1

1 0 0
                                    


Aria

La idea de escribir esta biografía no provino de alguno de nosotros. Provino de Eliette, en realidad. Últimamente hemos hablado mucho sobre los acontecimientos que nos han traído hasta donde estamos ahora y nos hemos enterado del amplio interés que ronda entre nuestros fans y quienes no lo son por la creación de una banda integrada por niños estudiantes de música clásica. Desde el comienzo resultamos muy llamativos. Ellie nos dijo que nos podríamos lucrar contando nuestras vidas, pero con aquello no estamos seguros de estar cómodos. Ni siquiera hemos acordado compartir este escrito entre nosotros. La señorita Malia ha sido paciente y se ha comprometido a guardar discreción hasta que no queramos recordar más. Será nuestro baúl de memorias convertido en un libro. Por ahora dudamos que esto lo vaya a leer alguien, pero si lo estás haciendo, hola. Aquí estamos ahora.

Acordamos contar lo que resulta relevante para cada uno desde una perspectiva individual y siento correcto iniciar desde el verdadero principio. Mi nombre es Aria Jeline Pacquia. En verdad es mi nombre, no entiendo por qué fuera de Lynn lo encuentran tan raro. Aunque, es innegable que los nombres lynneses suenan como seudónimos en general. Mi padre se llama Roger y mi madre Dasha. Tengo un hermano también, Ezra.

Soy de Danka. Mis padres vivieron en San Yael un tiempo cuando tuvieron a Ezra y luego se trasladaron a Danka, donde pasé mi infancia hasta que cumplí diez. Empiezo diez años después de mi nacimiento porque considero que este es el inicio de mi historia, ya que ese fue el año en el que mi vida y la de mi familia dio un giro, cuanto menos, violento: mi hermano se fue a entrenar baloncesto profesional, le diagnosticaron cáncer de esófago a mi padre, mi madre se hizo cargo de nosotros y yo me mudé con mis abuelos. Las cosas sucedieron en ese orden.

Ezra destacó desde pequeño por su habilidad para los deportes y su inclinación hacia el baloncesto no pasó desapercibida para nadie. Desde los cinco años empezó a entrenar gracias a nuestros padres, quienes buscaron incentivar lo más que se pudo sus talentos, como hicieron conmigo. Pasando por varios equipos, desde el colegio hasta al menos ocho que existían en Danka, Ezra se hizo conocido por ser capaz de jugar en todas las posiciones y cambiar «de bando» regularmente. Él nos decía que quería adquirir toda la experiencia que pudiese, cosa que solo conseguiría jugando con personas diferentes con entrenamientos y dinámicas distintos. Fue aceptado y jugó como titular en cada uno de esos equipos. Ezra es simplemente brillante en la cancha, siempre lo fue, pero él sentía la necesidad de esforzarse en exceso porque así somos los Jeline. Aún con catorce años se presentó a la prueba de admisión de El Pozo, la academia formativa de los Gigantes de San Yael. Fue de los setenta admitidos ese año entre casi doscientos postulantes. Así fue cómo Ezra volvió a vivir en su ciudad de origen, pues se acopló a la residencia de El Pozo, donde también recibiría formación académica. Lloré mucho el día que Ezra se fue a San Yael, pues desde pequeños fuimos muy cercanos. Creo que mi madre también lo hizo, pero le consolaba la idea de que lo visitaríamos regularmente. Eso nunca sucedió, sin embargo. Yo tengo algo borrosa esa época, pero recuerdo estar feliz y orgullosa por debajo del llanto.

Fuimos felices hasta que mi padre pasó una noche sin dormir por el malestar y a los pocos días descubrieron que era cáncer de esófago. Lo entendí cuando me lo dijeron, pero mis lágrimas no fueron por comprender la gravedad del asunto, sino porque mis padres también lloraban. Ezra quiso volver a Danka cuando se enteró, pero mi madre le dijo que el panorama era esperanzador y que no debía angustiarse en exceso. Aun a día de hoy no puedo decir con exactitud si aquello era verdad o era para tranquilizarnos nada más. Mi padre dejó de contar con la vitalidad necesaria para su extenuante trabajo y mi mamá insistió en que dejara de ejercer, cosa que él acató con rabia. Mi padre es una de esas personas que se sienten inútiles si no están haciendo algo y cayó en un cuadro de tristeza bastante pronto por sentirse así. Mi madre, quien no había trabajo desde el nacimiento de Ezra, volvió a su puesto de diseñadora para hacerse cargo de nosotros. El tratamiento de mi padre empezó y su salud se degradó con rapidez. Yo, en quinto grado, me encontré sin formas de volver a casa de la escuela en repetidas ocasiones porque mi madre estaba trabajando y mi padre no estaba en condiciones de estar cuidándome. Sin Ezra en Danka, me encontraba sola a menudo. Mi padre estaba en casa cuando podía —aunque trabajaba aun cuando mi madre no lo veía—, pero en esas veces él estaba muy cansado y con malestar y yo lo molestaba más que otra cosa. Él dice que alegraba sus días, pero no creo que una niña de diez años con necesidades sea buena compañía para un enfermo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Vidrio Colorido (Memorias de UP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora