento ideal. Podemos lidiar luego.
–Yo no dije nada –es mi única respuesta.
Finalmente la minicápsula se ilumina y se despega de la nave, encendiendo los reactores para alejarse del lugar de la inminente explosión lo más posible. Cuando la nave ya no es más que un punto apenas perceptible en la oscura distancia, el estallido se produce, y un minúsculo punto de fuego naranja ilumina el espacio.
–Bueno –dice Lane mirándome, tras observar el fin de nuestra nave–, ¿hacia dónde vamos ahora?

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Más allá de mis Estrellas
Science FictionCuando un disparo daña mortalmente la nave en la que viaja Indogen Soros, ella sólo tiene una misión: sobrevivir. Pero una vez que logra aterrizar en medio de un planeta prácticamente deshabitado, deberá empezar a averiguar por qué sucedió el dispar...