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Para Jimin, cada semana era una repetición constante de la anterior.

Por las mañanas asistía a la universidad, luego tenía algunas clases privadas y actividades para mantenerlo ocupado y los fines de semana tenía dos opciones que le resultaban igual de aburridas: asistir junto a sus padres a sus eventos sociales llenos de gente de la alta sociedad (justo como ellos) o irse de fiesta a algún club en compañía de sus "amigos" que solo estaban con el por interés.

Nada era sincero a excepción del amor incondicional de sus padres, pero a estas alturas ya nada parecía interesarle o acelerarle aunque sea un poco el corazón.

Estaba condenado a vivir así hasta el final de sus días.

O al menos así creía firmemente que sería. Hasta que una noche lluviosa los conoció.

Un chico de su edad que cargaba en brazos a un bebé. Aquel pequeño ser le veía fijamente y le fue imposible voltear a verlos. Al conectar miradas con el bebé este le sonrió mientras brincaba entre los brazos del chico.

Y, por primera vez en años, Jimin sintió su corazón bombeando de alegría gracias a ese bebé que ni siquiera podía hablar aún.

Fue aquella noche donde el destino pareció apiadarse de el y lo guío hasta los que harían un enorme cambio en su vida.

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