Capitulo 4

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— ¿Esta consciente? –se escuchaba la voz de Sebas a la lejanía.

— Claro, chico. Ella solo se desmayo. –y de nuevo aquella voz ronca acompañando a la de su hijo.

— Me asusto demasiado. –confeso el muchacho. La angustia en su voz siendo palpable para una semiconsciente Juliana.

— Creo que será mejor que vayas a dormir. Yo me encargare de ella. –dijo Valentina y se pudo escuchar a Sebas estar de acuerdo y después sus pasos alejarse –. Usted también puede retirarse, ella estará bien conmigo. –le dijo a alguien en la habitación.

— Claro, señora...

— Valentina. –dijo amablemente la basquetbolista.

Y cuando el silencio se hizo y solo un suspiro cansado de la mujer se escucho en la sala, Juliana sintió como era levantada en brazos y subida a la segunda planta.

— Esa de allá es su recamara. –de nuevo la voz Sebas aparecía.

— Gracias, chico. Ahora es hora de irse a la cama, es noche escolar. –dijo Valentina en un suave tono de reprimenda.

Cuando sintió su cuerpo recaer con cuidado en la cama, Juliana decidió recobrar la consciencia totalmente.

— Auch. –dijo al sentir un dolor punzante en un costado de su cabeza.

— Te hiciste un buen chichón. –dijo la mujer que se recargaba de brazos cruzados contra el tocador frente a su cama, luciendo unos pantalones cortos de baloncesto negros y una sudadera con capucha gris y tenis de baloncesto, su cabello castaño claro recogido en una coleta alta.

— Valentina... –Juliana casi sintió que se volvería a desmayar.

— Juliana. –dijo la jugadora, pareciendo inquietantemente calmada para gusto de la modista.

Con un poco de esfuerzo la morena se incorporo bajo las sabanas y recostó la mitad de su cuerpo contra el cabezal de la cama.

— Yo... –no sabia ni por donde empezar, ni siquiera sabia si tendría la fuerza para decir cualquier cosa.

Cuando nada salió, fue el momento para Valentina de hablar.

— Luces igual que la ultima vez que te vi, ya sabes, aquel invierno de la final del campeonato escolar... –Juliana podía sentir la mesura en la voz de la atleta, como si intentara retener la ira en su garganta.

Estaba más allá del enojo, lo sabia perfectamente. Y esa Valentina era la única cosa en el mundo a la que la diseñadora podía temer, no por nada había estado evadiendo totalmente volverla a ver.

— Bonita casa, por cierto. –dijo mirando los alrededores con aquellos ojos azules que ahora chispeaban con furia contenida.

Las manos de la morena estaban sudando contra el edredón fino.

— Valentina... –casi suplico Juliana para que dejara los rodeos.

— No sé que decirte, pero sé que quiero decirte muchas cosas. –la miro de vuelta la mujer de pie, aun con los brazos cruzados y una ira más tangible en su rostro–. Demasiadas, algunas no son buenas. –sus ojos brillantes, aclarando más el tono azul de sus ojos.

— Tu eres la amiga que Sebas conoció la semana pasada ¿No? –Juliana unió los puntos.

— Sí. -dijo secamente.

— Y el... –carraspeo no muy segura de preguntar lo siguiente–... ¿El te dijo que...

— ¿Que si yo era su madre? –el corazón de Juliana se ralentizo con la manera en que las palabras salieron de la boca de la ojiazul, sumado a su cara que ahora era un completo retrato de la ira–. Si por supuesto, al menos el heredo mi honestidad y no tu habilidad para mentir.

Cuestión de resistencia. (Adaptación Juliantina GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora