El Sótano

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Recupero la noción. 

No puedo ver nada... todo está oscuro, siento un penetrante olor a carne podrida. 

Me pongo de pie con las fuerzas que me restan, a lo lejos veo titilar sin cesar la luz de un amarillento foco, intento dirigirme hacia allá. 

Entre los cortos lapsos de iluminación puedo observar herramientas, grandes objetos en desuso y manchas secas de sangre por el suelo y las paredes. 

"¿Esto es... el sótano? Todo esto es mi culpa, ¿No es así?" me pregunto a mí mismo, mientras camino arrastrando los pies. 

Me detengo al escuchar un fuerte ruido que proviene detrás de mí, parece ser la escotilla, alguien la está abriendo. 

Volteo hacia atrás para ver que el abuelo está bajando con una mirada perdida, moviéndose sin rumbo. 

Se percata de mi presencia, viene corriendo hacia mí, permanezco en el lugar, no puedo reaccionar... Estoy muy cansado. 

Se abalanza sobre mí, una vez que se acerca, abrazándome, "Alén... te dije que debiste dejarlo en paz...", me dice, mientras derrama lágrimas. 

De alguna forma, escuchar y sentir al abuelo me devuelve los sentidos, mi respiración se agita y me derrumbo en el suelo junto a él. 

"No quise nada de esto, abuelo... lo siento tanto" le respondo, rompiendo en llanto también.

 Algo de ánimo vuelve a lo que queda de mí, justo en ese momento el foco deja de titilar y se enciende por completo, iluminando gran parte del sótano. 

Un escalofrío recorre cada centímetro de mi cuerpo, ante la imagen que hay en la pared enfrente de mí. Veo un cuerpo, cortado por la mitad y con sus ojos colgando, empalado contra la pared y con ambas partes alejadas entre sí, unidas por coágulos de sangre formando hilos. 

Una inmensa masa de carne machacada, huesos amarillentos, restos de pelaje yacen en el suelo, piernas destrozadas y brazos sobresalen de aquella deformidad. 

Sin hacer nada más que lamentarme, me doy cuenta que lo que me está abrazando no es el abuelo, si no... otra copia sacada de la misma pesadilla. 

Comienza a reírse de forma entrecortada, provocando un eco por el sótano, mientras escupe sangre, sus ojos se vuelven negros y las lágrimas se convierten en sangre. 

Todos sus dientes empiezan a caerse, siendo reemplazados por una larga hilera de colmillos. 

Me pongo de pie y voy hacia la pared, mientras aquella criatura se levanta, estirándose y desgarrando la ropa que llevaba puesta. 

Poso mis azuladas manos en aquel cuerpo mutilado contra la pared, lamentándome y haciendo un último esfuerzo por hablar, "Perdón abuelo, perdón abuela, perdón hermanita...", digo en un susurro de lamento, dejando fluir una última lágrima de desesperación. 

"¿No quisieras ser salvado, pequeño?" me pregunta desde detrás, sabiendo que ya no puedo responder. 

Entonces volteo hacia él, contemplando la cruda realidad, una monstruosidad con características humanas. 

Un cuerpo alargado y escuálido, la piel de un tono carmesí, diminutos huecos en lugar de orejas y nariz, que chorrean sangre. 

Se acerca a mí, acariciándome la cara con una de sus extensas manos, posee unas garras tan largas como mi rostro. 

Mientras sus garras se entierran en mis mejillas, mi vista se torna roja, escucho una carcajada incesante... entonces recuerdo aquel cuento y dos palabras que tanto se repetían en él. 

El Mímico

El Mímico: Un mito sobre una insaciable criaturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora