3 Kylan

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Vamos en taxi hacia la casa de Andy en silencio desde lo ocurrido en la última habitación del local. No obstante, puedo imaginar cómo se debe sentir, así que trataré de distraerla.
—La propuesta de la guía turística sigue en pie, ¿cierto? —pregunto.
Andy sonríe. Me alegra haber sacado el tema, ya que me ardía la pregunta en la garganta desde que subimos al vehículo.
—Sí, no te preocupes.
—Debo aclarar algo: me gustaría visitar lugares que no sean los típicos sitios repletos de turistas —el conductor del taxi me mira a través del retrovisor central, con una ceja levantada.
Luego regresa la vista a la carretera.
—¿No quieres ir a ver la Sagrada Familia, por ejemplo? —me pregunta.
—No contigo —el conductor me vuelve a mirar—. Puedo ir allí solo durante el fin de semana. Lo que quiero es que me muestres lugares especiales a los que los turistas no tendrían la opción de descubrir a través de una guía turística convencional de la ciudad.
—Si te llevo a esos lugares, dejarían de ser especiales para los «no turistas» —me río y ella se sonroja—. Pero, está bien, puedo hacer algo al respecto.
—Me conformo con que me lleves a tu bar favorito, por ejemplo...
—Lo pensaré. La próxima calle es la mía —me informa.
—Bajo contigo.
—Kylan —prosigue, y me doy cuenta de algo. Algo que penetra en mí, arrasando y sin previo aviso: me gusta demasiado el sonido de su voz al pronunciar mi nombre. Es la primera vez que lo hace —no...
—Llámame otra vez. —La interrumpo.
—¿Qué?
—Quiero que pronuncies mi nombre de nuevo.
—Kylan... —me sorprende—. No es necesario que me acompañes hasta la puerta.
Sigo con la sensación en el estómago y parpadeo varias veces.
—Insisto.
—No sé por qué. Siempre me muevo sola por la ciudad.
—Perdona que te lo pida —me acerco a su oído, el taxista parece ser el típico cotilla entrometido y me he dado cuenta de que entiende a la perfección mi idioma—. Necesito ir al baño. ¿Podría subir a tu casa? Serán cinco minutos.
Sus ojos se clavan en los míos y veo la duda en ellos.
En realidad, no tenía la intención de subir a su casa, pero necesito ir al baño urgentemente para mear.
Ya.
Ahora.
—Cinco minutos.

Salgo del baño con un gran alivio. Con todo lo que ha sucedido esta noche, no he querido perder tiempo en detenerme para ir al servicio y ya no podía aguantar más.
—Gracias por dejarme utilizar tu baño —cojo mi americana y me la pongo.
—Si quieres puedo invitarte a tomar una copa. No hace falta que salgas corriendo.
—Bueno, tampoco quiero incomodarte, Andy. Si necesitas descansar...
—¿A ver?, ¿puedes repetir mi nombre? —me dice, riéndose del comentario que le hice en el taxi.
No tengo ningunas ganas de irme.
—Está bien: acepto esa copa —le respondo.
—Vale, pero antes iré a cambiarme.
Mi vista va directa a sus pechos, que están cubiertos con la chaqueta. Recuerdo lo bonitos, atractivos y apetecibles que son.
«¡No, Kylan! No se te ocurra acercarte a ella después de lo que ha ocurrido esta noche».
Estoy totalmente de acuerdo.
Pero la chica está como un cañón, y punto.
Me doy un golpe mental en la cabeza.
—Claro —reacciono—. Si necesitas que te ayude a preparar algo... —prosigo.
Observo a mi alrededor y veo que todo está ordenado e impecable. Cada objeto en el salón parece estar colocado con precisión milimétrica. Se nota que es una persona muy orde- nada.
Algo que valoro bastante, puesto que yo también lo soy.
—Bueno, ya sé que te gusta «el vino de aquí», —vuelve a meterse conmigo. Con esa frase empezó todo esta noche— podrías ir abriendo una botella.
—Por supuesto.
Me acompaña a la cocina y, mientras descorcho el vino, mi mente empieza a especular sobre cómo podría ser la sala, o la habitación donde Andy pinta. Me encantaría ver sus obras artísticas.
Regresa enseguida, vistiendo unos jeans ajustados.
Muy ajustados.
Mierda.
No sé si me gustaba más con el impresionante vestido que llevaba o con estos tejanos y suéter color crema.
Ahora lamento haber entrado en esa última habitación, la noche podría haber terminado de otra forma para nosotros. En especial para mí.
«Controla, Kylan».
Alejo mis pensamientos lascivos.
Sirvo dos copas, le ofrezco la suya y me propone salir a la terraza.
Al poner un pie afuera, quedo asombrado por las vistas. Desde aquí se puede ver toda Barcelona.
—Guau. Es precioso —manifiesto.
Incluso siento el aire que impacta en mi rostro como caricias cálidas.
—Sí, esto es lo mejor de mi apartamento: las vistas y la iluminación. No es muy grande, pero cuando vi esta panorámica me enamoré de él.
Me enfrasco en su mirada. Su piel se ve suave y deseo acariciarla para confirmar su textura. Sin embargo, nunca lo haría sin su permiso, ya ha tenido suficiente de por vida con el gilipollas del local.
—Sin duda, es un lugar ideal para dejar volar la imaginación y crear —comento.
—Así es —sonríe—. Otro motivo por el que elegí este lu- gar es por la buhardilla, donde trabajo. También es el espacio ideal para un pintor.
—Sé que me estoy adelantando, pero ¿podrías mostrarme tus obras de arte? —me atrevo a preguntar.
—No —responde entre risas.
—Tenía que intentarlo.
—Es algo íntimo. Apenas te conozco como para decidir mostrarte mis espacios personales.
—Bueno, creo que nos conocemos un poco más de lo habitual —recuerdo la escena de la última habitación, cuando mi entrepierna se tensó y creció al ver a Andy excitada observando mi desnudez, así como cuando vi sus pechos desnudos frente a mí.
Andy tiene unas buenas tetas.
Pero es que esta mujer es sensual en su máximo potencial, mires por donde la mires. Y, joder, me gusta el sexo, sí, pero como ya he dicho antes, no suelo tenerlo en la primera cita. Tampoco me pone cualquier mujer. Andy sin duda alguna provoca en mí una reacción fuera de lo común.
Observo que sus mejillas están sonrojadas. Espero que no haya podido leer mi mente, «impúdica».
—Tendrás que esforzarte si quieres que te enseñe mi estudio, que te quede claro —puntualiza.
—Haré lo que sea necesario.
Ríe mientras se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.
—¿Lo que sea?
Al fin noto que empieza a olvidar la incómoda situación de esta noche, lo cual me alegra. Por otro lado, mi imaginación vuela con libertad al repetir su pregunta en mi mente y fantaseo con todo lo que podría hacerle. Pero decido guardar silencio y ser prudente, no quiero excederme con ella.
Hoy no.
—Absolutamente todo —respondo con una mirada fija en sus ojos. Bebo un sorbo de mi copa y vuelvo mi atención a sus iris—, por cierto, el vino está exquisito.
—Sí, tiene un sabor afrutado que me encanta.
—Pienso lo mismo —debo largarme de inmediato. Sigo fantaseando, ahora, sobre cómo sería follar con ella. No quiero arruinar nuestro acuerdo de que sea mi guía turística por sentirse incómoda conmigo, o algo por el estilo—. Creo que es hora de que regrese al hotel.
Ella agarra mi muñeca para ver la hora en mi reloj. Sus dedos son pequeños en comparación con mi muñeca.
—No es muy tarde, pero estoy un poco cansada. También me iré a dormir pronto.
—Te ofreciste a ser mi guía turística entre semana porque estarás ocupada el próximo fin de semana, pero hoy es viernes. ¿Qué te parece si comenzamos con ese acuerdo mañana?
Veo la duda reflejada en su mirada.
—Mañana tengo un compromiso. Quedé para comer con mis amigas, aunque es posible que terminemos temprano y esté libre por la noche —responde.
Me centro por completo en el movimiento de sus labios mientras se muerde el carrillo.
—De acuerdo. Intercambiemos nuestros números y, si estás disponible, me avisas.
—Hecho.

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