CAPÍTULO III

315 25 0
                                        


Apoyado contra el respaldo del suave sofá miraba hacia enfrente con la mirada perdida, inconscientemente sus dedos tocaron sus labios recordando lo de ayer.

Su cuerpo empezaba a reaccionar al regresar a aquella escena. Su mano descendió acariciando a su paso su pezón soltando un leve gemido ante el ardor, fue bajando más hasta llegar a su entrepierna donde con suaves movimientos su miembro empezaba a despertar.

Recordar el rostro de Ne Zha aumentaba más su libido. Los suaves movimientos se tornaron desesperados elevando su pelvis a la par de su mano, gemidos escapaban de sus labios mordiendo el inferior en un intento de callarlos.

Un golpe en la puerta lo sacó de su burbuja, estaba por correr a quien sea que estuviera del otro lado, pero lo que no esperaba era que ese alguien entrara sin permiso.

Era su secretaria, quien sin notar su presencia caminó tranquilamente hasta el escritorio dejando unos documentos sobre este, al voltear gritó asustada al toparse con su jefe. — Señor Ao, que susto... —

— Señorita Sha. —

La fémina estaba por disculparse, sin embargo, su rostro se bañó de rojo dejando en segundo plano las disculpas. — ¡No era mi intención! — gritó antes de salir corriendo azotando la puerta.

El peliazul quedó desconcertado. Su entrepierna dolía, pero lo de hace un momento le había quitado las ganas de seguir satisfaciéndose. Suspiró con pesar resignado a levantarse y continuar con su trabajo.

Al llegar a su lugar se dejó caer sobre su asiento frotando su cien, la abstinencia comenzaba a cobrarle factura. Su mirada cayó sobre el cajón del mueble. Finalmente, y después de analizarlo por unos segundos, se animó abriéndolo y sacando una cigarrera de metal, tomó un cigarrillo posicionándolo entre sus labios encendiéndolo e inhalando hondo sintiendo como sus pulmones comenzaban a llenarse.

— Si sigues así morirás joven. —

Ao Bing expulsó el humo lentamente divisando la figura delante suyo. — ¿Qué quieres ahora? —

— Vine a ver que estaba sucediendo. — sus pasos eran largos y lentos. — Vi correr a la señorita Sha por el pasillo totalmente aterrada y cuando le intenté preguntar la pobrecita tartamudeaba. No le habrás hecho nada malo ¿O sí? —

— Eso no te incumbe. — exhaló el humo.

El azabache negó con un suave movimiento de cabeza. — ¿Qué pensaran de ti? — preguntó al estar frente al peliazul.

— Eso es lo de menos. — se levantó de su asiento. La diferencia de altura no era tanta, pero se remarcaba.

Ne Zha lo miraba con una sonrisa divertida. — ¿No le importa manchar su legado, Señor Ao? — retó.

— ¿Por qué habría de preocuparme por eso? — escupió el humo sobre el rostro del azabache, quien soltó una pequeña risa.

— ¿No es así? — colocó su mano en el pecho del peliazul; atento a su rostro acarició aquella zona sensible, consciente de su acción.

Ao Bing no pudo evitar fruncir el ceño, dolor era lo que sentía, pero los movimientos circulares sobre su pezón lo reemplazaban; dio una última calada al cigarrillo antes de tirarlo y pisarlo con la suela de su zapato. — ¿Qué estás esperando? — desafió. Enseguida fue empujado y aprisionado contra la superficie del escritorio.

Ne Zha lo miraba, hambriento, atento en aquellos ojos dorados. Movía sus caderas desesperado, empujando el cuerpo de Ao Bing, sentía que si no lo tomaba ahora enloquecería.

— No te contengas. —

Fue lo último que Ao Bing mencionó, antes de que ambos se perdieran ante el deseo.

Fue lo último que Ao Bing mencionó, antes de que ambos se perdieran ante el deseo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 10 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LA VERDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora