IX

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¿También estabas caminando
En busca de un sueño borrado?
Es diferente a la típica definición del destino
Miras el mismo lugar que yo con un dolor en tus ojos
¿Podrías, por favor, quedarte en mis sueños?

Euphoria – BTS

Jimin

Con el paso de los años, mi cumpleaños ha sido una constante montaña rusa. Cada vez más cerca de convertirme en un adulto, pero también un año menos para morir -teniendo en cuenta un lapso de vida de 99 años-.

Tengo dieciocho años, pero no me siento diferente. Se supone que cada año debo sentirme más adulto, más responsable, más maduro.

Maduro.

Odio esa palabra. Desde que tengo uso de razón, dicha palabra no deja de atormentarme en cada aspecto de mi vida; todo el tiempo estando ocupado con deberes, clases extracurriculares que me forcé a entrar gracias a la presión de mis padres. Sin tomarme un pequeño tiempo de respiro.

Me sentía sofocado.

Ser parte de una familia tan poderosa era una carga que yo nunca pedí, una responsabilidad de la que quería deshacerme en la primera oportunidad que tuviera. Ni siquiera me importaba dejar atrás a mi familia, que desde hace años no se sentía como una.

Me sentía tan cansado de todo, tan presionado a ser alguien que odio. A mirarme en el espejo por horas y horas en la madrugada y no reconocer a quien estuviera en el reflejo de aquel cristal. Llorar desconsoladamente por sentirme tan solo y fuera de lugar en cada rincón en el que me acercara.

Y me sentía egoísta.

Egoísta por no saber apreciar a las pocas personas a las que les importaba. A Taehyung, a Hoseok, a mi nana. Tres personas; personas que podía contar con la palma de mi mano y aún sobraban dedos. Personas que se preocupaban por mi bienestar, por saber que rondaba en mi cabeza, por saber si mi estado de ánimo era el mismo que mi rostro reflejaba.

Pero no lo era.

Al entrar en el enorme salón, las miradas se posaban en mí, en el atuendo que yo mismo mandé a diseñar a pesar de las objeciones de mi padre.

Ser el centro de atención era algo a lo que ya estaba más que acostumbrado, pero se sentía falso. Porque no me estaban admirando a mí, no me estaban admirando por ser Jimin, un chico de dieciocho años que ama leer y estar a solas con su recién adoptada gatita gálica.

A nadie le importaba lo que me interesaba, los libros que leía o las películas que me hacían llorar sin importar cuantas veces las mirara. A ellos solo les interesaba crear lazos con el segundo hijo de la realeza Park.

Las sonrisas falsas y los agradecimientos por venir no son más que acciones vacías, rogando al cielo de que la noche pase tan rápido para poder irme a dormir a mi habitación con Ga-Eul, así como con Taehyung y Hoseok -quienes siempre dormían a mi lado cada vez que celebrábamos mi cumpleaños- para poder amanecer y olvidar mi cumpleaños falso, dándole paso al real. A uno que disfrutaba con esas tres personas que me amaban y que los amaba.

Joyas y prendas importadas eran regalos que recibía a menudo, pero fingir sorpresa al recibirlos en mi cumpleaños, era otra cosa. Odiaba el color naranja y cómo me lucía; sin embargo, dos o tres prendas me eran obsequiadas con bastante generosidad.

Regalarlas era lo único que podía hacer.

Dar el mismo discurso de todos los años, agradeciendo una vez más el poder cumplir un año más de vida; agradecer la presencia de todos los desconocidos que no me tomaba la decencia de aprenderme sus nombres. De agradecerle hipócritamente a mi familia que me observaban sonrientes a mi lado, de fingir ser feliz en ese momento.

Querido Príncipe | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora