Día 2

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Despierto bostezando, otra congelada mañana, me pongo de pie y me dirijo a la cocina, recuerdo lo que sucedió anoche mientras estoy bajando, entonces veo hacia la banqueta para darme cuenta que aquel libro sigue justo ahí. 

Al bajar solo veo a la abuela, sentada en un rincón de la cocina, todo parece estar en orden, me indica que el abuelo se fue a buscar leña para el fuego de la semana, se llevó a mi hermana para que pueda pasear como todos los días, al menos ella no se aburre. 

Decido preguntarle sobre el fuerte ruido de anoche, pero no me responde, pareciera estar ignorándome mientras teje, como es usual. 

En vez de insistir aprovecho que el abuelo no está, voy a revisar de nuevo el sótano, me pongo mi gorro de lana favorito, uno que la abuela me hizo hace años y le digo que estaré jugando afuera. 

Tan solo unos pocos pasos fuera de casa y comienza a nevar, observo hacia el cielo, contemplando los copos de nieve... nos espera otro duro invierno. 

Voy a la escotilla, pero esta vez hay algo diferente, la rígida madera está dañada, tiene diminutos agujeros por la superficie, como si algo muy delgado la hubiera perforado repetidas veces. 

Me pongo de cuclillas para ver mejor, intento mirar desde el hueco más grande, pero entonces... algo me habla desde adentro. 

Caigo de espaldas debido al susto, no puedo moverme del lugar, siento un hervor en el cuerpo, quedo aterrado observando la escotilla. 

Puedo oír a alguien decir "¿Quién anda ahí?", mientras estoy paralizado, ¿Estoy imaginando cosas..? Esa voz proviene del sótano, ¿Por qué hay alguien ahí? Es la primera vez que sucede tal cosa. 

Es una voz tan suave, se oye como un niño asustado y delicado, de alguna forma esa voz me tranquiliza, procuro acercarme poco a poco, intentando ponerme de pie. 

"¿Por qué estás en el sótano de mi abuelo?" pregunto sin pensarlo, a lo que me responde "Estoy atrapado aquí desde hace mucho tiempo, creo que... estoy muerto", un horrible hormigueo me recorre el cuerpo tras escuchar eso. 

Pero... No puedo evitar sentir compasión, ahora con menos tensión me pongo de rodillas en frente de la escotilla para hablarle, debo saber qué pasa. 

No entiendo porqué el abuelo estaba ocultando algo como esto, es terrible, le digo al niño si hay alguna forma de ayudarlo a salir. 

Me dice que necesita unas gotas de sangre para eso, a lo que me quedo pensativo y en silencio, ¿Por qué necesitaría unas gotas de sangre? No respondo nada al respecto, provocando que el niño comience a llorar, así que le digo que lo haría para tranquilizarlo, sin medir mis palabras.

 Me lastimé muchas veces jugando, no tengo problema en astillarme un dedo, pero tengo que ser cuidadoso o el abuelo se va a dar cuenta, así que observo para todos lados y entro a casa. 

La abuela ya se fue de la cocina, puedo aprovechar y agarrar la cuchilla que ella suele usar para cortar la carne, el mango está desgastado pero aún conserva el filo. 

Salgo de nuevo, siendo lo más silencioso posible y con la cuchilla en mano, dejando entreabierta la puerta de casa. 

Tropiezo al bajar la escalerilla en una momentánea distracción debido a mis pensamientos, caigo de frente, cubriéndome de polvo. 

Siento un ardor al apoyar las manos para intentar levantarme, me doy la vuelta y veo la cuchilla tirada a un lado, entonces miro mi mano izquierda, para darme cuenta que tengo una gran mancha de sangre en la palma, arde muchísimo, la sangre fluye por los dedos. 

Me pongo de pie a duras penas, evitando usar la otra mano, antes de vendarme debería aprovechar a darle un poco de la sangre. 

Evito pensar en el dolor y doy los pasos que faltan, "perdón... tropecé y me di un corte, me duele, por suerte el aire frío me ayuda con el ardor", pero no puedo evitar lagrimear mientras se lo digo. 

El Mímico: Un mito sobre una insaciable criaturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora