So Good at Being Bad

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Desde que me había mudado a este apartamento en Seúl, nunca me había sentido totalmente sola. Siempre notaba la mirada de alguien o algo observándome. Con los meses, había aprendido a aceptarlo. Se lo había empezado a comentar a mis mejores amigos, pero siempre me decían que eran sensaciones mías, que ellos no lograban notar nada fuera de lo normal. Otros me habían aconsejado mudarme si no estaba completamente a gusto aquí, pero el alquiler era una ganga para la zona en la que me encontraba y no quería perderlo.

El problema empezó a empeorar cuando comencé a despertarme por las noches y veía una silueta de un hombre en la oscuridad de mi habitación, solo durante unos segundos, pero ahí estaba. Y no podían ser imaginaciones mías. Otras veces, podía ver sombras tras la cortina de la ducha o movimientos por el rabillo del ojo mientras cocinaba o veía la televisión. Notaba caricias cuando estaba en la cama. E incluso había tenido sueños en los que aparecía un hombre muy atractivo de pelo fucsia y mirada hambrienta, en ellos solo se dedicaba a mirarme y yo no podía moverme, y su silueta coincidía totalmente con la que veía cuando me despertaba.

La situación cada vez iba a más, pero con el tiempo me acostumbré a dejar de estar asustada. Comprendí que en mi casa había una presencia y que tendría que vivir con ello me gustara o no. Además, fuera lo que fuese, lo que vivía allí conmigo no quería hacerme daño.

Pero la gota que colmó el vaso llegó un día que me llevé a casa a un chico que había conocido una noche de fiesta.

Había salido con unos amigos a cenar y a tomar algo, pero, como era de esperar, habíamos terminado en una discoteca.

—Te acaba de echar una mirada de arriba a abajo que madre mía... —me informó mi amiga Hyeji, llevándose las manos a las mejillas para cubrirse su sonrojo.

—¿En serio? —Sonreí con orgullo. Me había puesto un vestido de satén corto y plateado con unas medias de red y unas botas negras. Sabía de sobra que ese conjunto me quedaba de muerte. Había salido con la intención de ligar y, al parecer, quizás podría conseguirlo—. Perfecto.

—¡Ay, Dios! ¡Se está acercando! —chilló ella, mirando a un punto detrás de mi espalda.

—No me vaciles, Hyeji, por favor.

Cuando llegamos al local, nos habíamos puesto al lado de la barra y, al rato, me había fijado que, como a seis metros de nosotros, había un grupo de chicos y uno de ellos me había llamado la atención de inmediato. Bueno, a mí y a medio bar, porque era un hombre guapísimo. Era alto y llevaba el pelo teñido de gris, cayéndole por media cara en hondas mojadas, e iba vestido entero de negro.

A los pocos segundos, noté unos toquecitos en el hombro que lograron que me pusiera rígida. Me giré poco a poco y allí tenía al chico de pelo gris.

—Hola —saludó, apoyándose con un codo en la barra—. Soy Seonghwa.

Entonces, le saludé y también me presenté. Mi amiga se escabulló enseguida para dejarnos solos y la conversación había fluido tan bien que me parecía hasta mentira. Era una persona muy agradable y, sumándole lo bueno que estaba, era un diez. No tardamos en tomarnos unos chupitos y, después, nos fuimos a bailar.

Y, como no, se movía de maravilla. Parecía que estábamos haciendo el amor bailando y no podía dejar de preguntarme que, si se movía así en la pista de baile, ¿qué podría hacerme entre las sábanas?

—Eres espectacular —me dijo al oído mientras movíamos las caderas al unísono, haciendo que nuestros cuerpos se rozaran de forma obscena—. Me estás poniendo durísimo, ¿lo notas?

Se pegó más a mí, haciendo que su erección se rozara contra mi abdomen, y no pude evitar cerrar los ojos para soltar un gemido ahogado.

Cuando los abrí y vi su sonrisa orgullosa, fue lo que me bastó para besarle. Junté mis labios con los suyos en un beso abrasador, sin miramientos y yendo directa al grano, mientras subía las manos por su torso, su pecho, hasta rodearle con mis brazos y juntar las manos en su nuca.

So Good at Being Bad (Choi San & Tú One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora