Capítulo I

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"Así comencé a contar la historia de mi vida, tal vez para que alguien algún día me entienda."

Escribo desde el asentamiento de argentinos comerciantes, Imara, aquí vivo yo, en una casa modesta pero muy amplia. Hoy es 4/5/2023. Dejo esto por si alguien lo encuentra. Están sucediendo cosas extrañas, necesito ayuda.

La radio anunció cielo parcialmente nublado y lloviznas por la noche. Un pronóstico molesto para un día tan importante para mí. Recuerdo que eran las siete de la mañana. Me levanté y sin desayunar corrí al colegio para no llegar tarde. Estaba cursando la secundaria y era mi primer día de clases del último año. Tenía mucho sueño, mis ojos se cerraban prácticamente solos como si no pudiera controlar mi cansancio. Sí, cansancio, porque la noche anterior me había acostado muy tarde, me quedé mirando una película de acción que todos mis amigos me habían recomendado.

Mi papá quería que conversáramos, pero no le presté atención, ya que estaba con él todos los días, no veía el problema en postergar la conversación. De todas maneras, le di a entender que él me importaba y lo abracé muy fuerte.

Nuestra relación era muy buena, tal como si fuéramos amigos, pero pasaba tantas horas fuera de casa que a veces me surgía una duda... ¿Qué estaría haciendo tan tarde?

Como nos comunicábamos más con los silencios que con las palabras, simplemente lo miraba con picardía y luego le señalaba la hora, ambos reíamos mucho. Él siempre estaba contento y riendo, pero tenía los ojos de una persona que no es feliz... Después me acostumbré a que solo era una expresión de su rostro, aunque no dejaba de llenarme de incertidumbre sobre sus verdaderos sentimientos.

Era tan amable, siempre preocupándose por los demás, entregándonos obsequios y besándonos sobre la frente a mi madre y a mí, antes de dormir. No sé si era una persona querida por el barrio, porque ese rol lo ocupaba mi madre, pero al menos no solía discutir con sus vecinos. Lo que sí puedo decir con total seguridad es que a mí me quería mucho y me lo repetía continuamente, como si jamás nos volviéramos a cruzar.

Llegué al colegio e intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave, toqué timbre y nadie me atendió. Mi miedo era cada vez mayor, seguro tenía la mala suerte de llegar tarde. Cuando esto ocurría, la directora del colegio nos daba un discurso que parecía no acabar, empezaba a decirnos que en el futuro seríamos impuntuales en el trabajo y en la universidad. Esperé unos segundos y toqué timbre una vez más sin resultados diferentes, entonces me senté sobre un escalón esperando encontrar algún conocido.

A lo lejos, noté que detrás de un árbol un chico me espiaba, no llegaba a divisar bien. Parecía delgado y bastante molesto. La ciudad no era insegura, pero de todos modos si me podía alejar de esa persona que me observaba me iba a sentir más tranquila. Además, mi mamá siempre me decía que tuviera cuidado con todo lo que me rodeaba. La mayoría de las veces exageraba y producto de ello, vivía aterrorizada, nerviosa.

Fui hacia mi casa y mientras tarareaba una canción muy alegre golpeé la puerta para que me atendieran. Nadie me escuchaba, ya me estaba enojando, no podía ser que ese día no me prestaran atención en ningún lugar, parecía como si hubiera dejado de existir por unas horas. Estaba tan triste, en ese momento lo único que me agradaba era permanecer en silencio para así reflexionar sobre mi vida.

Comencé a pensar una solución y recordé que mis papás dejaban debajo de un cantero una llave de repuesto, entonces abrí el portón de mi casa y pude entrar. Estaba preocupada, no era normal que esté todo cerrado y que no estuviera mi mamá.

Me dirigí al living y la encontré recostada en el suelo. Al escucharme levantó su cabeza y pude notar que el maquillaje se le había corrido de llorar. Como no sabía que le sucedía intenté acercarme a abrazarla, al menos para servirle de consuelo, pero ella me empujó y me dijo: "¡Vos tenés la culpa de todo! ¡Vos!"

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