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Corría por los pasillos mientras sus pies descalzos se congelaban con cada paso que recorría.
No sabía en qué punto había perdido los zapatos, tal vez fue cuando se sentó bajo la sombra de un árbol tras acabar los T.I.M.O.S o cuando James Potter decidió humillarlo frente a un grupo de curiosos... Tal vez fue ahí, igual que habían caído sus pantalones dejando a la vista de todos su ropa interior desgastada, de una o dos tallas más grande y por ello agarrada con una mísera cuerda raída a tal punto que pendía de un hilo, podría ser ahí la caída de esos adornos rotos utilizados en el día a día para caminar.

No lo sabía con exactitud, pero tampoco estaba dispuesto a regresar a por ellos, había sido suficiente la humillación que había sentido cuando su camisa cayó dejando ver su espalda.
No quería mirar las caras de nadie, no quería escuchar a nadie, no quería ver a nadie... Ni siquiera a si mismo.

Pero eso no importaba, no ahora.

Había perdido a la única persona que tenía, no había podido controlar su afilada lengua y lo había dicho, más bien la había llamado; sangre sucia.
Un insulto hiriente e inhumano que juró jamás salir de sus labios, había escapado como si fuera un pájaro cautivo al que le habías abierto la jaula.

Pero las palabras que había pronunciado Lily jamás se le olvidarían, fueron las palabras más hirientes que sintió en su vida... O tal vez las segundas; Los insultos de Tobías no le causaron tanto estrago, ni las maldiciones de los merodeadores, no, esas palabras jamás dolieron tanto.

"¿Sangre sucia yo? Mira quién lo dice, la desgracia de los Prince, un hijo de una puta y un muggle borracho que solo utiliza a su hijo, sangre sucia la tuya, tan miserable que no te defiendes. ¿Solo puedes llorar no? Porque eso es lo único que sabes hacer cuando tú padre te levanta la mano, llorar como la escoria que eres"

Cada una de esas palabras había atravesado no solo su corazón, sino también su alma, se habían clavado en ella. Su corazón gris de cristal, tan frágil que una mísera piedra podría romperlo había sucumbido a una simple brisa, rompiéndose en millones de pedazos cortantes y magullando su triste, solitaria y amargada alma.

Ese sempiterno que el llamaba amistad había perdido todo su hermoso significado, puesto que acabo de la misma manera en la que un humano abandona a un perro. Porque eso era el, el perro de Tobías, el de Lily, el de Voldemort y el de Dumbledore. Nacido por la desgracia y controlado por la inmundicia. Eso fue, eso era y eso seguiría siendo.

Pero la vida lo había destruido...









Y así llegó a una decisión, espontánea si, pero mágica y majestuosa.









Con pasos lentos y clamorosos subía sin prisa la torre de astronomía, ni un alma asomaba su aliento desmesurado por el.
Nadie podría decirle nunca una bondadosa palabra, nadie podría decirle nunca que lo sentía... Pero aunque pudieran no lo harían porque no quedaban palabras en el mundo para el.











El viento azuzaba su pelo, que golpeaba su cara como si quisiera dedicarle unas caricias rasposas. Sentado en el borde pensó y recapacitó, no lo entendía, no sabía porque el había merecido todo lo que pasó... Pero de alguna extraña manera era como si se lo creyera.






Creía que no te encontraría -una voz grave lo sacó de su estupefacción- Te fuiste corriendo demasiado rápido

Creía que me había librado ya del Gryffindor más tonto de todos -su voz sonaba discordante aunque el no lo hubiera querido-

Y yo que creía que me había acostumbrado a tu lengua afilada -sintió como se sentó a su lado, sin embargo su presencia era fría, casi como si no estuviera ahí-

Acostumbro a hablar así con cualquier estúpido león que se cruza en mi camino -dió una pequeña sonrisa, y su acompañante un suspiro exasperado-

¿Ni siquiera serías un poco más ameno con tu viejo amigo? -sintió que lo miraba, pero Severus nunca le devolvería la mirada, esos ojos que siempre se burlaban de él jamás se encontrarían con sus pulcros azabaches-

Hubo un silencio entre los dos, no había nada fuera de lo común puesto que siempre solía pasar eso. Se encontraban en lugares ajenos a los estudiantes, lugares solitarios que solo ellos dos frecuentaban para encontrarse, y siempre era lo mismo; una pequeña charla y el silencio sonoro que había entre los dos. Un Slytherin y un Gryffindor, un Gryffindor y un Slytherin, enemigos y amigos, amigos y enemigos, el sol y la luna, la luna y el sol... Y a veces simplemente compartían un momento único sin despegar sus labios, disfrutando la silenciosa compañía del otro.
Pero en el silencio surgen pensamientos, montones de ideas y de alaridos que solo se escuchan en el interior, siendo tan afectuosos como el aleteo de un bichaque, y mientras ese sosiego lo carcomía con tantas cosas y nada a la vez algo claro vino a su mente: su madre, nunca había entendido porque se relacionó con una persona que la aborrecía. Pero luego llegó el, con su radiante sonrisa, su pelo caoba, su piel canela, esos ojos almendrados que solo eran capaces de mirarlo para burlarse de el... Esas retorcidas gafas circulares y esa expresión de desagrado en su rostro todas las veces que el pasaba.
Si tan solo el pudiera...












Debería irme -la presencia a su lado se levanto y Severus bien sabía que estaban de espaldas el uno al otro- Suficientes molestias te he causado por hoy

Nos vemos tonto Gryffindor -apoyo su cabeza en la fría piedra de la columna corintia que cubría el extremo de la pared, y el lo sabía, que su enemigo sonreía mientras se marchaba en el mismo silencio con el que había aparecido-











Y quedó solo otra vez, a lo mejor siempre lo había estado. La soledad que lo envolvía solo iba creciendo más y más...











Miró hacía abajo, el tranquilo atardecer iba perdiendo su luminosidad a medida que el sol se iba desvaneciendo entre montañas rocosas. El viento ya no le afectaba, y cerrando los ojos decidió deslizarse.











Adiós mi viejo amigo -detrás de la puerta y no lo suficiente Gryffindor, así fue que Nick Casi Decapitado soltó algo que parecía imposible para un fantasma, lágrimas de tristeza. El lo sabía, algún día Severus iba a sucumbir a todos los cortes que el mismo se proporcionaba, algún día aquel brillante joven se iba a apagar por completo. Pero a pesar de ser un tonto Gryffindor, a pesar de ser enemigos, Nick sintió su muerto corazón desgarrarse.
No era un adiós, ni un nos vemos, porque no todos los magos vuelven después de la muerte, solo aquellos tan valientes como para aceptarla se iban al más allá. Y por un momento el quería que aquel Slytherin fuera cobarde, pero era tan valiente que su despedida tendría que ser un hasta nunca.











Ya era demasiado tarde, y mientras todos festejaban un nuevo final de curso, ni siquiera el lirio dijo una palabra respecto a su antiguo amigo, las había gastado todas, no quedaba ni una sola.











Los vitores y los festejos llenos de luz a veces lo opacaban todo, y está vez no hubo diferencia. El estruendoso cuerpo sin vida de Severus se hallaba en los jardines fríos y oscuros sin indicios de ser encontrado hasta la mañana siguiente cuando algún alumno o profesor pasará por allí.




















Porque así terminó todo; en soledad. Ni siquiera el tiempo hubiera sido suficiente para sanar la rotura de un corazón azotado por las desgracias. Porque Severus Snape no volvería nunca, y lo peor de todo es que a ningún vivo le importaba.

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