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La vida no fue nada fácil desde la muerte de su padre y la desaparición de su madre. Pufu los extrañaba, pero también le agradaba la idea de mudarse a la casa de sus tíos, tampoco es como si hubiera otra opción, Fumura trabajaba hasta tarde, Rikaru iba a la universidad y el todavía asistía a la primaria.
Tenía que regresar solo a la casa de sus tíos, quienes los aceptaron sin muchos problemas, bajo la promesa de que una vez que Fumura y Rikaru tuvieran el suficiente dinero como para rentar un departamento, se fueran. El siempre estuvo consiente de que sus tíos habían aceptado acogerlos en su casa por puro compromiso con sus "difuntos" padres.
Cuando ninguno de sus hermanos mayores estaba en casa, sus tíos no disimulaban para nada la disconformidad que les generaba compartir hogar con ellos, haciendo comentarios despectivos hacia Fumura y Rikaru, e incluso hacia Pufu, sin importarles de que el niño estuviera escuchando. Pero, a pesar de que esto lo ponía triste, aguantaba por sus hermanos, no quería darles más problemas, o que Fumura se viera obligado a trabajar más horas extra para conseguir un mejor lugar para vivir.
Un día, mientras el regresaba de la escuela, se encontró con un camión de mudanzas enfrente de la casa. Sus ojos brillaron al creer que por fin el y sus hermanos se irían lejos a vivir, pero ese brillo duro poco al ver como sus tíos sacaban cajas con sus pertenencias, ropa, muebles, trastes, etc. Sacaban todo, sus tíos eran los que se iban.
Entro a la casa, visiblemente confundido. Sus hermanos todavía no llegaban. Dejo la mochila en el sillón y fue en busca de su tía, cuando la encontró en su habitación ella le aseguro de que volvían en unos momentos. Prendieron el auto y se fueron, Pufu se quedó sentado en el sillón, no cuestionó a sus tíos y solo se sentó a esperar, sabía que regresarían pues todavía les faltaban muchas cosas por llevarse.
No se dió cuenta de cuando se quedó dormido, antes de hacer un ruido o movimiento escuchó una conversación que tenían sus tíos. Decidió hacerse el dormido, aunque sabia que no estaba bien escuchar conversaciones ajenas.
—¡Te estoy diciendo que nos vayamos rápido! Falta otro camión de mudanza para largarnos—se escuchó una voz femenina, enojada y frustrada
–Pero, ¿Que hacemos con el niño?—pregunto el hombre de manera indiferente
—¿El mocoso? Yo que se, no es nuestra responsabilidad. Dejémoslo ahí—respondió otra vez la mujer con un tono fastidiado
—Tienes razón, no les debemos nada a esos hermanos, ni a sus padres—se escucharon las pisadas del hombre alejándose, luego las siguieron las de la mujer
Cuando el ruido del camión arrancado resonó por la casa, el niño se levantó con lágrimas en los ojos. Lloro por uno 15 minutos hasta quedar satisfecho, se volvió a acostar sin saber que hacer, todavía era demasiado temprano para que Rikaru llegará y seguramente encontraría todo vacío.
