Estaba luchando conmigo misma para decidir que ponerme. Tenía una hora para cambiarme, peinarme, maquillarme, perfumarme, y tomarme fotos. Que difícil es la vida de las bonitas.
—¡EMILY! —Grite para llamarla, ya que se encontraba en mi cocina, hablando con mi padre.
—¿Que quieres? — Me devolvió el llamado.
—¡Ven, porfis! — No me contestó. —¡Te pago!— Escuché sus pasos apurados resonar por toda la casa.
—Quiero mis veinte dolares. — Llevaba una sonrisa de par en par.
—Estas loca. — Reí ante su comentario mientras sacaba 5 dolares arrugados de mi bolsillo. —Y te conformas. —
Emily rodó los ojos. —Lo tomo, pero me ofende. En fin, ¿que pasó? —
—No sé que ponerme. Tengo dos opciones, mira. —Tomé la primera opción que tenía separada en mi cama.
—Esta es una. — Era un vestido negro escotado, unas botas hasta la rodilla, y una chaqueta de cuero.—Me gusta, me gusta. ¿Y la otra opción?
— Cuestionó.—Esta es la segunda. — Era un top negro escotado, una falda tiro bajo plateada, y unos tacones negros sutiles.
—¡Wow!, definitivamente el segundo.
—¿Tu crees? — Asentió.
—Okay, ¡gracias! —
Emi abandonó la habitación para volver a la cocina a tener charlas profundas con Ryan y mi padre. Raros.
Me cambié a el atuendo que me había recomendado Emi, me pusé unos aretes en forma de estrella, una cadena sutíl plateada, y mi perfume con su caracteristico olor a cereza.
Me dirigí hacia la cocina, y ahí estaban mis dos amigos, embriagandose con mi padre. Que imagen mas rara. En fin.
—Okay... No voy a preguntar que está pasando aquí. — Reí. —¿Vamos? —
Ryan y Emi asintieron.
—Adios, pa. — Le dí un pequeño beso en la mejilla.
—Adios, hijita. — Me apretó la nariz. —Cuidate, toma con moderación, no te droges, y si tienes sexo, con protección. —
—¡Por Dios, papá! — Me cubrí la cara con vergüenza, mientras mis amigos se reían. —Como sea, cuídate. —
Nos dirigimos hacia el auto de Ryan. Yo me senté de copilota, y Emily en los asientos de atras.
—¡Noche loca! — Gritó Ryan mientras ponía Eminem a todo volumen.
El resto del viaje fuimos nosotros cantando a todo volumen. Probablemente la mitad de New Yorkinos nos odien por ser tan ruidosos. Pero no importa. La situación lo ameríta.
—Llegamos, muchachas. — Musitó Ryan mientras nos abría la puerta.
El Club era genial, aunque habían muchas chichas en la entrada rogandole entrar a el guardia de seguridad, y paparazzis.
—Wow, me pregunto si estará Britney Spears allí. — Bromeé.
—¡Vamos!, quiero ver como esas perras se mueren de envidia al ver que nosotros tenemos entrada para este club. — Emily tenía una sonrisa malvada en su rostro.
—Que mala. — Le dí un pequeño empujoncito, mientras me dirigía hacia la puerta.
—¡Hola!
—Sus nombres, por favor. — Era un hombre alto y joven, y llevaba traje y lentes.