Epílogo

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55 años después, sábado 8 de abril de 2072.

Siguió tocando las teclas del piano con sus dedos arrugados, no habían perdido en todos estos años el don para emitir infinitas melodías que encantaban a sus amigos, pero sobre todo a su familia. Miró hacia el lado donde sus nietos más pequeños estaban sentados alrededor de ella, escuchando atentamente lo que hacía, los nietos mayores conversaban con un vaso de alcohol afuera, y sus hijos y parejas, bueno, ellos estaban aquí también mirando gustosos como su madre seguía siendo tan talentosa y hermosa como siempre.

Juliana: Feliz cumpleaños mis amores. –Los mencionados miraron el suelo avergonzados, mientras los demás reían a carcajadas, podían tener 52 años y haber vivido lo suficiente como para que pequeñas y muy escasas hebras blancas salieran de sus cabellos, sin embargo, su madre seguía hablándoles como si tuviesen dos años— Siempre lo he dicho, pero cuando el mundo se enteró de que su abuela y yo íbamos a ser madres por primera vez, no pararon de llegarnos ofertas de revistas y sitios web de todo el mundo para seguir todo el proceso. También hubo, comentarios de todo tipo respecto a nuestro compromiso de matrimonio, fue el 29 de agosto que lo anunciamos a la prensa, nos casamos el 17 de septiembre del 2016. –Le brillaban sus ojos con la emoción, sus nietos mayores habían entrado y se acomodaron para escuchar todo, la casa era una enorme celebración familiar.

Audrey y Kellan eran mellizos de distinto género, cuando Valentina se enteró que el tratamiento había funcionado, fue un mar de lágrimas y vueltas con su esposa, cuatro años más tarde tuvo la misma reacción cuando Ophelia venía en camino y dos años más tarde, la historia se repetía cuando Roxanne crecía esta vez en su vientre. Cuatro hijos, Cuatro bendiciones que le habían dado alegrías a la nueva pareja ícono del mundo. Con el paso del tiempo llegaron los nietos y hace sólo tres años que el nieto mayor fue padre, dándoles el nuevo estatus de bisabuelas.

Juliana: Todos ustedes, sin contar a las parejas de mis nietos o hijos, existen porque su abuela y yo nos amamos.

Ophelia: Y gracias a ustedes y mi tío Parker es que todos sus hijos tenemos un don exquisito para la música, sin contar a los nietos.

Juliana: Por supuesto, aprendieron de los mejores. –Todos rieron encantados porque a pesar de sus 77 años, Juliana tenía ese humor que encantaba a cualquiera.

Juliana salió del banquito del piano antes de que Kellan y su hermana menor Roxanne, tocaran a dúo una de las primeras canciones que a todo Carvajal—Valdés le habían enseñado. No tenían idea, pero era una melodía que la campesina Cropper y su amada Goodwin tocaron en la biblioteca de un pueblo del condado de Devonshire, aquella vez que arrancaron para vivir un poco más de su amor ante la inevitable muerte.

La morena observaba desde un asiento todo a su alrededor, las sonrisas de sus bellos nietos, de sus hijos, sus nueras y yernos, todo aquello era la respuesta para que todo sufrimiento en su vida pasada y en la presente valiera la pena. Emocionada se secó unas lágrimas antes de que Audrey y Ophelia la abrazaran susurrándole al oído que la amaban.

...

Las arrugas alrededor de su rostro se marcaron más cuando sonrió fascinada al ver a su bisnieto correr con tanta fuerza alrededor del parque al que habían salido a pasear. Primavera era una buena estación porque el frío disminuía, la nieve desaparecía y el dolor de huesos a los ancianos les molestaba menos, lo último siempre lo decía con la misma gracia que la caracterizaba. 3 años y seguía participando en películas cuando le asignaban algún rol de su edad, pero sabía que este año se retiraría porque no sabía cuánto tiempo le quedaba, ella sólo quería disfrutar la vida al lado de su maravillosa esposa sin pensar en tener que leer algún guion.

Se sentó en un banco de madera bajo un árbol de cerezo, le dijo a Sam que se sentara en el césped a su lado a jugar con sus camiones de plástico mientras tomaban aire fresco. Cuando su bisnieto le hizo caso, ella tuvo la calma para recordar porque ahora se sentía tan dichosa. Podía ser una anciana, podía tener los cabellos más blancos del mundo, pero no había afectado en nada el paso del tiempo a su memoria.

Aun podía sentir tan placenteramente los besos que se dio con Juliana en su vida pasada, los besos que se dieron en esta vida, el viaje en el tiempo y todas esas experiencias vividas.

Recordó con gracia cuando hace muchísimos años atrás, en aquel entonces un joven Parker le dijo que Alessandra lo acompañaría a Inglaterra, ella finalmente se había enamorado del coreano, ambos con el tiempo también se casaron y formaron su familia allá en Europa, pero seguían visitándose con tanta frecuencia, que apenas les daban el tiempo a ellas de poder extrañarlos.

Ella también fue feliz y lo seguía siendo, había sido madre de tres mujeres preciosas y un hombre apuesto, dos de sus hijas habían heredado su color de ojos, todos sus hijos le escupieron en la cara su primera comida a los 6 meses, se cayeron y pidieron abrazos para ser consolados, fueron a la escuela y lloraron por no estar con sus madres, crecieron amados, fueron padres y les dieron nietos.

Miró el cielo y observó las flores del árbol moverse con gracia, se sentía tan satisfecha y completa que apenas podía pensar en otra cosa que no fuera eso.

Sam: Abuela –balbuceó, la palabra "bisabuela" era un poco enredada para su lenguaje— ¡Mira! ¡Mira un perrito!

Rápidamente el niño salió corriendo, como Valentina no tenía la misma capacidad de antes, le costó levantarse del banco y caminar tras el pequeño Sam. A su edad usaba un bastón para ayudarse a desplazarse, pero alguien tan pequeño no tenía idea de cómo saber que corriendo le hacía las cosas más difíciles a una anciana.

Valentina: ¡Cuidado, Sam! –Dijo asustada cuando el niño tropezó con una hoja húmeda y cayó de rodillas al suelo, cerró los ojos por un momento esperando que el pequeño estallase en llanto, pero al no escuchar algo los abrió de inmediato— Sam... —Un hombre muy joven, tal vez entre los veinte y los treinta años, estaba agachado sosteniendo al niño, no podía verlo porque estaba de espaldas hacia ella. Respiró aliviada y a pasos lentos se acercó a él— Muchas gracias joven. –Murmuró.

Sam: ¡Abuelita!

XX: Todo estará bien pequeño, sólo fue un susto. –Al sentir a alguien detrás suyo, se volteó con una sonrisa— ¿Es usted su abuela?

Valentina sus ojos aun tan azules como cuando era joven, se abrieron enormemente al ver al muchacho que sostenía la mano del niño— Sí. –Sólo pudo decir eso, se sentía sorprendida, tal vez asustada.

Sam: Me caí abuelita, me caí, pero el señor me recogió, mira, no duele nada. –Decía entusiasmado estirando su manita para agarrar la de Valentina.

XX: Los niños a veces suelen ser muy rápidos. –Valentina miró al muchacho, él también tenía los ojos muy claros— Hey, Sam, no hagas correr a tu abuela, es nuestro deber cuidarlas. ¿De acuerdo? –Sintiéndose mucho mayor, el pequeño le pegó con su manita a la palma que el desconocido estiraba— Espero se encuentre usted bien, señora.

Valentina sintió un nudo en su garganta, dejó el bastón a un lado y estiró su mano— Muchas gracias joven, a esta edad las cosas no son lo mismo de antes.

El muchacho asintió agradecido con una sonrisa que sólo demostraba que era un hombre feliz con su vida, seguramente con una pareja y trabajo estable, personas así que irradiaban pureza y tranquilidad no se encontraban en un presente tan frívolo y gris. Después de acercarle el bastón a Valentina, se despidió del niño y de ella, luego siguió su camino por el parque, mientras trotaba escuchando música.

Sam tiró de la mano de su bisabuela y le pidió que volvieran a la fiesta que había en casa, pero ella sólo inclinó la cabeza hacia atrás para ver la figura de ese muchacho fornido perderse muy a lo lejos. Sí, Dios la había escuchado, ese hombre había renacido para ser feliz.

Valentina sonrió emocionada— Adiós mi querido amigo, Liam.

FIN.

Enamorarte. (Adaptación Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora