Capítulo 1

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No podía, simplemente no podía. El dolor, la decepción, la rabia, las ganas de soltar todo por la borda, al igual que sus lágrimas, y simplemente salir de ahí corriendo con la adrenalina al tope, sin lograr bajar todos esos sentimientos que la rodeaban para intentar neutralizar todo lo que esto conlleva.

Abby está segura de que lo intenta, por dios que ella lo intenta, esperaba contar con que sus emociones estarían esta vez de su lado, y no dejaría afuera todo el remolino que se avecina cada que pelea con ella, controlarse era su principal objetivo.

-Tú siempre haces lo mismo, me respondes de esta manera tan grosera, pero cuando te lo hacen a ti, no lo soportas y enloqueces.

Lía, su hermana, aquella con quien nunca ha logrado estar de acuerdo, por más que lo intentasen, Abby siempre terminaba arruinándolo, gracias a su poco control con el que siempre ha contado desde que tiene memoria.

-La diferencia es que a mí, nuestros padres me lo reprochan todo el tiempo, me gritan todo lo mal que estoy, lo rota que me encuentro, y la mala persona que soy contigo... Con todos en realidad- Respondió Abby, con la voz rota, y no con la voz fuerte, dominante, que normalmente muestra al mundo.

-No te voy a ayudar en nada, y menos con lo que me estás diciendo- A pesar de que Abby bajo la voz, Lía continuaba gritándole.

-Por dios, sólo te estoy pidiendo un favor- Dijo, con el poco control que le quedaba, no podía perder los estribos una vez más por algo tan simple como era ayudarle a sacar su motoneta, favor por el que su hermana comenzó esta absurda pelea por querer llevarle la contraria.

-No, de esta forma me dirás que se siente que te hagan lo mismo-

¿Cómo pensaba que de esta forma estaba ayudándome?- Pensó Abby. Estos comportamientos solo se sirven como detonante para ella, no podía más, ella lo sabía, de verdad que estaba luchando, podía jurarlo por cualquier cosa, pero había algo, de verdad que había algo que ella no podía controlar, que estaba fuera de su control, y término haciendo lo que menos quería por nada del mundo.

-¡No me estas ayudando en nada, tú te la vives en tu propia fantasía en donde nadie te reclama- grito, antes de perderse a sí misma, y lanzarse contra ella, acción en donde no supo de qué forma ni en qué momento llegaron sus padres, pero lograron quitar a Abby, quien se encontraba encima de Lía, lastimándola a su paso, descargando la furia que sentía de ella misma con su hermana, aquella persona detonante que amaba encender la mecha y explotar la bomba de manera consiente o inconsciente.

Sus padres miraban a ambas decepcionados, protegiendo a Lía, quien no respondió a los golpes, y solo se encontraba protegiéndose. Simplemente ya no sabían que decir a sus hijas, después de tantas veces que esto había pasado, estaban ya cansados de las actitudes de las dos.

Justo en el momento en que Abby toco a Lía, se arrepintió a los microsegundos, pero la acción ya estaba hecha, no podía regresar el tiempo, pedir disculpas ya no servía de nada, considerando que era algo que pasaba constantemente.

La mirada de odio cargada de indiferencia que Lía le dedicaba a Abby en cada una de sus peleas, era algo que repetía una y otra vez en su cabeza, reviviendo sentimientos de dolor, arrepentimiento, y frustración... Todo esto por ser ella la encargada de lastimar a alguien tan preciada, quien se supone, debe de ser su compañera de aventuras, su confidente, el hombro que la sostendría, su propia sangre...



-...Y así se resuelve el problema- termino de decir Alex, compañero de Abby, quien recién había ingresado a aquella secundaria, y a pesar de nunca haberlo visto antes, no lo soportaba más, en realidad, nunca se habían hablado en el poco tiempo que el llevaba en aquel aula, sin embargo esa actitud tan arrogante (según Abby) y su mala mañana, no ayudo mucho a evitar el desagrado inexplicable hacia aquel chico.

-¡Muy bien, Alex!, ya pueden salir del aula, con esto terminamos el día de hoy- Dijo la profesora, dirigendose a sus alumnos, asi que Abby, junto con sus demás compañeros salieron de la clase de Geometria.

A decir verdad, a sus 18 años, no tenia muchos amigos, claro, a sus 15 era una chica muy sociable, platicadora, sin problemas para hacer amigos, es mas, era ella quien "adoptaba" cuando veía a alguien solo, y la invitaba a pasar el almuerzo con ella y sus amigas, sin embargo, actualmente, le costaba mucho considerar a alguien su "amigo" y no es que haya pasado por algo traumatico en el ámbito amistoso, en donde suele reinar la hipocresía, sin embargo, se cerró más con el paso del tiempo, no al punto de estar sola, claro que tenía amigos, pero en su círculo social, la mayoria eran conocidos, o compañeros simplemente, pero eran contados las personas a quienes llamaba "amigos".

-¿Comemos aquí, o salimos fuera? Tenemos tiempo antes de nuestra siguiente clase- Preguntó su amiga castaña; Andrea, dando pequeños brinquitos tratando de alcanzar a sus amigos.

-No, mejor vamos a descansar en la biblioteca, aprovechamos para dormir, y comemos en clase, no creo que nos regañen.

-Dios, lo único que piensas todo el tiempo es en dormir.

-Y tú en comer- Dijo Sam, retándola con la mirada, acercándose cada vez más a Andrea, quien ya había llegado con ellos.

-No tienes remedio, la comida es mágica- Refuto, manteniendo la misma postura amenazante que comenzó a mostrar Sam.

-Si bueno, dormir tiene muchos beneficios, adoro dormir, amo mi cama, amo estar radiante por cumplir con mis horas de sueño.

-¿Pueden dejar de pelear y vamos de una vez por algo de comer? Vaya, que no tenemos mucho tiempo tampoco, ¿eh?- Menciono Abby, callándolas.

-Estoy de acuerdo, que muero de hambre, ahora mismo podría comer una vaca entera- Dijo Eduardo, Lalo para los cuates, apoyándola.

-Vale vale, que sepas que en cuanto a beneficios, comer es aún más indispensable que dormir.

-Andrea, dormir y comer son indispensables para vivir, una no es mejor que la otra- Dijo Abby, dando por finalizada la pelea entre sus amigas, separándolas, y dando paso. Los demás la siguieron.

Mientras se dirigían en busca de un lugar decente para comer, y que lograra convencer a todos, considerando lo especial que eran para estar de acuerdo.

En su búsqueda, cruzaron el pasillo, aquel largo pasillo, en donde, a mitad de esta se encontraba un camino hacia la derecha, al pasar por esta, Abby observo con dolor aquella oficina dedicada a ofrecer consultoría psicológica a cualquiera que lo necesitase en aquella secundaria.

-¿Puedo agendar una cita?

-¡Claro! Adelante, pasa, solo dinos cuál es tu nombre, y semestre- Dijo el psicólogo sentado en medio del escritorio, o al menos eso decir la placa a lado de su computadora.

Así fue, como 3 días después, acudió a la primera consulta psicológica de su vida, con los nervios a flote, manos sudorosas, y su corazón latiendo a mil por hora.

-Buenos días, ¿puedo pasar?- Dijo Abby, apenas asomándose en aquella puerta café, mostrando mitad de su cuerpo.

-Claro ¿tú eres Abby?- Respondió una chica, no mucho mayor que ella, sentada en el mismo lugar en donde se encontraba el psicólogo con quien agendo días antes.

-Sí, tengo una cita el día de hoy- mencionó, adentrándose a aquella oficina que nunca había pisado en lo que llevaba estudiando, y se percató de que ahí estaba el psicólogo con el que había hablado la primera vez, sentado en una esquina de aquella oficina, con unas hojas en la mano derecha y un lapicero en la mano izquierda, expectante a la situación.

-Y Dime, ¿Cuáles son tus expectativas en estas consultas?- Fue ahí donde se dio cuenta que no sería el psicólogo ahí sentado quien la atendería, si no la chica que, por cierto, aun no se había presentado. Lo raro era que, con ella no se sentía incomoda, sin embargo, él le dio una vibra extraña, más aun cuando se dio cuenta de que se quedaría ahí durante su sesión, sintiéndose incomoda, mas no tuvo el valor de externarlo a aquella joven que la miraba enfrente de ella en espera de su respuesta.

Era la primera vez que Abby asistía a algo así, no sabía ni por dónde empezar o como empezar, considerando de que era una persona totalmente cerrada socialmente en cuanto a sentimientos.

-Bueno...

Amo Sin AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora