4 Kylan

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La Bodegueta, este magnífico bar de tapas que Andy prometió mostrarme, se ha convertido en uno de mis favoritos, al igual que para ella.
Se encuentra ubicado en plena Rambla de Catalunya y se accede a través de unas escaleras que conducen a un bar pequeño pero encantador. Tiene un ambiente especial. Las paredes están bañadas de arte con cuadros que las adornan. El vino que sirven te transporta a otro lugar, a otra realidad, permitiéndote apreciar más allá de la superficie de las pinturas de esas obras artísticas. Y qué decir del jamón ibérico o el queso. Exquisitos.
Hace tres días, Andy me trajo aquí para que probara sus tapas y me gustó tanto que hoy, martes, le insistí en regresar e invitarla a cenar.
Andy y yo llevamos desde el domingo sin separarnos más de un cuarto de hora, solo lo hemos hecho por las noches, para dormir. Hizo realidad lo que le pedí sobre visitar lugares recónditos para turistas y de esta manera fueron las diferentes tipos de rutas que realizamos. Y tengo que hacer hincapié en que no han sido meros días, sino que se han vuelto mucho más intensos, como si el tiempo se hubiera desdoblado y los minutos fuesen días. Durante este tiempo que hemos pasado juntos, me he dado cuenta de que tengo un dilema con Andy. Es complicado de explicar: por un lado, no quiero arruinar la amistad que hemos construido, pero por otro, siento una creciente atracción sexual hacia ella.
Este dilema me preocupa y, para empeorar las cosas, incrementa con cada sorbo de vino que tomo.
—Tengo que recompensarte por esto —le digo.
Nuestras miradas intentan descifrar los pensamientos del otro, algo que se ha vuelto habitual entre nosotros últimamente.
Observo cómo sus mejillas se sonrojan por el vino, y puedo percibir que hay algo más en su mirada. Estos días también me sirvieron para conocerla mejor, Andy es fácil de leer. Por lo menos, para mí.
Le hago un gesto para que hable.
—¿Qué estarías dispuesto a hacer para recompensarme? Vaya, no estaba preparado para esta pregunta.
Tampoco estoy seguro de las intenciones ocultas de Andy, pero mi imaginación ha ido por libre y ya ha viajado a lugares oscuros y poco decentes.
Creo que va ganando la segunda opción de mi dilema.
De todas formas, debo medir las palabras antes de responder.
—Tus deseos serán mis objetivos en los días que esté de vacaciones en Barcelona. Así que solo tienes que pedir.
Y me he controlado.
—Ah, ¿sí? Bueno, los dos tenemos curiosidades...
Fija sus ojos en los míos y se queda en silencio.
Trago saliva. Dudo si esto era lo que tenía en mente. Aun así, ha logrado ponerme nervioso.
Me acerco a ella. Hoy nos hemos sentado uno junto al otro en lugar de enfrente. Llevo los labios hasta su oído.
—Lady, nada me gustaría más que satisfacer todas tus curiosidades —le susurro.
Puedo notar las chispas que saltan entre nosotros debido a la tensión que acabamos de generar.
Es posible que me haya pasado con el acercamiento.
—Yo también soy nueva en esto... —empieza a decir pero se interrumpe para beber un trago de su copa. Soy incapaz de apartar la vista de sus carnosos labios que lleva pintados de color rojo carmesí.
—¿En qué? Andy, puedes hablarme sin rodeos, con total confianza. Te invito a que me hables directa —me lanzo a decir.
Se inclina hacia mí y pone su mano en mi muslo. Este gesto me ha sobresaltado considerablemente. Empiezo a tener mucho calor.
Me separo de la silla para quitarme el jersey y quedarme en manga corta.
Sí, sin duda puede que el exceso de temperatura se deba a que voy muy abrigado.
Andy fija su mirada en mis bíceps cuando hago el gesto para dejar el jersey sobre la otra silla. Debo confesar que estoy acostumbrado a que me observen de ese modo. Quiero dejar en claro que no pretendo ser arrogante ni presumido, pero reconozco que he logrado conservar mi cuerpo muy fibroso y en buena forma. Esto se debe a mi trabajo, ya que necesito mantener una excelente condición física.
Desvío la mirada hacia sus labios. El calor sigue siendo sofocante.
—Soy nueva en lo que hicimos el viernes. —Me confiesa.
Me alegro de que por fin se atreva a sacar el tema. Llevo cinco días esperando a este momento. Y ha llegado.
—Pero la cuestión es, que si te quedaste con una buena sensación con la experiencia. Dejando a un lado lo que sucedió en la última habitación —no quiero sonar tan directo, pero necesitábamos hablar de ello.
—Dejando a un lado lo que sucedió en la última habitación...
—¿Desean algo más? —El inoportuno camarero nos interrumpe.
Andy y yo nos miramos, y las ganas de seguir con la conversación grita por nuestros ojos. Le brillan de una forma en especial.
—¿Pedimos la cuenta? —me adelanto.
—Sí. Tráiganos la cuenta, por favor —se dirige, educada, al camarero.
Él le responde con un guiño de ojo.
—Prosigue con lo que has dejado a medias —le pido, al oído.
Hoy lleva otra fragancia distinta. Sumando la del viernes, ya he percibido tres perfumes distintos en ella, y no podría elegir cuál de ellos me gusta más. Estoy seguro de que cualquier perfume que utilice podría oler de maravilla en su piel.
Abre la boca para darme la respuesta, pero el movimiento parece ocurrir en cámara lenta. Toda mi atención está enfocada en ello.
De repente, una voz masculina y potente se acerca y comienza a hablar muy próxima a nosotros.
—¿Un martes también por aquí? —le pregunta un chico, en un español perfecto.
—Lo mismo podría decir yo, feo. ¡Así que vienes y no me avisas! —Le responde Andy, sonriente.
—Y me lo dices tú que ya has acabado de cenar, qué cara tienes —el chico se acerca, con total confianza, para sujetar a Andy por la cintura.
Ella se levanta, a la vez, y me aparto hacia un lado para dejarles espacio. Se dan dos besos, él la tiene rodeada con los brazos como si no quisiera soltarla nunca. Nunca de verdad, no sé los segundos que llevan agarrados. Tampoco tengo ni idea de quién puede ser este tipo, pero espero que no se quede con nosotros. No es que sea antisocial, en absoluto, pero lo cierto es que me apetece estar a solas con ella.
Al separarse, los dos dirigen sus miradas hacia mí.
—Él es Kylan, un amigo —me presenta Andy, en inglés, poniendo su mano en mi bíceps.
Me levanto e intercambio un apretón de manos con el chico.
—Hola. Yo soy Adrián, el hermano de esta pitufa —me informa, regalándome una gran sonrisa.
¿Su hermano?
¿Pitufa?
—Encantado, Adrián.
Andy le golpea con el puño en el brazo y él se echa a reír, divertido. Creo que le ha molestado que la llame con ese «sobrenombre».
Aparece el camarero y nos entrega la cuenta.
—Si os vais me quedo con vuestra mesa —nos indica, su hermano.
—Menudo morro. Haz cola, como todo el mundo.
—Venga, si ya nos conocen; es como si estuviera cenando con vosotros —Adrián toma asiento en la silla que está frente a la mía—. Y, ¿de qué os conocéis? —Nos pregunta, mirándonos a uno y después al otro.
No le respondo. Cojo mi cartera y saco dinero para pagar.
—¿Hoy no me tocaba a mí? —me señala, Andy.
—No. A la próxima.
Su hermano nos analiza. Yo no pienso responder a la pregunta que ha formulado.
Andy parece leer mi mente, mira a su hermano y se lanza a darle una respuesta.
—Nos conocimos el viernes en un bar del centro —bueno, eso es verdad— y nos caímos genial, así que accedí a hacerle de guía turística por la ciudad durante las dos semanas de vacaciones que estará aquí.
Adrián mira a su hermana de forma analítica, yo también lo hago del mismo modo. No sé por qué.
—¿Dónde tienes pensado llevarlo?
—A lugares no turísticos —su hermano levanta una ceja— esa era la condición.
Sonrío.
—¿Y vais en el plan de tapas y vinos? Porque podríais ir a visitar la taberna de la Vinoteca Varietalis, de Alella.
—Mmmm, buen sitio. Si nos da tiempo, iremos —Andy se levanta de la silla— nos marchamos ya.
Me incorporo y me despido, chocándole la mano de nuevo a Adrián.
—Hasta la próxima —le digo.
—Nos vemos. Espero que disfrutes de la ciudad —me responde, con otra sonrisa.
Un taxi nos deja en la entrada del club Mirablau. Andy me dice que en este lugar no es necesario hacer una reserva y que goza de unas vistas excelentes.
—Te repito que podría llevarte a un bar irlandés que conozco y está genial —me indica.
—No es necesario, gracias, ya te comenté que no me gusta la cerveza, por extraño que parezca —reímos—. Este club seguro que es perfecto para tomar una copa.
Accedemos y pedimos las bebidas para después salir a la terraza y disfrutar de las vistas. Andy tenía razón, son asombrosas; otra maravilla que me llevo de recuerdo. Me alegro de haber elegido esta ciudad para desconectar del trabajo, y sobre todo, de haberla conocido a ella y poder descubrir todos los lugares que me ha enseñado.
Regresamos a la pista de baile, situada junto a la barra. La iluminación en general no es muy oscura, tiene unos tonos entre rosa, lila y azul.
Me llama la atención lo concurrido que está el club para ser un martes.
A los pocos minutos, Andy salta emocionada cuando suena por los altavoces la canción Todo de ti de Rauw Alejandro y comienza a bailar frente a mí. La acompaño y me pongo a hacer el tonto junto a ella e intento seguirle los pasos, si bien, es muy difícil poder conseguirlo.
La cojo de la mano para animarla a que dé vueltas a nuestro alrededor, pero en uno de esos torpes movimientos que hago ella tropieza y choca con mis pectorales, quedándonos unidos sin nada de espacio entre nosotros. Sus labios también me parecen demasiado próximos a los míos.
—Perdón —me disculpo.
Siento el cálido aliento salir de su boca.
—Tranquilo...
Me paralizo en el momento, igual que Andy, que aunque la música sigue sonando nosotros continuamos en la misma posición sin pretender alejarnos. Comienzo a moverme al ritmo de la canción y ella lo hace conmigo, sonriendo.
Me dejo llevar por la situación y deslizo mi mano derecha por su nuca, apartando su cabello. Tiene las pupilas atrapadas en las mías. Hoy sus ojos felinos me parecen más hermosos que nunca, y centellean.
—Creo que teníamos una conversación que dejamos a medias en el bar —le susurro al oído.
Sigo con la mano en su cuello y no tengo ninguna intención de retirarla.
—Refresca mi memoria —me responde, colocando sus manos en mi nuca de la misma manera.
Me acerco a ella. Su cabello desprende un aroma floral.
—El local de sexo —pronuncio; nuestras analíticas miradas se cruzan en silencio, durante unos segundos, hasta que me atrevo a proseguir— ¿te lo pasaste bien?
—Tan bien como que estaría dispuesta a repetir —sus labios rozan mi oreja con cada palabra que expresa. Se me eriza la piel—. ¿Tú repetirías conmigo?
Coloco la mano en su cintura para atraerla con fuerza hacia mí.
—Por supuesto, contigo. Pero antes me gustaría confesarte algo.
—¿El qué?
—Desde el viernes, no puedo dejar de fantasear con la idea de probar el sabor de tu boca —le respondo, con voz ronca.
Me sorprendo por lo que acabo de decir. Es cierto que he fantaseado con eso, pero no pretendía decirlo en voz alta. La sinceridad se ha escapado en forma de palabras.
Permanezco inmóvil, esperando con impaciencia su reacción.
No quiero que nuestra amistad se vea afectada por la atracción que sentimos. Sé perfectamente que Andy también la siente, no puede engañarme.
—¿Y por qué aún no te has atrevido a probarlo? Aunque, tal vez tus fantasías estén sobrevaloradas, ¿no crees? —se le forma una erótica sonrisa. Moja sus labios con la lengua y ver ese gesto me excita todavía más. Dios, cómo deseo poder lamérselos.
Acerco mi mejilla a la suya para responderle, y siento su respiración agitada, igual que la mía.
—Porque mis padres me educaron para ser un caballero y sin el permiso de una dama jamás haría algo semejante.
—Ahh...
Su respuesta me deja helado.
¿No piensa decir nada más?
—¿Eso es todo lo que vas a mencionar al respecto?
—¿Qué quieres que te diga, Kylan? —la miro a los ojos. Su boca se abre para dejar salir una carcajada; creo que sabe muy bien lo mucho que me gusta el sonido de mi nombre salir por sus labios —Kylan.
Repite.
—Joder, Andy, pídeme que te bese —le ruego, acercándome a ella.
—Nunca suplicaría por un hombre —me responde con determinación.
Río, tampoco pretendía que suplicara. Aunque, ahora que lo pienso...
—Lograré que lo hagas, te lo prometo —le respondo con seguridad, con la mirada clavada en sus iris—. Y ahora, si no quieres que te devore la boca, más vale que salgas de mis brazos porque si no, lo voy a hacer.
Rompe a reír y su cálido y suave aliento llega a mi cara. Sin embargo, no se ha movido ni un centímetro del lugar. Mis ojos permanecen fijos en sus labios, recordando todas las veces que he imaginado besarlos, y tomo conciencia de lo mucho que llevo deseándolo.
Cierro los ojos y me acerco a su oído, deseando poder expresarle las intensas ganas que siento por ella. No solo anhelo besarla, sino que también deseo hacerle cosas que no se imagina. Sus manos acarician mi cuello con suavidad, y las siento como terciopelo. Me atrevo a darle un mordisco delicado en el lóbulo de su oreja, me deleito en él, rozándolo ahora con la lengua.
—Aahhh —escucho un tímido gemido escapar de sus labios.
Sí, eso es lo que quiero.
La sujeto por la nuca y la acerco más a mí, sigue mi movimiento.
Puedo sentir cómo mi polla crece y empuja dentro de los pantalones de manera casi primitiva. Me estoy poniendo muchísimo.
—Tu piel en esta zona sabe exquisita. Cómo todo tu cuerpo sepa de igual forma, podría llegar a enloquecer —me mira y detecto la sorpresa en su mirada. Parece inquieta por mis palabras, pero puedo asegurar que no ha visto nada. Prosigo en su oído con lo que había empezado, no me gusta dejar las cosas a medias—. Quiero recorrer con mi lengua cada milímetro de tu piel y saborearte de tal manera que ha...
—¡Kylan! —me interrumpe, colocando las manos en mi pecho para separarnos y poder mirarnos a los ojos.
—¿Qué?
—Tengo que irme.
—¿Cómo?
—Acabo de recordar que mañana tengo una reunión; ya te comenté que el miércoles tenía que madrugar. ¡¿Qué hora es?! —prosigue, alarmada.
Es cierto que me lo dijo, pero en mi defensa diré que ahora mismo tengo la cabeza en otra parte y ni siquiera sé qué día es.
Reviso el reloj.
—Faltan doce minutos para las dos de la madrugada.
—¡Ostras! Mañana a las ocho tengo que estar en el centro.
—Pues, vámonos.
Cogemos un taxi y cuando se detiene en la puerta de su casa, Andy le entrega un billete de veinte euros al conductor y me da un beso rápido en la mejilla, antes de salir; sin decir nada más.
Me desconcierto.
No tengo tiempo para reaccionar ni siquiera para quejarme porque ella paga el taxi.
Andy entra en el edificio y desaparece de mi campo visual.
La noche no termina como esperaba.
Me reprocho a mí mismo por mi comportamiento, es posible que haya fastidiado la amistad que estábamos construyendo.
¡Mi maldito dilema! Me ha ganado la batalla...

     
   
   
    
   
   
   

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⏰ Última actualización: Dec 08, 2023 ⏰

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