01: cara pálida; prologo

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El clan olímpico, también conocido como Los Cullen o el Clan Cullen, es el segundo clan más grande y poderoso existente entre la historia de los vampiros, con la abstención del consumo de sangre humana, teniendo un comportamiento más maduro y estable que la mayoría; son aquellos que se encuentran viviendo en "Forks", una ciudad ubicada al extremo noroeste de Washinton, en estados unidos. 

El clan olímpico, caracterizado por la preferencia de la permanencia en un solo lugar, decidiendo esconderse en lugares en donde el clima nublado, que les permita salir durante el día, pero inevitable aquella preferencia de no movilización se ve interrumpida cada cierto tiempo, donde el Clan Cullen debía irse de su lugar de estancia -aunque finalmente siempre terminan volviendo después de mucho tiempo-, para no alzar sospecha debido a sus aspectos físicos.

Todos ellos, el clan Olímpico, sin duda destacan por su belleza sobrehumana y su apariencia inusualmente perfecta, lo que los hace destacar entre los humanos y otros vampiros. Cada miembro de la familia tiene un físico excepcional y llamativo, lo que ha llevado a que la gente los perciba como "dioses" o seres etéreos. Y aunque cada uno tuviera alguna característica que permitía identificarlos,  todos presentaban una semejanza asombrosa. Cada uno de ellos poseía una tez de un tono pálido calcáreo, siendo los más blancos entre todos los estudiantes que habitaban en esa ciudad sin sol. A pesar de la variedad de colores de cabello, compartían la característica de tener unos ojos profundos y oscuros. También mostraban sombras oscuras debajo de sus ojos, de un tono morado que evocaba la imagen de hematomas, como si ninguno de ellos hubiera descansado en toda la noche. Sus rostros, únicos y distintos, al mismo tiempo, emanaban una belleza devastadora e inhumana.

Definitivamente destacaban por su apariencia física. 

Sin embargo, las apariencias físicas puede ser un problema para todos y eso, con experiencia, lo sabía como la palma el clan Olímpico. Quienes habían cometido el peor de las equivocaciones que se pudiera cometer dentro de esta realeza que se alzaba con los Vulturi. 

Las relaciones que se alzaban dentro del clan Olímpico con otras personas claramente podrían variar; La interacción de los vampiros con los humanos no debía llamar poderosamente la atención. Si un ser humano tomaba conciencia de ellos, el vampiro culpable sería responsable de silenciar a ese humano.

Esto permitía un orden y una paz entre ambos, los humanos sin adentrarse al peligro que podía exponerse dentro de su mundo y estos, específicamente aquellos quienes no podían controlar su sed ni su actuar, podía evitar lastimar cualquier humano con el que interactúe o tenga relación alguna. En caso de que dicho humano llegase a enterarse de estos y su naturaleza, solamente existían dos opciones para su futuro: o bien hacer que el ser humano se uniera a los inmortales o silenciar al humano permanente.  

Cada vampiro que nacía, esta ley se le era enseñada y la paz continuaba con normalidad. Sin embargo, el confundir a un humano con uno de los suyos era otra cosa, era un definitivo NO y además de eso, era ilógico, ¿Cómo podría eso si quiera suceder?

—Oh, Carlisle —la voz de Esme sonó preocupada, su vista no podía dejar de mirar al muchacho que se encontraba detrás de el hombre rubio, quien igualmente portaba una mirada preocupado.

Este chico, sin embargo, estaba más que sorprendido por la estructura que observaba, aquella casa grande que se encontraba literalmente en medio de la nada era más sorprendente de cerca, su cuerpo delgado podría verse incluso a través de el suéter de gran talla que llevaba, su cabello corto de color blanquecino adornando este tiernamente, sin embargo lo que más destacaba de este era su color de piel, aquella piel que portaba un fuerte pálido calcáreo, y aquellas manchas oscuras debajo de sus ojos haciéndolo ver un poco cansado.

Era sin duda encantador. 

Pero eso no era lo que llamaba la atención preocupada de Esme, en realidad, la apariencia era de lejos lo último que le preocupaba del muchacho, el problema era que, incluso a la distancia a la que estaban; como un tambor sonando tan fuerte o mejor dicho como un martillo, que golpeaba rítmicamente algo era lo que sus oído podían escuchar. Y este sonido era sin duda aquello que preocupaba a la mujer. Dentro de ese cuerpo pálido casi muerto estaba sonando un corazón, tan vivo que no dejaba en duda lo que era:

Un humano. 

—Hola, señora Cullen —su voz, como había imaginado, era tan dulce, y sintió como si sus oídos hubieran sido acariciados —, es un gusto conocerla. 

La mujer no podía dejar de observar, con la sonrisa sin abandonar sus labios, a este muchacho y casi se echó a reír cuando escuchó los latidos de su corazón acelerarse como si estuviera nervioso. Sin embargo, la mente de aquellos dos adultos no podían dejar de pensar una cosa, un acuerdo silencioso que con una mirada fugaz sabían lo que significaba.

Los Vulturi no tenían por qué enterarse.

WHITE (NO) FACE |  twilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora