Al coger mi bolso, veo que está iluminado por dentro. Es mi teléfono, tengo treinta y tres mensajes en el chat del grupo con mis dos mejores amigas, Iris y Laia. Me pregunto qué estarán tramando, pero no me atrevo a mirar el último mensaje, aunque la curiosidad me esté matando. Logro contenerme y guardo el móvil en el bolso mientras cojo una bocanada de aire y respiro hondo. Aún no puedo creer que todavía siga aquí, y mucho menos, que vaya a subir a esas habitaciones. Estoy segura de que si Kylan no hubiera aparecido, ya me habría ido del lugar y ahora estaría con mis amigas, celebrando el día de La Mercè, como ellas seguramente lo están haciendo.
Cuando llegamos a la puerta de acceso, me detengo en seco. Siento los nervios en mi estómago y mis piernas comienzan a temblar.
—Tranquila, solo vamos a observar —Kylan pone su mano reconfortante en mi brazo.
Su gesto me calma.
Asiento.
Abre la puerta y hace un ademán con la palma de la mano para invitarme a pasar. Lo miro a los ojos, que le brillan de emoción en un intenso azul oscuro. Me quedo atrapada en su mirada, hasta que decido reaccionar y doy un paso adelante.
Traspasamos el umbral y entramos en una amplia sala con una tenue iluminación de color naranja melocotón. Observamos nuestro entorno, adornado con figuras romanas doradas. Todas ellas representan desnudos en poses libertinas.
Kylan me hace un gesto con la cabeza, indicándome hacia el ascensor y caminamos en esa dirección. Con cada paso que doy, aumenta mi nerviosismo.
Las puertas del ascensor se abren en cuanto Kylan presiona el botón y entramos. En su interior, la iluminación es similar a la de la sala anterior, pero un poco más suave. Los botones de las plantas superiores están iluminados en rojo y destacan en el ambiente sombrío.
—¿Estás bien? —me pregunta.
Me recreo en su mandíbula cuadrada, cubierta por una barba rubia de pocos días. Solo hay medio metro de distancia entre nuestros cuerpos. Continúo el recorrido hasta detenerme en sus labios, que se curvan en una sonrisa seductora.
—Impaciente —confieso, volviendo a su mirada.
Él traga saliva y se remanga la camisa hasta los codos.
—Yo también. Quiero que disfrutes, no te preocupes por nada. Estaré a tu lado. Y, si en algún momento te sientes incómoda podemos irnos de la habitación.
—Gracias, pero... —empiezo a decir.
—Solo te pido algo a cambio.
Mi corazón palpita con más fuerza debido a los nervios. El ascensor se detiene en la primera planta y las puertas se abren de forma apresurada, para mi gusto.
—¿El qué? —le pregunto.
Kylan da un paso hacia delante y se coloca frente a mí antes de responder.
—Que en los próximos días me hagas de guía turística por la ciudad —su risa llega suave hasta mis labios.
Retrocede dos pasos y se gira para salir del ascensor. Coloca la mano en el extremo de la puerta para evitar que se cierre y espera a que pase.
Vuelvo a coger aire y respiro profundo.
—Con una condición —le indico.
Se muerde el carrillo, de nuevo, de forma seductora.
—¿Empezamos con condiciones...? —Sonrío—. Soy todo oídos— prosigue, expectante.
Está claro que este tipo quiere sexo, su deseo se desprende por todo su cuerpo. Supongo que yo también lo quiero, a pesar de que desde que entré a este edificio me he sentido aterrada.
Hasta que él llegó.
—Tendrá que ser de lunes a viernes. El próximo fin de semana lo tengo ocupado —le guiño un ojo, coqueteando.
Yo también sé cómo jugar a esto.
—De acuerdo, lady —me ofrece su mano.
¿Lady? Levanto una ceja.
—Entonces, trato hecho, gentleman —digo en réplica. Sonríe satisfecho.
Tomo la mano que me ha extendido, y sin esperármelo, me atrae hacia su pecho con un fuerte movimiento, que nos hace estar pegados el uno al otro, cuerpo con cuerpo. El ascensor se cierra de golpe, y por poco me quedo atrapada entre las puertas.
Siento un rubor subir hasta mis mejillas. Kylan me hace un gesto que indica que me ha salvado de ser aplastada, y me muerdo el labio para evitar decir cualquier burrada. Noto cómo el calor de mis mejillas aumenta al darme cuenta de que todavía tengo las manos pegadas a sus «fuertes» pectorales.
Un ruido nos devuelve al presente. Una mujer acaba de salir por una de las puertas, caminando semidesnuda, solo lleva puesto un tanga negro. Nos mira, sonríe y camina por el pasillo hasta entrar por otra puerta.
—Estoy nerviosa. —Le confieso.
Retiro rápidamente mis manos de su pecho.
Kylan saca un folleto del bolsillo trasero de su pantalón.
—No te preocupes, tranquila, podemos empezar por esta, que da la impresión de ser más suave.
—¿Más suave? ¿Cuál es?
—Se llama: «Cincuenta sombras más».
—¿En serio? —pregunto, incrédula. Mis nervios desaparecen de repente.
—No han sido muy originales con el nombre, pero creo que podría ser interesante echar un vistazo.
—De acuerdo.
—Vamos —guarda el folleto en el bolsillo y me toma de la mano. Lo miro sorprendida por el gesto—. Tenemos que meternos en el papel y actuar como si fuéramos una pareja real.
Asiento y entro en el juego.
Observo a mi alrededor mientras caminamos por el pasillo central frente al ascensor. El ambiente en esta planta es más oscuro y anaranjado que en la de abajo.
A medida que avanzamos, oímos pequeños jadeos provenientes de puertas cercanas. Escucharlos me resulta excitante.
—¿Es esta? —pregunto al ver que Kylan se detiene frente a una puerta.
—Sí. ¿Estás lista?
—No estoy segura —respondo.
—Recuerda que solo venimos a mirar y divertirnos. No tenemos que hacer nada más.
—Sí, lo sé. Está bien.
Abre la puerta y accedemos.
El ambiente dentro es oscuro. Nada más entrar escuchamos quejidos muy altos que apenas se percibían desde el exterior, lo que indica que las habitaciones están insonorizadas.
Caminamos, cogidos de la mano, hasta encontrar unas cortinas negras. Kylan se abre paso entre ellas y al cruzarlas nos topamos con una mujer desnuda, atada de pies y manos con cadenas. La atmósfera está envuelta en una luz roja sombría.
Frente a la mujer se encuentra un hombre con una máscara y un látigo de cuero en la mano. Eso me hace sonreír.
—¿Estás bien? —me susurra Kylan al oído.
—Sí, perfectamente —le respondo, rozando mis labios en su oreja.
Nos miramos, solo veo el reflejo de dos luces en sus ojos mientras estamos sumidos en la penumbra. La única luz presente se enfoca entre la mujer y el hombre.
Me sobresalto al escuchar el sonido del látigo golpeando la piel de la mujer.
—Ostras —me quejo por el susto.
—Si prefieres podemos ir a mirar a otra sala. —Kylan vuelve a acercarse a mi oído—. Tal vez los látigos no sean lo tuyo.
Me cuesta reconocerlo por la escasa luz, pero estoy segura de que me ha guiñado un ojo.
—No lo sé, nunca los he usado, aunque debo admitir que tengo uno en casa. —Le susurro.
—¿Es en serio? —Suena sorprendido.
—Sí, mis amigas me regalaron un kit sexual completo.
—Eres una mujer con suerte, y tienes buenas amigas.
—Por lo visto a ti sí que te va lo de los látigos, ¿cierto? —pregunto mientras la mujer grita entre golpes. Parece que el hombre se ha animado y ahora la está golpeando repetidas veces con el látigo.
—Bueno, tendría que probarlo para poder responder esa pregunta. —Me aclara.
Seguimos cogidos de la mano. La suelto, no hay nadie aquí que pueda vernos, no tenemos que aparentar.
Regresamos nuestra atención al espectáculo. El hombre rodea el cuerpo atado de la mujer y acaricia su muslo con una gran pluma morada. Luego toma un azotador de cuero con una pala en el extremo y la golpea con él.
—Vamos a otra habitación, aquí parece que estemos repitiendo lo de la película, ya lo he visto. —Le digo.
Él está de acuerdo y salimos.
—¿Escogemos al azar sin mirar las especificaciones del folleto? Tú elige la próxima habitación primero. —Me propone una vez estamos en el pasillo.
—¡Vale! ¡Esa! —señalo hacia una tercera puerta a nuestra derecha.
Accedemos a la habitación y me quedo petrificada al escuchar los distintos jadeos que llenan el espacio.
¡Madre mía!
Hay cinco piscinas pequeñas tipo jacuzzi distribuidas a cierta distancia entre sí. Todas están ocupadas por parejas que están manteniendo sexo. En una de las piscinas centrales, dos hombres se besan apasionadamente al tiempo que se masturban entre sí.
Kylan vuelve a tomar mi mano y debo admitir que se lo agradezco. Me siento como una intrusa aquí.
—Creo que llevamos demasiada ropa. Vamos a ver qué hay detrás de esas cortinas. —Sugiere y tira de mí.
Seguimos escuchando los jadeos, que ahora se me antojan más intensos. Pasamos junto a una piscina donde vemos a una pareja follando. Hago una respiración profunda y los observo de reojo. El agua se agita al compás de los movimientos de cadera del tipo. Ella está apoyada en el extremo de la piscina mientras él golpea su culo con su pelvis.
Nunca había presenciado sexo en vivo y en directo, y reconozco que es muy estimulante. Sorprendo a Kylan mirándome, y ahora sus ojos están llenos de deseo.
Me muerdo el labio, inquieta, y aprieta mi mano, instándome a seguir adelante. Nos detenemos frente a unas cortinas negras de terciopelo. Kylan las retira despacio y detrás de ellas nos encontramos con una mujer desnuda, con las piernas abiertas sobre una mesa de mármol oscuro, mientras un hombre le pasa la lengua húmeda por los muslos.
Nos apartamos hacia un rincón del habitáculo y observamos en silencio. Tengo el presentimiento de que los latidos descompensados de mi corazón podrían resonar en toda la sala.
El hombre introduce su pulgar en el sexo de la mujer, lo que la hace arquear el cuerpo. Continúa lamiendo su clítoris, saboreándolo, y la mujer gime fuerte.
Mi respiración se acelera aún más. Presenciar esto en persona es muy extraño, parece que estuviéramos aquí sin permiso, invadiendo la intimidad de otras personas.
Los gemidos se intensifican y mi pulso sigue ese ritmo. El hombre recorre el cuerpo de la chica con su lengua y se detiene en sus senos, mordiéndolos. Mis manos están sudadas y Kylan sostiene la derecha con firmeza. Puedo sentir su excitación a través de nuestras palmas unidas.
El hombre se percata de nuestra presencia y por un momento siento que somos intrusos que hemos interrumpido su diversión, pero para mi sorpresa, el tipo se incorpora y con fuerza penetra a la mujer con su miembro. Las estocadas son duras y la escena me deja con la boca abierta.
Kylan ejerce presión con sus dedos en mi mano y me estremezco de manera tonta. Me acerco a él para hablarle.
—¿Cambiamos de habitación? —intento controlar el tono de voz en cada palabra que pronuncio.
Me sujeta por el cuello con su mano libre y mi piel se eriza con su tacto.
—¿Esta no te gusta? —me susurra al oído. Su fragancia impregna mi nariz y la acepto como puro erotismo.
Dios mío, este acercamiento me ha excitado más.
De repente, empiezo a fantasear con tener sexo con Kylan.
Pero no aquí, frente a toda esta gente.
—Sí, pero me gustaría ver otra habitación —murmuro.
Acepta mi propuesta y salimos de la habitación.
Una vez en el pasillo veo a Kylan sonreír y pasar su lengua de forma sensual por sus labios antes de hablar.
—Esta sí qué me ha gustado. ¿También te has excitado, cierto?
—Ha estado bien —respondo.
Tengo mucho calor.
—Joder, tiene que ser una pasada follar dentro de esas piscinas —sus palabras aumentan aún más la alta temperatura que siento, y mis mejillas se sonrojan. Lo cierto es que no esperaba que me gustase tanto la sensación de estar aquí y ver todo esto.
—Supongo que estaría bien... —le respondo, mirando hacia el resto de las puertas.
—¿Te gustaría tener sexo ahí dentro? —Su voz suena ronca y va directa a mi estómago. Y para colmo, me atrapa por la cintura pegando su cuerpo al mío.
—Sí —me lanzo a decir. Mi vergüenza ha desaparecido, pero recuerdo a la gente mirando— no con tanta gente alrededor...
—Cada uno va a lo suyo. ¿No lo has visto? —río. En un movimiento inesperado, me coge por la barbilla y acaricia mi rostro. Su tacto provoca otro pálpito, esta vez en mi zona íntima, y no me reconozco a mí misma. No suelo ser así. Aunque debo admitir que el ambiente del lugar es lo que te incita; dejando a un lado que Kylan está como un tren, por supuesto—. Venga, sigamos con la aventura, pasemos a la siguiente habitación.
Decidimos entrar valientemente por otra puerta elegida al azar.
De nuevo, entramos cogidos de la mano.
Esta habitación tiene una iluminación tenue. Está distribuida en diferentes espacios, pero no se puede apreciar nada con claridad. Nos abrimos paso entre las cortinas y nos encontramos con una pareja.
Están vertiendo un líquido blanco —supongo que será leche— sobre sus cuerpos. Ella lo deja caer en su pubis y en el pene erecto del hombre, y él lo vierte sobre los senos de la mujer. Ambos llevan puestas tiaras romanas en la cabeza. Al hombre le cae una capa corta de seda blanca sobre los hombros.
Cuando se dan cuenta de nuestra presencia, nos invitan a pasar.
—Poneos cómodos y disfrutad del espectáculo —nos ofrecen, señalando dos sillas altas de madera con trenzados, situadas frente a frente.
Kylan me mira; esperando mi aprobación.
—Vale —respondo, no muy segura.
Nos acomodamos en los cojines de las sillas, aunque no son precisamente cómodas, solo sirven para apoyarse.
La pareja se posiciona frente a nosotros.
No sé muy bien por qué, pero me sentía más cómoda cuando Kylan y yo íbamos cogidos de la mano.
El hombre se lanza a tocar los senos de la mujer, aún manchados de restos de leche. Ella inclina la cabeza hacia atrás, ansiosa por el placer que recibe.
Desvío la mirada hacia Kylan, quien me está observando. Parece tan inquieto como yo. Me hace un gesto con la cabeza que parece preguntar si estoy bien, y asiento.
La mujer continúa deslizando sus manos por el pecho del chico hasta llegar a su miembro. Lo agita arriba y abajo y luego se inclina para introducirlo de golpe en su boca. Mis ojos regresan a Kylan, quien aún sigue mirándome. No puedo discernir qué expresa su mirada.
La pareja detiene la exhibición y el espectáculo. La mujer se aparta y se coloca detrás de Kylan. Me doy cuenta de que el hombre se ha posicionado detrás de mí.
No esperaba este movimiento.
La chica desabrocha uno a uno los botones de la camisa de Kylan, y él se deja hacer, pero sus ojos siguen clavados en mí. Llega al último botón y abre la camisa, dejando su pecho completamente al descubierto.
Trago saliva.
¡Joder! ¡Vaya abdominales tiene el irlandés!
Noto una mano en mi cuello y me tenso de inmediato. Vuelvo mi mirada al frente y veo los dedos de la mujer deslizarse con suavidad por el pecho de Kylan. Ver esto es lo que más me ha excitado en toda la noche: ver desnudo el torso de Kylan. No puedo apartar la vista de las manos de la mujer. Ahora las lleva hasta los pantalones y los desabrocha.
Tengo mucho calor. Unos dedos pasean por la piel de mis brazos. La chica aparta el bóxer de Kylan y deja al descubierto su... ¡Dios! ¡Su polla gorda! Retiro lo que dije antes: esto es lo que más me ha excitado en toda la noche.
La mujer cuela la mano por dentro de los calzoncillos y Kylan se remueve. Estoy excitada. Él no aparta sus ojos de los míos y ahora yo tampoco puedo apartar los míos de los suyos. Siento que unas manos se deslizan por el escote de mi vestido e imagino que son las de Kylan, lo que me tranquiliza un poco. El tipo que está detrás de mi espalda prosigue y, sin esperarlo y con brusquedad, rompe mi vestido, llevándose parte del sujetador. Mis pechos quedan expuestos con los pezones erectos.
Miro hacia las cortinas, con la intención de salir pitando de esta habitación, pero en lugar de eso, vuelvo a mirar a Kylan. Sus ojos llenos de lujuria sobre mis tetas me han dejado paralizada. El hombre pone sus manos en mis pechos y los aprieta con fuerza. No sé qué hacer, esto ya no me gusta.
Kylan retira la mano de la mujer que le estaba manoseando y me analiza angustiado.
La excitación que ambos sentíamos se ha esfumado.
—¡Quítale las manos de encima a mi novia! —le ordena Kylan al tipo que sigue tocándome.
Se levanta con rapidez y se abrocha el pantalón, mientras se acerca a mí con expresión preocupada.
Retiro las sucias manos que están posadas en mi cuerpo y me pongo de pie. Intento cubrirme los pechos, pero el vestido ha sido destrozado hasta la altura del ombligo y ya no hay forma de sujetarlo.
—Esta sala es para jugar. —Nos replica, el tipo, con seriedad.
—¡Pues juegas con tu pareja! Teníamos entendido que en este local el respeto iba por delante —Kylan suena muy enfadado.
—Y así es. Pero estáis en la habitación de intercambio de pareja —nos informa.
Kylan y yo nos miramos, asombrados.
—Una porquería de habitación —Kylan se quita la camisa y me la pone sobre los hombros para que me cubra. La abotono y me dirijo hacia la salida.
—Asegúrense antes de comenzar algo —prosigue el tipo a nuestras espaldas.
Al cruzar el umbral siento los ojos humedecidos.
—Andy, espera —Kylan me detiene, agarrándome del codo. Al girarme, me sostiene las mejillas—. Lo siento mucho.
Veo rastros de culpabilidad en sus ojos.
—Tú no eres el responsable de lo que ha sucedido.
Chasca la lengua en señal de protesta.
—No deberíamos haber entrado sin verificar qué habitación era, joder. No puedo evitar sentirme culpable.
—No digas estupideces, ambos queríamos probar.
—Lo siento —repite.
Hace un movimiento inesperado y me atrae hasta su pecho para abrazarme.
Permanezco inmóvil, respirando en su cuello.
La noche había comenzado genial, pero ahora me siento sucia. No me ha gustado la sensación que ese hombre despertó en mí al ponerme las manos encima.
—Quiero irme de aquí. —Le digo.
—Te acompaño.
—Está bien, cojo el abrigo para cubrirme y después podrás regresar.
—No; voy a llevarte a casa.
—No es necesario, puedo ir sola.
—Lo sé, Andy, pero no estoy tranquilo. Por favor, déjame acompañarte. Yo tampoco quiero seguir aquí, y menos sin ti. Cuando esa mujer me tocó, al principio me gustó solo porque te tenía frente a mí y fantaseaba con que fueras tú quien lo hacía; pero una vez que volví a la realidad, no pude soportar que continuara tocándome. Y eso mismo es lo que vi reflejado en tu mirada cuando ese tipo te manoseó.
Lo analizo y veo que está tan afectado por la situación como yo.
—De acuerdo, salgamos.
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DESEOS SACIADOS
Romance¿Te atreves a satisfacer tus deseos? ¿Qué estarías dispuesto a hacer para liberarte del estrés laboral? ¿Te lanzarías a explorar el morbo? Estas son las aspiraciones que Kylan busca cumplir durante su viaje a Barcelona, dejando atrás los problemas l...