IX.

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Damian presionó con fuerza su mano debajo de la mesa al escuchar las palabras de imposición que aquellos viejos querían imponerle

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Damian presionó con fuerza su mano debajo de la mesa al escuchar las palabras de imposición que aquellos viejos querían imponerle. De verdad pensaban que iba a aceptar un trato tan desfavorable para él. Eran los miembros del consejo de Ostania sobre su avance en el territorio de la nación y que estaban intentando decirle como hacer las cosas. Como si hubiera tomado el trono hace unos días.

Tenía diez años en el poder y había colocado a su reino como uno de los más prósperos.

Podía ver que detrás de aquellos "consejos" solo querían tomar ventaja de su poder, al favorecer a Ostania por cuestiones monetarias. Que ellos sirvieran de intermediaros en sus transacciones y tratos para evitar muertes. Eventualmente ese servicio tendría una ganancia para ellos. Pensó en el arma que traía consigo y las ganas de utilizarla. Pero sabía que no era favorable para su reinado, porque podrían cerrarle varias puertas a nivel político. Había algunos reinos que estaban aliados con él, por medio de su padre, y que seguían con él por simple beneficio monetario.

Se preguntó qué era lo que haría Anya en esa situación, a pesar de las caras extrañas que hacía, era demasiado inteligente.

—No es un trato favorable para mi reino y tendré que rechazarlo. — Mencionó observando a todos los hombres en la mesa. — Cuando me hagan una propuesta qué no los beneficie únicamente a ustedes, estoy dispuesto a escucharlos.

Los hombres en la sala se quedaron en silencio. No podían creer que terminaría cediendo a ello, pero por sus caras podía pensarse qué contaban qué él aceptaba por sus posiciones en el reino. Tal vez había necesitado al consejo por cuestión política para mover su economía, por factibilidad. Pero si comenzaban a enojarlo y ponerle trabas, buscaría otras formas, sin Ostania.

—Usted le debe lealtad a Ostania se atrevió a decir uno de los ancianos.

—Yo no le debo nada a nadie, y si saben lo que les conviene, no buscarían inalcanzablemente en tenerme de enemigo. — Se reclino en el asiento de la silla similar a su trono qué estaba en la sala de juntas.

Les dedico una mirada mordaz y furiosa. La sala se quedó en silencio hasta que los hombres se levantaron y salieron de ahí. El rey de Priwidor se quedó en su silla unos segundos, intentando deshacerse de la flama de ora en su interior. Por esa razón no quería reunirse con ellos a pesar de la insistencia de Ewen. Siempre buscaban imponerse a los reinos pertenecientes a Ostania.

Fue interrumpido en la habitación de ella por esto. Pudo dejarlos plantados por su insolencia y entretenerse en cosas más interesantes. Como probar los labios femeninos. Había estado tan cerca, los había rozado ligeramente, como el aleteo de un ave, una caricia tan sutil y dolorosa por su interrupción. Sus labios habían cosquilleado agonizante al no poder sentir su sabor. Pero ella se había quedado ahí, esperando que él actuará, eso podía confirmar que ella sentía algo por él.

Debía pensar en un castigo ejemplar a Jeeves por la interrupción.

Su consuelo era qué podría verla para comer y podría terminar aquello que dejó incompleto. Su día parecía ir mal, pero esperaba que compartir la mesa con Anya mejorará su humor, siempre lo hacía. La puerta se abrió, dejando ver a Jeeves, como si lo hubiera invocado.

Corazón de hierro y cenizas || Damianya week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora