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Zhang Hao y Hanbin tenían la relación más extraña y confusa que el mundo había visto. Pasaban apenas una hora en casa sólo para no recibir cuestionamientos extraños del otro, rara vez llegaban a dormir.

La excusa siempre era la misma: Tengo mucho trabajo.

Ambos sabían que eso era una vil mentira, pero ya nisiquiera se molestaban en preocuparse.

Hanbin intentaba regular su agitada respiración mientras rodaba los ojos con molestia. Nuevamente no habían llegado más lejos de unos simples besos acelerados y manoseadas frenéticas. Ya había perdido la cuenta de los meses que llevaban sin pasar de esa aburrida rutina donde Hao llegaba a la habitación, tenían una tediosa plática de lo que habían hecho en sus respectivos trabajos (Siempre lo mismo) y comenzaban a besarse de la manera más desesperada. Una desesperación vacía, inútil. Lo que parecía ser el inicio de algo bueno, terminaba en nada.

Siempre en nada.

Hao se levantó de la cama, arreglando su camisa negra de seda y el desastre que eran los botones. —Otra vez arrancaste un botón Sung Hanbin, y ésta vez de mi camisa favorita. —Reclamó el mayor con molestia.

—Tú deberías hacer lo mismo con la mía, pero prefieres dejarme siempre con la mierda levantada y jamás haces algo al respecto. —se levantó de la cama, igual de molesto y subiendo el cierre de sus pantalones de vestir.

—Pues será mejor que controles tu aparato, porque tengo una cita con una clienta en media hora y por tu culpa ni siquiera tengo tiempo suficiente para conducir del otro maldito lado de la ciudad.

—Mi culpa, siempre es mi culpa, ¿Por qué no dejas de repetir lo mismo una y otra vez? Ya estoy cansado de los mismos reclamos.

—Y yo estoy cansado de que siempre me quites el tiempo con tus idioteces. —tomó su saco y se retiró del lugar echando humo. Así era siempre, cualquier cosa que Hanbin dijera, Hao siempre redoblaba la apuesta y terminaba pronunciando algo hiriente. Siempre tenía algo para decir, y el menor siempre lo miraba irse molesto.

La misma rutina que era como una bala clavándose en el cristal, poco a poco, quebrándolo más.

—¡Gunwook, dame esa mierda! —gritó Taerae desde el otro lado de la habitación, aturdiendo a Jiwoong y Youngjae que conversaban tranquilamente sentados

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—¡Gunwook, dame esa mierda! —gritó Taerae desde el otro lado de la habitación, aturdiendo a Jiwoong y Youngjae que conversaban tranquilamente sentados.

—¿Acaso te da vergüenza que todos sepan que eres un otaku? —se burló Gunwook mientras miraba el manga entre sus manos.

—No Gunwook, eso ya lo sabíamos. —se adelantó Jiwoong a responder mientras le quitaba el preciado objeto de las manos. Taerae se apresuró a tomarlo de las manos de Jiwoong mientras el menor de todos le daba una palmada en el hombro por habérselo quitado. —Hey, mocoso. Respeta a tus mayores.

—Deja de hablar como un anciano. —dijo Youngjae con los ojos entrecerrados, mirándolo. —Y tú Gunwook, deja de molestar a Taerae, apenas llegamos y ya lo tienes harto.

Gunwook sólo miró a Taerae con un puchero en sus labios, pero Taerae no iba a ser capaz de disculparlo.

No por séptima vez en la semana.

—Hola familia, ya llegué. —saludó Hanbin entrando por la puerta entreabierta y dejando una ridícula cantidad de comida en la mesa del comedor.

Gunwook y Taerae corrieron hacia el comedor antes de que siquiera el mayor pudiera acomodarlas.

Amaban cuando Hanbin llegaba porque traía mucha comida para ellos.

—Oh, hola Been. —saludó de vuelta Jiwoong chocando palmas con su mejor amigo. Él y Youngjae observaron como se dejaba caer en el sillón mediano que había frente a ellos.

—La casa de Taerae es pequeña pero acogedora. —exclamó abrazando un cojín con una calidez infinita, más feliz de como se veía en su propia casa.

—Hmm, suenas más contento que cuando estás en casa, ¿Cómo van las cosas con Hao? —preguntó Youngjae acomodándose en su lugar.

—Agh. Ya para qué te cuento. Siempre es lo mismo con él. Ahora me reclamó por haberle "quitado el tiempo". —frustrado, y haciendo un ademán de comillas con sus manos. —Ni siquiera soy capaz de decirle algo de vuelta, no tengo tantas palabras horribles como él para decirlo.

—¿Y cómo esperas que te entienda, si no le pones límites? —preguntó Gunwook con la boca asquerosamente llena de papas fritas.

—¿Y cómo se supone que haga eso, si ni siquiera me deja hablar? —respondió el pelinegro.

—Hablando civilizadamente. Debes hacerle entender que tienes un límite de paciencia, que su relación se está arruinando y que sus palabras te lastiman. Apuesto que nunca se lo has dicho, y es entendible, pero una relación se construye en base a confianza y comunicación, si no le haces saber tus sentimientos, ¿Cómo esperas que él lo entienda y lleguen a un acuerdo? Es imposible. —argumentó de nueva cuenta el más joven.

—Pues Gunwook tiene razón. —opinó Jiwoong.

—Vaya, quién diría que el puberto sabe dar buenos consejos. —se burló Youngjae mientras se levantaba de su asiento y caminaba hacia la mesa. Todos rieron al unísono por el comentario, mientras Hanbin al mismo tiempo notaba que su celular emitía un sonido de notificación. Se levantó junto con los demás, ignorando el sonido del mensaje en su bandeja de notificaciones.

Se apresuró a comer junto a sus amigos, cambiando de tema casi inmediatamente a tonterías que normalmente hablaban.

White Blame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora