Por fin estoy en Los Ángeles después de mi viaje de 10 horas desde Londres, llevaba un jetlag horrible. Lo primero que quería en aquel momento era irme a dormir a mi casa. Así que me pedí un uber.
Después de un buen rato de coche, abrí la puerta, y mi piso estaba tal y como lo dejé la última vez que estuve. Ni me molesté a abrir cortinas ni nada, me fui directa a la cama.
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Lo primero que hice fui ver la hora de mi teléfono, las 4.00 de la tarde, pero ya del día siguiente.
Así que ahora si, fui a abrir todas las cortinas y salí a la terraza a contemplar las preciosas vistas mientras me encendía un cigarrillo. Me lo fumé tan rápido que no me dió tiempo a ver cómo es que el vecino se parece al rubius o es el rubius.
Entonces, fui a mi bolso a buscarme otro cigarro y se me habían acabado, perfecto. Así que, pues lo dejé estar y fui a por algo de comida en la nevera. Estaba vacía. Menudo desastre.
Seguido, fui a por mi teléfono a pedirme un kfc y un par de paquetes de tabaco.
De mientras esperaba, me fui a arreglarme para salir esta noche a ver un partido de los lakers en el famosísimo Staples Arena solísima además, ya que a nadie de mis amigas le gusta el baloncesto.
Continuamente, cojí mi neceser de maquillaje y me empecé a pasar el eyeliner al ritmo de la música que salía desde el altavoz.
Finalmente, llegaron todas mis cosas y me volví a sentar en la terraza y contemplar las vistas. Por cierto, el pollo frito estaba buenísimo.
Y mientra lo saboreaba era hora de irme.
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Había muchísima gente, jamás había estado aquí. Pero igualmente, fui a buscar por dónde entrar y luego encontrar mi asiento.
Cuando llegué a mi asiento, me quedé sin respiración, de tantas escaleras que he tenido que subir y bajar, parece ser que esta va a ser la primera y última vez que vendré aquí. Ya podrían hacer escaleras automáticas.
Me senté, y estaba tan cerca de la pista. Por favor, eran todos tan altos que parecía un pitufo perdido de la pradera.
Y mientras checkeaba y hacía fotos de ese lugar, alguien me pegó un susto por detrás y se me cayó el teléfono.
-¡Me cago en tus muert...!- No me pude contener, pero ni terminé la frase por que cuándo vi quién era... No me lo esperaba para nada.
-Perdona, eh.- Le dije mientras le daba un abrazo. -¿Por qué no me avisaste que venías al partido y como sabías que estaba aquí?- Fijé mi mirada en él.
Por que se suponía que nos veríamos en la cena de navidad, mañana.
-Te quería hacer una sorpresa. Y sabía que estabas aquí por las millones de veces que me repetiste por teléfono que ibas a venir aquí. Me mencionaste incluso el asiento.- Sonrío descaradamente.
-Eres un cabrón, pero sabes que te quiero.-
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Seguidamente, me presentó a su familia y nos centramos en el partido. Todos íbamos con el mismo equipo así que no tendríamos de pelearnos en ningún momento, sobretodo por ninguna decisión arbitral y/o alguna pelea, que siempre suelen ocurrir. No nos dedicamos ni una palabra en toda esa hora y media.